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martes, 18 de marzo de 2008

LA CERCANIA DEL PROPIO OMBLIGO

En las sociedades posmodernas, los mecanismos de producción de sentido han variado profundamente. Tanto como el tipo de valores que otorgan significado a la vida. La insatisfacción, la angustia, la soledad que suelen ser nuestras compañeras de ruta, pueden considerarse consecuencias de vivir de tal manera.
En las sociedades de productores, el disciplinamiento social se producía a través de las instituciones. En la modernidad tardía, nos hemos disciplinado por el miedo a cerrarnos el camino al consumo, a la salud, a la idea de éxito y felicidad. Como consecuencia, en vez de convertirnos en ciudadanos lúcidos y críticos nos hemos transformado en consumidores compulsivos.
Inmersos en esa red de deseos permanentemente estimulados por los medios de comunicación, dependiendo de una tecnología que nace obsoleta, se nos hace cada vez más difícil vivir de acuerdo a principios de solidaridad y equidad; reemplazados por la búsqueda de seguridad individual. Que desemboca en un aumento de la desconfianza que el otro, cualquier otro, nos produce, dado que puede convertirse en un competidor.
Dejar de mirarnos el ombligo y elevar la mirada hacia el horizonte puede ayudarnos a comprender que existe un mundo y una realidad más allá de nosotros mismos. Si es cierto que educarse también consiste en proveerse de una dosis razonable de cultura cívica, deberíamos aceptar que lo esencial de tal cultura es dejar entrar lo otro en lo uno. Ninguna subjetividad puede construirse ni realizarse, sin el otro.
Mariano Giraldes

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