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martes, 11 de mayo de 2010

Las ideas fuera de lugar

Hace años atrás, antes de la Segunda Guerra Mundial, se aceptaba que, en la Argentina, Italia influía fuertemente en la moda; Francia en la educación y Alemania en las fuerzas armadas. Más áspero es un dicho reciente, de cuya corrección no doy fe absoluta, que reza: Los argentinos son italianos que hablan en español, quieren vivir como los países nórdicos pero tienen una organización institucional de un país africano.
No es mi intención profundizar en esos aspectos, sino sólo señalar que, a lo largo de toda nuestra historia, hemos estado influenciados por ideas acuñadas en otras realidades. En el territorio de lo corporal, tales influencias han sido notables.

¿Qué suele sucedernos ante ellas?
Una parte importante de la estrategia que sigue todo aquel que conoce una idea, un método, una teoría proveniente de otro contexto, consiste en fascinarse o en mantener un gesto de rechazo de manera que pueda crearse un ellos y un nosotros. Los unos, entonces, se disponen a recibir como aldeanos deslumbrados y, los otros, afilan las garras. Suele escasear una saludable disposición crítica.
Las realidades de la existencia local suelen chocar con las realidades de los “países ejemplo”, en los cuales se busca un modelo de vida. La independencia, por ejemplo, se apoyó en instituciones e ideas liberales de inspiración europea y norteamericana al mismo tiempo que conservó muchas de las formas económicas y sociales de la colonia. Sucedió entonces que se aceptaron elementos condenados pero reales, del orden contemporáneo.
Puede hablarse entonces de una suerte de tortícolis cultural y al hacerlo, surgen preguntas interesantes. Una muy básica, por ejemplo: ¿cómo se puede escribir con una lengua que es una lengua heredada? Borges va a resolver la contradicción con una fórmula de inesperada originalidad.
Otros no tuvieron su talento y aparece una carencia de lo autóctono en muchos procesos culturales mezclados con el afán patético de ponerse a la altura de los mejores logros de Occidente.
Con la gimnasia ha sucedido lo mismo. Ya lo advirtió, hace mucho, Enrique Carlos Romero Brest cuando decía que en términos de gimnasia los argentinos somos más suecos que el rey de Suecia.
Tal característica se apreciaba claramente en la organización curricular de la materia Gimnasia, en el profesorado de Educación Física de San Fernando: durante años en primer año, se trataba la gimnasia sueca, en el segundo la calistenia y en el tercer año, la gimnasia danesa.
Nadie parecía preguntarse ¿Será posible evitar las ideas ajenas da manera menos absurda o enajenada? ¿O adaptarlas?
Hasta que apareció Alberto Dallo y comenzó a desarrollar, adaptar y dotar de gran originalidad los principios de la Gimnasia Moderna, reservados sólo a las mujeres, a los hombres. Se originó así un movimiento renovador que sacudió profundamente los cimientos de lo que se suponía que debía ser la formación en Gimnasia en los profesorados de Educación Física. Tal movimiento, continuado por algunos discípulos de Alberto, predominó en la Argentina entre fines de los cincuenta y fines de los ochenta. Coexistiendo con la cada vez más fuerte presencia de las interpretaciones deportivas de la Gimnasia, tales como la Artística y la Rítmica Deportiva.
Desde hace años y con ingreso restricto en los profesorados predominan en el mundo de las prácticas gimnásticas, ideas hegemónicas, de clara ascendencia norteamericana, cuya inadecuación es evidente, pero gozan de buena salud aun cuando el ideario neoliberal, que conoció un triunfo avasallador en los 80-90, parece en franca retirada.
En mi opinión podemos construir caminos históricos particularizados. Podemos tener en cuenta las teorías centrales y los contextos periféricos, pero pensando la realidad local y regional. Los actuales parecen tiempos propicios para tales revisiones.
Finalmente, si pensamos en un habitat tan tradicional de los profesores de Educación Física como la escuela, es función de ella proponer un lugar de resistencia ante los dispositivos paralizantes del poder y del mercado.

MG