Buscar este blog

miércoles, 25 de julio de 2012

De 1200 a 6000 calorías: ¿cómo se alimenta un atleta olímpico?


Es lo que come un deportista, según su especialidad; mirá cómo es el comedor de la Villa, donde se sirven hasta 60 mil platos por día y hay un Mc Donalds. Por Alejo Vetere / Enviado especial para el diario La Nación

LONDRES.- En el comedor de la villa olímpica pueden compartir un almuerzo hasta 5 mil atletas a la vez. Para dimensionar el tamaño habrá que pensar en el patio de comidas de cualquier shopping, aunque seguramente sea escasa la comparación. Entran y salen deportistas de todo el mundo y según su deseo se direccionan a los distintos mostradores, en donde se sirven hasta 60 mil platos por día. En un rincón del inmenso salón, Mc Donalds -uno de los sponsors de los Juegos-, ofrece sus clásicos menúes; seguramente, la opción que eligen los menos rigurosos con las dietas de alto rendimiento. 
Según cada deporte, los habitantes de la Villa Olímpica pueden encuadrarse en grupos de alto consumo energético (6000 o más calorías por día) como los nadadores, ciclistas, remeros o basquetbolistas, o los grupos de bajo consumo energético (1200 calorías por día) como las bailarinas, las patinadoras, o las gimnastas. La alimentación no es un tema menor para los que conviven en la ciudad olímpica y son muchos los que se tientan con pasar y llevarse una hamburguesa completa con papas frítas, menú que aporta, nada más y nada menos, unas 1000 calorías. 
Para una correcta respuesta física hay que tener en cuenta factores tales como el tamaño corporal, la edad, el sexo, el desentrenamiento y el período de entrenamiento. ¿Qué debe comer, entonces, un deportista durante un Juego Olímpico? "Una correcta ingesta energética permite que el atleta conserve un peso adecuado y permitirá que optimice su rendimiento deportivo. Así podemos hablar del estrecho vínculo entre una dieta equilibrada, el rendimiento, y la salud del atleta", explica el Doctor Héctor Kunik, Presidente de la Asociación Metropolitana del Deporte. "El esquema nutricional de un deportista es una ecuación matemática en la que la ingesta energética y el gasto calórico deben equilibrarse. Para hacer posible este logro deberá entrenarse y consumir alimentos variados con proporciones adecuadas de hidratos de carbono, grasas y proteínas que cumplan con las funciones energéticas requeridas", amplía Kunik. 
El combo de Mc Donalds es gratis para todos. En Pekín, se pagaba, era como un servicio adicional. Aquí, no. Hay combos comunes y la diferencia es que hay más hamburguesas de pollo como opciones. Los helados salen bastante.
Para José Meolans, nadador argentino que compitió en los Juegos de Atlanta 1996, Sydney 2000, Atenas 2004 y Pekín 2008, lo fundamental es la dieta equilibrada: "No recuerdo cuántas calorías comía yo, pero confiaba mucho en mi nutricionista y los profesionales que trabajaban conmigo. Lo fundamental es comer sano", explica. "Al entrenar de cuatro a seis horas por día te podés dar el lujo de comer una hamburguesa sin que pase nada", opina. Sin embargo, advierte sobre repetir una mala alimentación en forma sistemática: "Con el paso del tiempo lo vas notando, pero si una semana no comiste adecuadamente, llegás al fin de esa semana más cansado que de costumbre". 
El problema se nota cuando se abandona el deporte y se mantiene la ingesta de calorías en abundancia, como si la persona conservara la identidad de atleta. "El resultado es evidente: incremento del peso corporal y desarrollo de patologías tales como la obesidad, la diabetes, la hipertensión arterial o el aumento de los valores del colesterol; todo ello se traduce en la tendencia a generar situaciones que ponen en riesgo la vida. En estos casos el atleta deja de serlo para convertirse en un paciente", concluye Kunik. 
El gran comedor olímpico se divide según las costumbres culinarias: "Europa, Mediterránea y América", "Africa y Caribe", "India y Asia" y "lo mejor de la comida inglesa".

jueves, 19 de julio de 2012

Justicia


De una u otra forma, la mayoría de los adultos estamos atravesados por la relación que mantenemos con la ley o la justicia. No necesitamos ser especialistas en la perspectiva jurídica para tener inscriptas en nosotros esas nociones. Tal inscripción nos  lleva a reflexionar sobre esos mojones en el camino, que nos ayudan a tomar decisiones, a los que llamamos valores.
¿Quién no siente horror, cuando no solo no se aplica la ley y la justicia no opera, sino también  cuando nuestros gobernantes y autoridades la evaden descaradamente? Incluso el odio puede llegar a filtrarse, por lamentable que sea, porque siendo sujetos éticos, habiendo renunciado a satisfacer una buena cantidad de nuestros  deseos, habiendo logrado convertirnos en seres que no atentan contra el semejante, la ley o la justicia, esperamos que se tome en cuenta esa diferencia, a la hora de premiar o castigar. En última instancia seguimos esperando que la sociedad sancione en la dirección de nuestra renuncia, para poder sostenerla.
Pareciera que, en la Argentina, la espera se torna ya insoportable. Resulta llamativo como la violencia se liga a la impunidad e impacta a todos los grupos sociales. Para los educadores, la falta de una mínima normatividad ética  en niños y adolescentes nos impacta especialmente. Sobre todo porque afecta tanto a los híper enseñados- aquellos que han disfrutado de todos los cuidados materiales de la educación, pero tienen padres ausentes- como a los híper humillados, los eternos destinados a los circuitos de la pobreza y la exclusión, cuyos padres también ausentes, lo están por otras causas..
Todos ellos, hijos huérfanos de padres vivos, claman por una ayuda que un Estado agotado casi no les proporciona. Ni tampoco las instituciones llamadas disciplinarias que aseguran el funcionamiento de ese Estado Nación, tales como la familia, la escuela, la Universidad o el ejército.
Esto de un Estado debilitado puede, en nuestros días, sonar contradictorio. No lo es. Puede coexistir un partido triunfante en elecciones democráticas, que se hace cargo del poder  y lleva adelante un gobierno fuerte. Pero en el marco de un Estado débil, cuyas instituciones, como acabamos de decir, no funcionan o funcionan mal. Tan mal como la democrática división del Poder Legislativo, Judicial y Ejecutivo.
 Con un Estado agotado que no provee de ayuda para encauzar el pensar de la sociedad, una escuela que no forma ciudadanos y una familia que no trasmite el valor de la ley y de los límites… ¿cómo se puede ser un niño o un adolescente hoy?
¿Cómo podemos nosotros, los maestros del cuerpo, enseñar el sentido de la regla al jugar, si los chicos desconocen la ley, ese verdadero pacto para funcionar? ¿Si tienen tremendas dificultades para comprender que la práctica de los juegos deportivos y los deportes, requieren respetar el principio de  que “así no se puede” pero de todas estas otras formas “sí se puede”?
¿No será que cualquiera que sean los saberes corporales que enseñemos, la técnica más importante que debe  atravesar todo lo que trasmitamos es aquella que permite incorporar al jugar el sentido de la regla y de la ley, en el marco del respeto a uno mismo y a los demás?
Por Mariano Giraldes

miércoles, 11 de julio de 2012

El entrenamiento funcional de los himba

Los Himba son una etnia que habita el norte de Namibia, en el continente africano. Calculo que vivían muy felices, hasta que la gente de “perdidos en la tribu” llegó para mostrar sus costumbres, tan opuestas a las de las sus visitantes. El reality trata de trasplantar una familia de Buenos Aires a una aldea africana y convivir, tratando de asimilar sus costumbres cotidianas. Los escenarios son francamente atrapantes. Pero lo que me llamó la atención, fue un capítulo en especial.
La idea era que cada familia mostrara las actividades físicas que realizaban durante el día. Principalmente los más jóvenes.
Los Himba, jugaron carreras corriendo y en mulas. Simularon luchas cuerpo a cuerpo, y saltaron , con envidiable facilidad. Era el turno de las chicas argentinas de mostrar su motricidad cotidiana.
Quiero creer que fue una idea de la producción: armaron una clase de step. Si, tal cual. Música, unas mancuernitas, cajón de plástico para las chicas, piedras planas para los himba (civilización y barbarie )y comenzó la clase. Dirigida por las improvisadas instructoras, que al decir verdad no distaban mucho de lo que vemos en la mayoría de los gimnasios. Uno , dos ,arriba del banco , abajo, todos parejitos. Los chicos africanos fueron muy respetuosos, y hacían que los rígidos movimientos parecieran un poco más sutiles y graciosos. Pero sus rostros no mentían. Y sus palabras tampoco, cuando les preguntaron si les había gustado la clase. Nooo, dijeron a coro los consultados. Incrédulos, los cronistas le siguieron preguntando. Entonces agregó: no entendí que hacía, ni para que servía, tampoco fue divertido... Me suena familiar, dije desde el sillón de mi casa. Cuantas veces lo habrá dicho algún alumno de una clase mía...? No creo estar invicto de críticas similares. Sentí cierta incomodidad solidaria con las improvisadas instructoras.
Una anécdota si se quiere, trivial, hasta graciosa, me llevó a reflexionar sobre el hacer del profesor, el alumno y cuál es el producto final de esa interacción en la actualidad. Y creo que hay algunos puntos sobre los que tendríamos que repensar nuestra labor como docentes:
-La corporalidad de los Himbas: más auténtica y real que la de la mayoría de los habitantes de las grandes ciudades. Sus juegos son realmente “funcionales”a las tareas que realizan durante el día. Cuidar el ganado, transportar cargas, hacer grandes distancias a pie, competir en el juego de seducción del sexo opuesto, defenderse. ¿Para qué subir y bajar un escalón cientos de veces , si el ámbito es una llanura casi exasperante. Tampoco los divierte llevar pesitas insignificantes, cuando lo que necesitan es levantar un cuenco con diez litros de agua sobre la cabeza (lo hacen las mujeres, en teoría el sexo débil) Y cuando se recrean, no olvidan ni el ritmo ni la danza.
Nuestras clases quizás deberían contemplar esta racionalidad, y prepararnos para la proeza de estar cuatro horas sentados frente a una pantalla, no caminar más de cien pasos por día y tener al alcance de la mano, mas alimento del que necesitamos.
-La globalización del movimiento: las chicas porteñas mostraron una clase inspirada en un modelo calisténico americano, actualizada a través de un rítmo pop latino pegadizo, en una aldea africana. ¿Qué mezcla no? –Entonces ponemos un tango y listo- argumentaría alguien en un intento de simplificar la cuestión. Podría ser o no. No creo tener una respuesta definitiva. Pero sería un buen punto de partida, reflexionar como absorbemos acríticamente, profesores y alumnos, las modas y tendencias con que la industria del fitness nos inunda día a día, convirtiéndonos en damnificados de las más variadas irracionalidades.
-La rigidización del fitness:  acudimos a una excesiva simplificación de las sesiones, que no enriquecen la motricidad del alumno. Se priorizan los elementos supuestamente novedosos, tal vez para darnos cierto aire de actualizados, limitando la riqueza y sutileza de movimiento del alumno. Y muchas veces lo que es peor, su significación. Si a esto le agregamos el sedentarismo cotidiano, producto de los cambios tecnológicos, en un tiempo no muy lejano, la relación entre el cuerpo y el movimiento, será otra, e intuyo, mucho más pobre.
Ante tanto marketing, métodos y sistemas, quisiera rescatar la lección de los himba. Sus cuerpos en movimiento, hablan por si mismos. Armonía, eficienciencia,y elegancia, son atributos que cualquier docente desearía lograr en sus clases. Ellos lo logran, y encima, se divierten.

El autor, Miguel Ordoñez es Profesor de Educación Física y vive, actualmente, en Rosario.