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martes, 28 de diciembre de 2010

"Todos debemos responder ante lo que vemos en la pantalla silenciosamente", dice el autor y nos recuerda ese dicho africano que reza: "Detrás de la educación de un niño está toda la aldea".
Por más interés aparente que despierte el tema de la educación en el país, sobre todo luego de episodios como el informa PISA, poco va a conseguirse si no se comprende que es el Estado como mega institución, y todas las otras instituciones que lo caracterizan ( la familia, las empresas, la universidad, las iglesias, los sindicatos, las ONG), las que deben estar verdaderamente convencidas del valor transformador de la educación.
No olvidemos que Jaim Echeverry, en su libro "La tragedia educativa", de edición no tan reciente, aseguraba que la verdadera tragedia de la educación argentina consiste en que los argentinos.....no estamos verdaderamente convencidos del valor de la educación.
Al leer el tiempo de permanencia de los chicos argentinos ante la pantalla de TV, recordemos que, además, ellos, en un 90 %, tienen manejo de un teléfono celular. De manera que la pantalla de la televisión, no es la UNICA pantalla ante la que se reflejan permanentemente. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), están grabadas indeleblemente en el cuerpo de niños, adolescentes y jóvenes.
Mariano Giraldes

EL AMARGO TRIUNFO DE TINELLI
Es asombroso el desequilibrio. Sobre el programa de Marcelo Tinelli hay una abundancia de discursos acerca de las peleas, los personajes y las imágenes. Pero no se oye casi nada en los medios acerca de su impacto educativo. Quizá lo más aplanador de su efecto sea anular la respuesta educativa con una saturación del show como algo "natural" e "inevitable".
Esta nota busca responder a ese desequilibrio con testimonios de decenas de docentes entrevistados en una investigación que conduje recientemente en el conurbano bonaerense. Según los docentes, los efectos de la "maquinaria Tinelli" sobre el sistema educativo son devastadores. Una maestra lo resumió así: "Tinelli me venció. Tengo que decirlo, no voy a bajar los brazos, pero la pelea ya la perdí".
Los docentes señalan efectos directos e indirectos del fenómeno Tinelli: niñas de 8 años bailando sensualmente en el mástil de la bandera; una gran proporción de alumnos que se acuestan diariamente a las 12.30 para ver el show y llegan dormidos a la escuela; cambios en el lenguaje, cada vez más rudimentario y agresivo; incontables horas escolares en las que los alumnos comentan solamente las novedades de Tinelli, como si nada más existiera en sus vidas.
La lógica del programa lo dice todo. La fama como valor sin ningún esfuerzo, mérito o respeto; la arbitrariedad payasesca del jurado y las reglas cambiantes y "arreglables" del concurso; el maltrato y la agresión como forma de rating-relación; la exposición de la intimidad como método de venta. Casi podría decirse que este conjunto de valores parece un "anticurrículum", un verdadero reverso de la escuela deseada. ¿Quién querría que la escuela eduque en estas lógicas? Pero incontables padres dejan que sus hijos se adapten a estos valores diariamente.
A esto hay que sumarle el negocio. Millones de personas entregando sus escasos recursos en una competencia mediática por teléfono. Una verdadera máquina de recaudar que deja migajas en los "sueños" y frivoliza las problemáticas sociales reales que están detrás de los más necesitados.
Si Tinelli es un eje concéntrico de la TV argentina, basta ver algunas cifras para palpar sus efectos educativos. Según la última encuesta de consumos culturales del Comfer, el 95% de los niños de 6 a 13 años ve más de dos horas diarias de TV; el 36,5% ve de dos a cuatro horas diarias; el 41,2%, de cuatro a ocho, y el 17,5% ve ocho o más horas de televisión por día. Es decir que más de la mitad de los chicos pasa más horas frente a la TV que en la escuela. Una encuesta de la Fundación Telefónica indica que más del 50% de los niños lo primero que hacen al llegar a la casa es prender la TV, y que el 49% hace los deberes mirando la TV, las cifras más altas entre siete países de América latina.
Es necesario discutir este modelo cultural de sociedad. Los canales de TV tienen una responsabilidad educativa, no todo puede hacerse en nombre del negocio. Los auspiciantes son cómplices y pueden elegir el cambio. La política educativa debe seguir respondiendo con fuerza como con los canales Encuentro y Paka Paka, ejemplos de contenidos educativos, pero también debe abordarse la capacitación de los docentes para hacer lecturas críticas de los medios. Los padres también tienen un rol clave en definir las pautas culturales y las prioridades en los consumos de sus hijos.
No podemos escuchar más a un docente decir que Tinelli lo venció. Todos debemos responder ante lo que contemplamos en la pantalla silenciosamente. En ese silencio se forma la cultura dominante, nunca antes tan banal y tan cínica. En estos días de "tinellización" de la realidad, se juega buena parte del destino educativo. Esto debería asombrarnos, para despertar del letargo y responder con armas educativas y éticas, que hoy parecen "contraculturales".

Axel Rivas para LA NACIÓN. El autor es director del Programa de Educación del CIPPEC

miércoles, 22 de diciembre de 2010

S.Sinai , en "La sociedad de los hijos huéfanos" , (2008) dice que "existe un modelo social que se alimenta de manera perversa de nuestros hijos. Ellos viven la peor de las orfandades: ser hijos huérfanos de padres vivos. Y lo son por el abandono en que los hijos viven".
Si se "trabaja " de padres, hay que comprender dos cosas:
1. Los hijos vienen al mundo a desarollar su propia vida; no a transformarse en un proyecto de sus padres.
2. Cuando se es padre no puede haber deserción, ausencia ni abdicación.
Lo malo es que por injusticias sociales o por búsqueda exagerada de objetivos materiales, numerosos padres se han transformado en hologramas parentales.
No les pasa desapercibido. Muchos sienten culpa por tal abandono. Tienden entonces a olvidar el derecho de sus hijos a crecer con límites, encuadrados en valores que se transformen en virtudes, con nociones de sus responsabilidades y del principio de causa efecto que reza: ante determinadas acciones corresponden efectos que muy bien pueden convertirse en sanciones. Tanto los niños como los adolescentes,tienen que aprender a hacerse cargo de sus errores.
El artículo de Miguel Espeche trata de éste actualísimo tema.
Mariano Giraldes

El autoritarismo de los hijos
La reflexión acerca de lo que es la autoridad de los padres a la hora de criar parecería un campo minado. Su abordaje no es un ejercicio fácil, dadas las reacciones virulentas que el tema despierta y las susceptibilidades que surgen al hablarse de sus alcances.
De hecho, es habitual que al hacer alguna mención de la autoridad y sobre la necesidad de su ejercicio a la hora de criar y educar se aclare primero, antes que nada, que no se es autoritario. En esos casos se debe decir una y mil veces, por las dudas, que se está lejos de querer replicar aquellas viejas épocas en las que muchos (no todos) abusaban al ejercer su rol de conducción en el campo de la familia, la docencia o la organización política de un país. Hoy, para hablar de autoridad, convengamos, casi hay que pedir perdón.
De tanto custodiar a padres y docentes para que no ejercieran su función desde el autoritarismo, ha habido una superlativa distracción por parte de los "vigiladores" de turno, y eso ha permitido que ese autoritarismo, lejos de desaparecer, sencillamente cambiara de lugar.
Hoy, los autoritarios son los chicos, mal que les pese a ellos mismos. En las casas y en los establecimientos educativos, los hijos y los alumnos tienen pocos referentes que den matiz y cauce a sus deseos, a los que han transformado en derechos. Es decir: el autoritarismo ha cambiado de lado, pero no ha sido erradicado del paisaje, algo que saben bien los padres que sucumben a los deseos e impulsos de sus hijos sin saber cómo ejercer la conducción que les compete. Se trata de padres llenos de culpas y conceptos confusos alrededor de un estilo de crianza más preocupado en no repetir viejos errores que en generar aciertos, sean estos antiguos o novedosos.
Los docentes también saben del peculiar derrotero del autoritarismo actual, ya que ven día tras día mermada su capacidad de gestión al diluirse su rol de conductores de la experiencia educativa. Quedan, así, a merced de chicos que, sin duda, añoran, allá en su inconsciente, los tiempos en que los de su edad eran eso: chicos, y no seres que han tomado el poder (o, mejor dicho, se les ha dado ese poder, aunque no lo hayan pedido), sin saber ni remotamente qué hacer con él.
Una vez más, se ha confundido la función con su mal uso. Nadie prohibiría el abecedario porque a veces con las letras que lo integran se escriben mentiras o agravios. Nadie tampoco eliminaría las rayas de cal que delimitan una cancha de fútbol porque "reprimen" la creatividad de los jugadores. Nadie, tampoco, agrandaría el arco (o, más aún, lo suprimiría) por el hecho de que algunos chicos son pataduras y se frustrarán al no conducir la pelota, patada mediante, a la red. Muerta la autoridad de la línea de cal o de los postes; muertos el deporte y la intensidad vital que surge de los obstáculos que posibilitan el despliegue de las habilidades y la toma de conciencia acerca de la fortaleza de los propósitos.
La forma de ejercer la autoridad es materia de opinión, sin duda, y ha sido objeto de grandes transformaciones a lo largo del tiempo. Pero lo que se percibe hoy no es tanto una discusión en ese sentido, sino que se tiende a su supresión como categoría existente: es la existencia misma de la autoridad lo que está puesto en tela de juicio. Y cuando se pretende suprimir autoritariamente la noción de orden y la diferenciación de funciones para emparentarlos a conceptos negativos, lo que se produce es una gran confusión.
La autoridad permite a los hijos crecer. Esa es la primera y esencial distinción que se puede hacer respecto del autoritarismo. Mucha autoridad no se transforma en autoritarismo, ya que ambas palabras se refieren a cosas muy distintas. La autoridad es como un tutor que apuntala el crecimiento de la planta; es como un faro que ilumina y ofrece referencia en la noche a los navíos que buscan su mejor derrotero; es como una palabra que señala un camino donde antes había desierto. Las imágenes que la representan se agolpan y remiten a situaciones que hacen bien.
De hecho, y a modo de ejemplo, la autoridad inapelable de la ley de gravedad no puede ser modificada, a tal punto que sólo pueden volar aquellos que, en realidad, más que transgredirla, la han conocido cabalmente y han desentrañado sus secretos. En función de sus preceptos (y se reitera: no transgrediéndolos), el hombre ha podido fabricar aviones, que son fruto del estricto acatamiento a la autoridad de esa ley que marca nuestro estar en el planeta.
El autoritarismo, en cambio, es violencia. No porque se grite al ejercerlo o porque genere temor, sino porque en su espíritu late la intención de transformar al otro en objeto. El autoritarismo es camorrero; pretende instaurar el orden absolutista del impulso propio suprimiendo al otro. Algo muy diferente de lo que la autoridad propicia: hacer crecer, que se despliegue el potencial del hijo hacia su mejor expresión, cumpliendo con lo que se debe hacer para tal fin.
Hay un mito setentista que dice que allí donde una estructura es destruida, espontáneamente vendrá otra en su reemplazo. Se trata, justamente, de eso. Un mito que nunca fue corroborado por la realidad, pero que ejerce efectos poderosos en nuestra cultura. La idea es que, al romperse los diques "represores" que atan las fuerzas impetuosas que bullen en el interior de las personas, el mundo instintivo tomará el lugar de esos diques y logrará por sí mismo una autorregulación en todos los aspectos. En la práctica, esta idea deja en la orfandad a los hijos que, presos de ese mito, no encuentran cómo dar un mínimo cauce a esa energía maravillosa con la que cuentan, que, así las cosas, termina derramándose hacia la nada.
Ese mito ha hecho estragos. Ha influido en la deserción de muchos padres respecto de su rol; al ser la vida un deporte consistente en "romper estructuras" (nunca mejorarlas o generarlas) para lograr la felicidad, la libertad y la creatividad, la paternidad deja de tener una razón de ser. Así, nacen los "padres piolas" (y sus versiones más modernas) que, en realidad, más se parecen a los antiguos (o no tan antiguos) tíos y tías solteros que llegaban a la casa de sus sobrinos para complicar la vida de los padres, al propiciar la ruptura de las reglas con las que trabajosamente estos iban educando la conciencia de los chicos.
Cuando un chico busca límites, lo hace porque a través de ese límite encuentra al "otro" y se siente menos solo. Cuando ese "otro", al desertar de su función, se esconde, el chico eleva la apuesta para encontrar "eso" que está más allá de él, a fin de salir de esa soledad abismal que padecen muchos de los chicos llamados "caprichosos".
La autoridad de los padres se puede mejorar, pero no abolir. Tiene rostros tiernos y rostros ásperos. Tiene su versión femenina, más empática y nutricia, y su versión masculina, más legislativa y marcada. Sus dimensiones son muchas, pero todas ellas dan cuenta de la diferencia entre los adultos y los chicos, diferencia que indica que los padres saben más de la vida que sus hijos y que, en función de ese saber, marcan la cancha de los mismos "suficientemente bien" como para que el partido sea jugado en plenitud.
Se deberá señalar y hasta castigar el abuso y el desamor que, en nombre de la autoridad, se ensañan con la fragilidad de los chicos. Pero cuando se es padre o madre, es inevitable ser "el dueño de la batuta" en el hogar, para que todos los hijos puedan tocar su propio instrumento en plenitud y con vitalidad. Y, también, en comunión con los otros. Así, la sinfonía sonará de la mejor manera y para la felicidad de todos.
Miguel Espeche para La Nacion del 17 de diciembre de 2010.
El autor es psicólogo, especialista en vínculos familiares. Su último libro es Criar sin miedo

viernes, 17 de diciembre de 2010

EL CARISMA

Acabo de recibir , el CV de una profesora que no conozco. Entre sus antecedentes, ubicaba una descripción de sí misma que me parece interesante analizar:

“Me encanta lo que hago, cuido a la gente, soy carismática, tengo buena presencia, siempre estoy a la búsqueda de algo lindo de adquirir y, sobre todo, tengo buena onda.

Tal descripción invita, creo, a interpretaciones diversas. Pero voy a referirme solamente al carisma del cual se dice poseedora la profesora, dado que dicha adjudicación, en temas pedagógicos, siempre me ha parecido digna de análisis.
En el lenguaje cotidiano, carisma parecería ser una especie de magnetismo personal. El Diccionario de la Real Academia Española lo explica como: “Especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar”.
K.Mortensen, en “El poder del carisma” (2008) dice: “No es confianza, entusiasmo o personalidad, aunque estos elementos pueden ser una parte del todo. El carisma se evidencia cuando los sentimientos son trasmitidos en su forma más acabada a otra persona. El carisma no se diluye ni se disfraza. Es un sentimiento básico: es el traspaso de energía y pasión puras a otra persona”
Tales aproximaciones permiten plantear algunos interrogantes:
· ¿Deben los maestros del cuerpo poseer una especial capacidad para atraer o fascinar a sus alumnos?
· ¿Deben estar bendecidos por un magnetismo personal para enseñar?
· Al estar la mayoría de los alumnos impregnados de la lógica de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación),… ¿requiere el maestro de dosis elevadas de atracción y fascinación para tener alguna posibilidad?
· ¿Un maestro carismático es más o menos capaz de formar hacia la autonomía, la libertad corporal y lúdica y la creatividad?

El riesgo de trasladar conceptos de un campo a otro
Extrapolar conceptos de valor en un contexto a otro territorio es riesgoso. Que en la política vernácula y en el mundo empresarial, se requieren líderes carismáticos, nadie parece dudarlo. Lo malo es que, por extensión, en las instituciones dedicadas a cualquier forma de enseñanza corporal, se suponga lo mismo. Eso explica porqué la profesora hace referencia a su carisma.
Pienso que en el mundo del fitness ha dado en llamarse carisma a lo que no es otra cosa que pasión por enseñar. Confundir ambos términos puede conducir a intentar fascinar y seducir desde la plataforma, cuando lo que está haciendo una falta inmensa es maestros capaces de transmitir nuevos significados en torno a lo corporal.
En cuanto a los líderes, en ciertos ámbitos de desempeño, no solo son aceptados, sino que son fervorosamente requeridos. En cambio, en cuestiones educativas muchos defendemos el axioma que dice:
“En una sociedad democrática hay que enseñar a prescindir de los lideres”.
(Y más de los caudillos, agregaría yo).

¿Qué habilidades poseen los líderes carismáticos?
Lideres que poseen ciertas habilidades, se los considera carismáticos. D, Nadler y M. Tushman en “Liderazgo y cambios organizacionales”, (1990), consideran que esas habilidades son:
· “La de crear la visión de un futuro deseable para la empresa que genera entusiasmo y con la cual es posible identificarse y comprometerse.
· La de motivar e inspirar para la acción a los integrantes de la empresa
· La de facilitar la acción mediante su habilidad para escuchar, comprender y compartir los sentimientos de los miembros de la organización y demostrar su confianza en que éstos superarán los desafíos que enfrenten”.
Los líderes carismáticos no son unánimemente aceptados
Hay autores que insisten en que los seguidores juegan un papel fundamental en el otorgamiento de la categoría de líder carismático y que su carisma dice más acerca de aquellos que de éste. En forma más o menos velada, opinan que hay personas y grupos más influenciables, más manipulables.
Por lo tanto, el liderazgo carismático parecería, inclusive, tener su lado oscuro. Por ejemplo:
· El de exagerar la influencia que un profesional carismático pudiera tener en el desempeño de un grupo u organización, al simplificar con su intervención, los esfuerzos grupales necesarios para llegar a los resultados esperados.
· El de la búsqueda de un candidato carismático para solucionar problemas que se originan en otro lado.
· El de utilizar criterios estrechos para seleccionarlo, dejando de lado a otros candidatos también adecuados, pero carentes de un carisma que no se sabe muy bien que es. Habría que recordar que una dosis grande de histrionismo- esa capacidad de montar en la vida cotidiana escenarios permanentes de actuación- y una cierta posibilidad de fascinar con la palabra, pueden llevar a caer en manos de manipuladores, tóxicos para todo el mundo.
· El de desestabilizar las organizaciones de enseñanza o empresariales como consecuencia de las exigencias y decisiones de tales líderes.

MORTENSEN K: Carisma Power. Provo. 2008.
NADLER D, TUSHMAN M: Leadership and Organizacional changes. Californian Managment Review. 1990.

viernes, 10 de diciembre de 2010

SAPO DE OTRO POZO

Una vez más, un trabajo práctico de la Maestría en Educación Corporal de la UNLP, de la profesora Adriana Rovella, me resulta especialmente interesante. En este caso porque Adriana no es profesora de educación física y sus búsquedas en torno a lo corporal, han transitado otros caminos que aquellos que suelen ser más habituales entre nosotros. Además, "en tiempos de todos contra todos", su disposición a escuchar otras interpretaciones, aprender y disfrutar de ellas, está señalando una apertura muy significativa hacia otros códigos, otros lenguajes y otras teorías.
Es que una apertura semejante ayuda a alejarse de los fundamentalismos, amplía la mirada y evita "casarse" con una teoría para toda la vida.

Antes de empezar a cursar el seminario pensé que me iba a sentir como “sapa de otro pozo”; es que “lo corporal” es vasto, está superpoblado de propuestas, y si bien he incursionado en algunas de ellas, en las específicas de las Gimnasias, mis experiencias se remontan a los lejanos tiempos de las escuelas primaria y secundaria y algún pasaje fugaz de pocos meses seguidos, y con bastante espacio entre medio, en un gimnasio, con sus características “rutinas”, que sobrellevaba más por obligación que por gusto. Nunca me convencieron.
Mis búsquedas, mis gustos, mis experimentaciones estuvieron orientadas hacia otras maneras de hacer y decir desde, con el cuerpo: Danza Clásica, Música, distintas técnicas de Danza Contemporánea, Danza Teatro, Expresión Corporal…hasta encontrarme hace más de treinta años con la Sensopercepción, la Gimnasia Conciente, la Eutonía que convertí en mi camino de vida. En cada una fui pudiendo desplegar mis capacidades corporales, creativas, emocionales ya que trabajar con/ desde el cuerpo y bailar me produce un inmenso placer, una gran felicidad.
A medida que transcurría el seminario sentí que estaba transitándolo y que estaba siendo invitada y muy bien recibida a ese “otro pozo” que tanta curiosidad y temor me daba. Sentí que podía ser una visita oportuna, que podía integrarme, que se me facilitaba la integración y que como cada una y cada uno de los participantes, era tenida en cuenta de una manera especial. Las clases, los encuentros eran para todos y a la vez para cada uno.
Me fui enterando, y “dando cuenta” que esta modalidad tenía que ver con la propuesta. ¡La coherencia en marcha!.
“Todo suma” es un aspecto del seminario que me llevo, la habilitación para posibilitarnos desde nuestros recorridos y formaciones rescatar, seleccionar, elegir aquello que consideramos más valioso, consistente, coherente, también aquellas propuestas que han significado desafíos, que nos han planteado dificultades, interrogantes, han sido motivadoras para seguir adelante.
Del “todo suma” rescato la importancia de la experiencia vivencial, pienso que no hay teoría que de cuenta cabalmente del desarrollo de las experiencias y experimentaciones de y en las prácticas corporales, generalmente son “decires” más o menos fundamentados, que al pasarlos a la palabra y “diseccionarlos” en explicaciones a veces técnicas, a veces científicas, producen otra cosa, lo que se dice es otra dimensión de lo que se hace, aunque sea una verdad de Perogrullo; frecuentemente nos encontramos con relatos que fuerzan sus contenidos en pos de un sentido de las acciones. Quedarse con, en los discursos, en los textos que hablan de las prácticas, es encorsetarlas, encerrarlas, limitarlas, coartarles el movimiento, la expansión, la intensidad que cobra cada acto, cada ejercicio, cada gesto en cada persona, con su propia experiencia.
Valoro y rescato también esa escucha, esa mirada, esa posición atenta, analítica y práctica de las prácticas; leer a los autores, a las técnicas a la vez que verlos en movimiento, recibiéndolos a través de sus discípulos, pasando por nuestros cuerpos sus propuestas. La transmisión de esas prácticas, que alguien nos las cuente, nos las represente, nos invite a probarlas, fue generando un continuum a modo de un donar movimientos, que al recibirlos se transforman y propician nuevas posibilidades para ofrecer, recibir, recrear.
Se nos planteó, y pudimos vivenciar, del maestro del cuerpo su formación, su estado, disponibilidad, ductilidad, acorde, coherente a una ética, que en esta construcción personal-profesional pueda ir encontrando maneras de armar el propio proyecto pedagógico; atento y respetuoso de sus propias posibilidades y las de sus aprendices, considerando sus posibilidades y necesidades. Esto, entiendo y comparto, implica una formación permanente del maestro, fuera y dentro de los ámbitos de intercambio pedagógico, en una actitud activa de aprendizaje, responsable, haciendo con/desde el cuerpo, pensando, estando atento durante y a partir de ese hacer, considerando en las prácticas, también teorías, reflexiones, sentires.
Esta actitud supone un estado de máxima atención y recepción de aportes y recursos también de otras disciplinas para integrar a la propia propuesta.
Hubo una invitación que acepto a orientar las prácticas al cuidado de la salud, al bienestar.
La modalidad de llevar a cabo los ejercicios con atención y respetando las posibilidades de cada uno, si bien me resulta familiar, habitual en mi trabajo personal y ejercicio profesional me pareció novedosa en este ámbito de trabajo, -donde es frecuente escuchar que las “ejercitaciones” se ofrecen como repeticiones mecánicas buscando más ciertos logros que un hacer a conciencia, más una imitación de un modelo que un respeto de los propios procesos-, propiciando en el aprendiz la “construcción de sentido”, que puedan significar aportes para la formación de su propio “proyecto autogestor”.
Dicha modalidad, al estar en otro contexto, me significó una puesta en cuestión y un enriquecimiento, también aquí para mí estuvo presente la observación de los hábitos – ¡los míos!, la revisión, el análisis de las posibilidades de la vida cotidiana y el encuentro de nuevas formas de hacer, pensar, decir, sentir.
Durante las clases de práctica específica como aprendiz “urgente” de Gimnasia Síntesis
me encontré haciendo una variedad de “ejercicios”, movimientos en distintas posiciones del cuerpo en el espacio, teniendo en cuenta fuerza, flexibilidad, tonicidad, movilidad articular, resistencia, intensidades, ritmos, de a dos, en pequeños grupos, todos a la vez, y también cada cual en lo suyo, también encontré el permiso, la habilitación para no hacer cuando me sentí cansada o encontraba que por alguna razón alguna ejercitación me era inconveniente. Clases prácticas, por el propio hacer y por la posibilidad que se tornen prácticas para las necesidades y posibilidades de cada uno; creativas, encontrando que el maestro enriquecía su propuesta tomando de los aprendices algún movimiento, un ritmo, alguna dificultad para transformarla en una variante posible; entretenidas a modo de “cosa jugada, no juzgada”. Al encontrarnos con el esquema de clase, los distintos momentos tenidos en cuenta tenían su registro en el cuerpo, los estiramientos, los movimientos más ligeros y sostenidos, el uso de la fuerza y la resistencia, la vuelta a la calma estuvieron presentes. Las preguntas sobre las acciones, cómo hacemos lo que hacemos, desde dónde, con la posibilidad de la atención allí, incorporando a las prácticas acciones de la vida cotidiana de los aprendices, sus posibilidades y dificultades, para trabajarlas.
La planificación de las clases, con una organización dinámica, para ser experimentadas en los distintos ámbitos donde desarrollamos nuestras tareas docentes; la invitación a extraer de las distintas corrientes propuestas para armar una buena clase hoy en las escuelas, los clubes, los gimnasios, los “estudios” como nombramos algunos nuestros espacios, con distintas personas, distintos grupos, fue una invitación a interrogarnos cómo hacemos posible, coherente, honesta nuestra práctica, cómo llegamos a cada integrante de un grupo para que cada cual se lleve recursos, haciendo que la experiencia pueda ser significativa, que le permita a la persona identificar su sentido, que los contenidos sean un aporte para su formación como sujeto.
Me fui encontrando “como pez en el agua” en un espacio de enseñanza, aprendizaje, formación, con saberes circulando, desde el movimiento, desde los sentires y decires, con reflexiones, preguntas, intercambio y mucho estímulo para seguir adelante en mis propósitos.
Muchas gracias!

jueves, 2 de diciembre de 2010

LA TRIBU DE LA EDUCACIÓN FÍSICA. .

Pro y contra de los comportamientos tribales.
A muchos de nosotros, sobre todo a aquellos que nos formamos en privilegiados tiempos de estudiantes internos, la palabra tribu nos llena de recuerdos. Para el lector no familiarizado con el tema, le cuento que todos los alumnos del profesorado pertenecíamos a dos tribus distintas: los churos y los huaynas. De esos recuerdos que atesoro, algunos son para mí, excelentes; otros no tanto.
Pero no me propongo hablar de esas calidades supuestas o imaginadas. La memoria es todo aquello que uno decide recordar. Y lo que cada uno recuerda de su juventud- y lo que prefiere olvidar- admite grandes variaciones.
Voy entonces a dejar a churos, huaynas, caciques, bautismos y padrinazgos que descansen en el arcón de los recuerdos. Para analizar únicamente si nuestra herencia institucional, oficial y extra oficial, nos impulsó hacia comportamientos y simbolizaciones más tribales que de ciudadanos.

Una visión del mundo
Cuando alguna vez usé la expresión “tribu de la Educación Física”, lo hacía más como ironía. Más en tono de broma, para señalar códigos comunes, que como categoría que implica “una verdadera visión del mundo”.
Hasta que me puse a pensar, o sea a “pesar” un poco más en serio esto de las tribus y llegué a dos o tres conclusiones que quiero compartir:
· La más plena manifestación de la idea de pertenencia es la tribu. Es, además, la forma de reunión que prevaleció durante la mayor parte de la historia de la humanidad. De hecho pertenecer a la tribu, es una situación total y abarcadora. Vuelve inexistente cualquier otra alternativa en vez de combatirla o denigrarla.
Así, por ejemplo, si a la mayoría de nosotros, una persona que no nos conoce, nos pregunta:
- ¿Vos qué sos?
- ¡Soy profesor de Educación Física!, contestaríamos.
(Puede que alguno conteste que es un ser humano, pero no lo creo).
· Es que el modo de pertenencia tribal proporciona la totalidad del conocimiento acerca del mundo y de nuestro lugar en él. Se nace como miembro de la tribu y se muere como tal; en el intervalo se adoptan y se descartan una serie de identidades estrictamente definidas: uno se recibe de Licenciado en Ciencias de la Educación, en Kinesiología, Medicina, Derecho o Gestión Educativa, pero siempre se ES profesor de Educación Física.
En la vida de la tribu, las cosas pueden salir bien o mal; rara vez son ambiguas. Y no lo son por la simple razón de que la visión del mundo que compartimos, no incluye la posibilidad de una vida fuera de ella. Por lo tanto, no hay elecciones existenciales que nos compliquen el panorama. Podemos llegar a brillar o fracasar en otro campo, pero siempre vamos a suponer que casi todo lo que merecía ser aprendido, lo aprendimos con la tribu.
La modernidad augura el final de totalidades tan completas como las tribus y, por lo tanto, también esa clase de visión del mundo tan coherente de todo miembro de la tribu. Las totalidades sociales modernas- y ni hablar de aquellas de la modernidad tardía- carecen de la cohesión típica de la tribu.
También por esa desaparición inevitable, cuando nos reunimos con los “indios” de nuestra promoción, nos dedicamos prolijamente a ponernos nostálgicos. Repetimos una y mil veces las mismas historias, que siempre parecen asegurarnos que todo tiempo pasado fue mejor. Probablemente haríamos bien en suponer que todo tiempo pasado fue anterior. Pero tal acomodación no suele ser frecuente.
Por eso también, las amistades que se tejieron en el profesorado, salvo excepciones, se mantuvieron de por vida.
· La tribu solía disponer de otro privilegio, bastante expoliado a lo largo de la historia: el de ser dueña única del terreno, cosa que ni la Nación ni la República disponen. En el profesorado de Educación Física de San Fernando, en el cual estudiamos muchos de nosotros (y lo siguen haciendo centenares de otros jóvenes), el asunto del territorio era notable. Existían, claro, los espacios institucionales tales como aulas, pistas, canchas y gimnasios. Pero el territorio de las tribus, de los churos y los huaynas, comenzaba en el parque y, ya contra la vía del ferrocarril del Bajo, se transformaba en frontera en la cual terminaba la institución y las prohibiciones institucionales.
En el lago que comenzaba después de la vía y el río en el que desembocaba el lago, el espacio se convertía en el reducto tribal por excelencia. En el reinaba la regla, pero no la ley. Lo instituible pero no lo instituido. Se podía criticar a los profesores y al director, fumar, tomar vino, añorar a las novias y las familias, fantasear sobre mujeres e imaginar futuros admirables.

¿Qué nos impulsa y qué nos demora de esa mentalidad tribal?

La nostalgia, creo, es una especie de reminiscencia- o suave tristeza- por un bien perdido. Puede servir cuando impulsa a tratar de mantener lo mejor, aquello que no envejece, lo digno de no desaparecer. Pero también puede enlentecer la marcha hacia prácticas y discursos renovados.
Así por ejemplo:
· Nuestro territorio simbólico es el del cuerpo y aquellos saberes del mismo, dignos de ser transmitidos por la cultura. En el, nadie debería “pisarnos el poncho”. Sin embargo, el saber oficial sobre el cuerpo es el saber médico. Bien haríamos en revisar la ecuación y con la lógica tribal luchar por nuestro territorio, en peligro de ser invadido por teorías y prácticas provenientes de otros campos disciplinares.
· Los códigos tribales, tan firmemente establecidos, incluían solidaridad, vínculos afectivos estables, espíritu de cuerpo, respeto por las costumbres, por las leyes, por los demás y por los “ancianos de la tribu”. Todo un mundo de valores bastantes caídos en desuso.
Pero, en ocasiones, se nos vuelven en contra. Muchas veces damos clases en contra turno, fuera de las instalaciones escolares porque ellas suelen ser inadecuadas para nuestras prácticas, alejados de las miradas y la escucha de otros colegas y lejos de toda forma de supervisión. Inclusive, en los afortunados colegios en los cuales existe un Departamento de Educación Física, éste se encuentra alejado de las otras aulas, con lo que el aislamiento y la sensación de “diferentes” se acentúan. Y nos dificulta los vínculos con los otros maestros, los padres y autoridades que siguen teniendo una versión adulterada de nosotros, de la disciplina y de su importancia en todo planteo educativo.
· Por ser el único enclave de vida, con la solitaria muerte como única alternativa, la tribu podía arreglársela sin ideología, adoctrinamiento o propaganda, cosas de las cuales una Nación no puede prescindir. Las tribus no necesitan del “tribalismo”, en cambio, la Nación necesita para constituirse al menos de un acuerdo de los ciudadanos para recordar ciertas cosas y olvidar otras. La tribu era una realidad, se vivía de acuerdo a valores, pero no era un valor en sí misma. Si la noción del credo de lo nacional desea ser una realidad, debe transformarse en un valor. Requiere de esfuerzos cotidianos de los ciudadanos para que de verdad sea como sugería Ernest Renan, un plebiscito diario, un acuerdo constante. (Esfuerzo que los argentinos no parecemos nada dispuestos a realizar).
Para poder reclamar una lealtad única o suprema, que supere a todo otro compromiso, tal la de los indios con su tribu, la Nación debe atribuirse explícitamente el lugar que ocupaba ella. Lugar que no había necesidad de explicar: sencillamente porque el tema de la sangre, del suelo y de la historia compartida lo explicaban suficientemente.
Probablemente por estas diferencias entre tribu y Nación, por ubicarnos simbólicamente más como “indios” que como ciudadanos, a los maestros del cuerpo nos cuesta tanto entender la trascendencia política de nuestra tarea. No cuesta entender que si bien transmitimos los saberes corporales de siempre, aspiramos a una verdadera transformación de las relaciones que se tejen entre los seres humanos. Lo que es verdaderamente revolucionario. Palabra ésta última que puede sonar exagerada; excepto que se acepte que hoy, el concepto de revolución puede entenderse de manera muy distinta a la manera en que la entendían los revolucionarios de los 70. Ya no es cuestión de boina y metralleta. En un mundo globalizado, las revoluciones, probablemente, ni siquiera alcanzarán extendida trascendencia.
Habrá que “conformarse” con revoluciones a escala mínima, más cercanas a lo posible. Posible hoy, que la idea de progreso constante ha sido abandonada como utópica, es ayudar a construir un mundo más habitable. La educación es apenas una herramienta para cambiar la sociedad. Pero no es la única herramienta. Cambios locales, comenzándolos desde el lugar que uno habita, desde nuestras mismas prácticas como maestros, pueden ser suficientemente innovadores y podrían actuar extendiéndose, tal como el efecto de la piedra en el estanque. Inmovilizarse por la incertidumbre, la falta de certezas, el escepticismo, la irracionalidad, el consumismo desaforado y el ocaso de los afectos, todos esos síntomas que marcan un clima de época, es fracasar en la tarea de educar a través del cuerpo. No deberíamos subestimar las posibilidades de un grupo de personas decididas a hacer las cosas bien. Dispuestas a no dejarse derrotar por el poder político, el económico o de los mercados En ese intento, la cohesión y el espíritu tribal pueden significar una gran ayuda.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Hay individuos obesos de peso normal

Según los especialistas, es la calidad y la distribución del tejido graso lo que determina el riesgo metabólico, no sólo la cantidad.

Por momentos, las sesiones del X Congreso de Obesidad y Trastornos Alimentarios, que acaba de finalizar en la ciudad de Mar del Plata, alcanzaron profundidades filosóficas. "¿Qué es la obesidad? ¿Qué es ser obeso? ¿Es lo mismo ser obeso que estar enfermo de obesidad?", se preguntaron los especialistas en una de las conferencias que inauguraron las jornadas. Las respuestas no resultaron tan sencillas ni obvias como podría imaginarse.
Todo un cúmulo de investigaciones está indicando que, cuando hablamos de salud, no basta con alcanzar el dorado galardón de "peso normal" que determina el índice de masa corporal (peso dividido por el cuadrado de la altura). Hay personas pesadas y, sin embargo, con mejor salud metabólica (es decir, niveles adecuados de colesterol y triglicéridos en sangre, buena sensibilidad a la insulina, sin hipertensión ni intolerancia a la glucosa, todo lo cual reduce el riesgo de varias enfermedades) que individuos delgados, pero cuyo tejido graso es, desde el punto de vista cualitativo, cuantitativo y funcional, inadecuado. Es más: un estudio publicado en la revista Circulation descubrió que entre mujeres con igual estado metabólico, una mayor adiposidad puede reducir (y no aumentar) la prevalencia de enfermedad coronaria.
¿Quiere decir que tenemos que dejar de lado todo lo que habíamos aprendido sobre los trastornos que acarrea la obesidad? "No -corrige la doctora Rosa Labanca, docente de la UBA y presidenta del Congreso de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios (Saota)-. Significa que, si bien el índice de masa corporal es una primera señal de alerta, igual que la relación entre la cintura y la cadera [que en las mujeres no debería ser superior a 0,72], para evaluar la salud de nuestros pacientes tenemos que ir más allá de estos números e investigar, por ejemplo, cómo es su alimentación y cuál es la proporción y distribución de músculo y tejido adiposo de su organismo."
A medida que la ciencia logra nuevos conocimientos sobre el caleidoscopio fisiológico del organismo humano, el panorama de la obesidad se va haciendo cada vez más complejo. Según explica el doctor Gustavo Lobato, médico nutricionista y deportólogo de la UBA, además de secretario de la Saota, una clasificación aproximada de esta nueva visión indica que, en todas las categorías de peso, hay individuos metabólicamente sanos y otros que sufren problemas metabólicos.
"¿Cuál es la diferencia entre un individuo obeso metabólicamente sano y un obeso en riesgo? -se pregunta Lobato-. El primero tiene poca grasa visceral, porque tiene buena cantidad de tejido celular subcutáneo. Tiene alto índice de masa corporal, pero también alta sensibilidad a la insulina, y adipocitos en cantidad y calidad adecuadas que pueden albergar el exceso energético. Es un obeso que no tiene las complicaciones metabólicas de la obesidad, aunque -aclara- pueda padecer las complicaciones mecánicas, como la apnea del sueño o los trastornos articulares. En el segundo, el tejido celular subcutáneo está desbordado. Lo mismo puede ocurrir en personas con índice de masa corporal normal, como los individuos mayores que sufren pérdida de masa muscular y disminución de la masa ósea, pero acumulación de grasa visceral. Tienen bajo peso, pero alta proporción de grasa dañina."
Según el doctor Alex Valenzuela, presidente de la Sociedad Chilena de la Obesidad, cuando se aumenta de peso, diversos factores determinan dónde almacenaremos los triglicéridos (grasas sintetizadas a partir de los alimentos), si en el tejido adiposo subcutáneo o en el profundo, visceral. "Depende de factores genéticos, del estrés... También sabemos que el sedentarismo condiciona la distribución del tejido graso hacia lo más profundo -explica-. Vemos cada vez más pacientes que, a pesar de su índice de masa corporal elevado, no tienen dislipidemia; no tienen hipertensión; no tienen problemas de intolerancia a la glucosa, pero en ellos la pregunta es cuánto tiempo pueden permanecer así. Un caso es el de los luchadores de sumo, que tienen índice de masa corporal superior a cuarenta, consumen 7000 calorías diarias y son metabólicamente normales mientras realizan seis horas diarias de gimnasia que redistribuye su grasa hacia los tejidos subcutáneos. Pero cuando dejan de hacer la actividad física que practicaban, padecen todas las enfermedades metabólicas propias de las personas obesas y la mayoría fallece del corazón desde los 35 años en adelante. Entonces, ¿existe el obeso sano?"
Por Nora Bär Para La Nación

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Alzheimer: reducir los riesgos

Facundo Manes Para LA NACION

Hoy se conmemora el Día Mundial del Alzheimer. Hay problemas de memoria reversibles causados por estrés, depresión, ansiedad, trastornos del sueño o déficit de vitaminas. Sin embargo, olvidos frecuentes en la vida diaria pueden ser el inicio de esa enfermedad.
En estos casos, el paciente no suele ser consciente o niega sus dificultades de memoria, mientras que sus familiares las consideran significativas. El Alzheimer no es parte del envejecimiento normal: se estima que afecta a más de 400.000 personas en el país.
Aunque muchos factores de riesgo, como la edad y la predisposición genética, están fuera de control, hay estrategias que podrían reducir el riesgo de deterioro cognitivo. Proteger las neuronas intactas es un objetivo más razonable que reparar las ya dañadas.
Más años de escolaridad parecen proteger contra el deterioro intelectual posterior, quizá mediante el armado de una "reserva cognitiva". Mantener una mente activa con desafíos intelectuales, evitar el estrés emocional, disfrutar de actividades de ocio, tener una dieta saludable, hacer actividad física regular, tener una vida social activa y mantener los hobbies son factores potenciales de protección.
Son vitales también el control de la presión, el colesterol y las lipoproteínas, la glucosa en sangre, el ácido fólico, la vitamina B12 y el peso, además de no fumar. Beber demasiado alcohol, o no hacerlo en absoluto, son un factor de riesgo.
En la próxima década, el desafío será detectar la enfermedad antes de que se manifiesten los síntomas clínicos para ofrecer una estrategia de prevención o de tratamiento temprano. Por ahora, las terapias fármacos o sin ellos retrasan el deterioro cognitivo y funcional, aun en las etapas avanzadas de la enfermedad. Y esto reduce estrés para el cuidador.

Presidente del Grupo de Investigación en Neurología Cognitiva de la Federación Mundial de Neurología.

jueves, 2 de septiembre de 2010

La gestión del propio cuerpo supuesto indispensable de un proyecto de vida

En el marco de la Convención de Fitness organizada en Agosto, por Marcelo Levin, se organizó simultáneamente un Congreso de Marketing en el que fui invitado a participar. Las siguiente es la conferencia que presenté.
Los sufrimientos humanos
más comunes en la actualidad,
suelen producirse más a causa del
exceso de posibilidades, que al
exceso de prohibiciones.
Alain Ehrenberg

Comenzamos explicando brevemente porqué se eligió llamar a esta charla “La gestión del propio cuerpo, supuesto indispensable de un proyecto de vida”.
Se puede diferenciar entre tres modelos de sociedad: la tradicional, la moderna y la posmoderna ó de la modernidad tardía.
Cada una de ellas se ha caracterizado por una serie de aspectos que no analizaremos. Lo que sí interesa destacar es que en las tres, la manera en que las personas se relacionan con sus cuerpos es totalmente diferente. Es otro el tipo de valores en que se fundamenta lo corporal y también los mecanismos de producción de sentido de las prácticas corporales.
La sociedad moderna, era una sociedad de productores. En ella, se luchaba abiertamente por la prioridad de lo “social”, por encima de los intereses y ambiciones individuales o, inclusive, “grupales”.
La sociedad posmoderna, en cambio, es una sociedad de consumidores por excelencia; se caracteriza por la preocupación de que toda tarea, el manejo de la misma y la responsabilidad por su éxito, está en manos propias. Se vislumbra con claridad un énfasis en el uno mismo y cada sujeto se considera responsable de la empresa de construirse a sí mismo.
En esa marcha evolutiva de las sociedades, se ha pasado del nosotros colectivo, típico de las sociedades tradicionales y modernas al individuo hedonista que elige lo que quiere hacer con su cuerpo.
Se ha pasado de tener un cuerpo como destino inevitable, que podía ser dominado, controlado e higienizado por las instituciones, a un cuerpo de mi entera responsabilidad, al que puedo gestionar como quiero.
Inclusive, este aspecto es ligeramente más complicado. Hacerse uno mismo y no solo llegar a ser sujeto por inercia, no es un invento de la sociedad de consumidores. Ni siquiera de la era moderna. Pero sí es posmoderna la vergüenza de fracasar en la tarea personal de construirse diferente. Es por eso que, frecuentemente, se señala que el cuerpo duplica los signos de distinción, se ha convertido en un valor de mercado.
En síntesis: las actuales concepciones sobre el cuerpo están vinculadas con el ascenso del individualismo como estructura social, con la emergencia de un pensamiento racional positivo y laico sobre la “naturaleza” y también con la historia de la medicina, que representa en nuestras sociedades, un saber en alguna medida oficial, sobre el cuerpo.
De esos contextos surge el nombre de este encuentro: “La gestión del propio cuerpo, supuesto indispensable de un proyecto de vida”.
Digo que es un supuesto porque puede ponerse en tela de juicio que hoy, cada persona pueda gestionar su cuerpo como quiera. Muchas veces quiere, pero no puede, porque sufre la peor de las exclusiones: su total imposibilidad de consumir los productos corporales que se ofrecen. Por lo tanto, habría que revisar ese querer. O puede querer hacer cosas con su cuerpo, pero al hacerlo se lesiona, sencillamente porque no sabe lo suficiente. Necesita de una intermediación. De una intervención intencionada, en el marco de una lógica que le otorgue sentido.
Es que gestionar el propio cuerpo significa:
  • Saber hacer un uso adecuado de él. (Sugiero no apresurarse en suponer que estoy recomendando un cuerpo herramienta eficaz y nada más). Significa saber cuidarlo al entrenarse, al trabajar, al jugar, al hacer deporte y en las acciones de la vida cotidiana.
  • Haber aprendido a ser corporalmente en el mundo. Que es aprender a ser dueño de sí. Ser dueño de sí, a su vez, no es otra cosa que conocerse a sí mismo, saber de los propios límites y poderlos; tal como recomendaban los antiguos griegos. Nos compete a los maestros del cuerpo, claro, que de tal aprendizaje se apropien los sujetos a partir de la relación que tejen con sus propios cuerpos. La búsqueda, esa verdadera construcción, va a dirigirse a lograr autonomía, autoconocimiento, autocontrol y capacidad de reflexión crítica sobre los contextos sociales y culturales que influyen sobre el cuerpo. De alguna manera ser uno mismo tiene que ver con las técnicas “para la vida” que se dominan y las decisiones políticas que uno toma, para desempeñarse en ella.
  • Saber teórico sobre ese hacer. Es el por qué y el para qué de cada práctica. Es saber de las sujeciones que se ejercitan sobre el sujeto y aceptarlas, rompiendo con una cadena de poder e inaugurando otra.
  • Saber estar con los demás. Que significa, básicamente, dejar entrar al otro en el uno. Ninguna subjetividad puede construirse sin el otro. Soy porque hay otro. Todos estamos en el mismo bote; no hay que olvidar que yo soy el otro para todos los demás.

Francamente, no creo que estos aprendizajes hacia la autonomía, se concreten habitualmente. Al menos en la mayoría de las clases de Educación Física, en lo que puede enseñarse en un gimnasio o en cualquiera de los variados espacios en los cuales la gente se ejercita corporalmente.

Antes de continuar, quiero contarles desde qué lugar les hablo: desde hace 40 años, enseño en un gimnasio en el que tratamos de enseñar a gestionar el cuerpo, de la manera mencionada. Tarea que podría ser llevada a cabo en otros lugares de desempeño profesional, desde luego. No lo hacemos de esa manera para encontrar una ventaja competitiva, aunque creo que la hemos hallado. Ni siquiera nos posicionamos en contra de otros planteos o en contra de la industria del fitness. Lo hacemos así, porque responde a nuestras concepciones en torno al lugar que debería tener el cuerpo en la educación, en la sociedad y en la cultura actual.

También debo decirles que en una Convención de Marketing como es esta, mis argumentaciones serán políticamente incorrectas dado que, en relación al referido Marketing, milito en la oposición. Sobre todo si lo interpretamos en forma clásica, como aquella estrategia destinada a imponer una marca o un producto, en el deseo de los consumidores y lograr que esos deseos se renueven permanentemente. Sin embargo, esa pequeña empresa que hemos organizado hace tanto tiempo, sigue vigorosa. Precisamente por eso es que supongo que puede interesar analizar cómo se ha conseguido. Y no se ha conseguido por casualidad, sino porque se ha seguido una estrategia que se mostró eficaz.

Para que ustedes no me consideren un dinosaurio total, presto a desaparecer por falta de oxígeno, les pido que, por el tiempo que dure esta charla, nos demos permiso para pensar desde los márgenes de lo usual y lo permitido. Porque creo que a nosotros nos fue bien, porque nos animamos a pensar un gimnasio por fuera de las lógicas convencionales. Y encontramos gente dispuesta a acompañarnos.

La fuerza del mercado

Se vive rodeado de mercados. Todos ellos se rigen por las mismas reglas.

Primero, el destino final de todos los productos en venta es el de ser consumidos por compradores. Segundo, los compradores desearán comprar bienes de consumo si y solo si, ese consumo promete la gratificación de sus deseos. Tercero, el precio que el cliente está dispuesto a pagar por los productos en oferta dependerá de la credibilidad de esa promesa y de la intensidad de esos deseos. Ahí hace su aparición el Marketing: para intensificar los deseos, reciclarlos permanentemente y prometer su satisfacción con productos cada vez más notables.

¿Cuál es el aspecto especialmente crítico de estas reglas?

Que el marco existencial que se conoce como sociedad de consumidores, se caracteriza por refundar las relaciones humanas a imagen y semejanza de las relaciones que se establecen entre consumidores y objetos de consumo. Tamaña empresa sólo es posible gracias a la colonización, por parte del mercado de consumo, de ese espacio crucial en el que se anudan los lazos afectivos que unen a los seres humanos.

Tal quiebre origina problemas que vale la pena analizar.

Productores y producto simultáneamente

En primer lugar, las personas, sin tomar cuenta de ello, son instadas, empujadas, u obligadas a promocionar un producto deseable y atractivo. El producto que en una sociedad de consumidores todos parecen dispuestos a promocionar y poner en venta en el mercado, no es otra cosa que ellos mismos. Por lo tanto hacen todo lo que pueden, empleando todas las armas que encuentran a su alcance, para acrecentar el valor de lo que tienen para vender.

Ellos son, simultáneamente, los promotores del producto y el producto que promueven. Para ser consumidor, primero hay que ser producto. Antes de consumir, hay que transformarse en producto, y es esa transformación la que regula la entrada al mundo del consumo. Por cuidadosamente que haya sido escondida, la característica más destacada de la sociedad de consumidores es su capacidad de transformar a los consumidores en productos consumibles.

Tal objetivo requiere un nivel de constante vigilancia y de esfuerzo que apenas deja tiempo para las actividades requeridas para ser un ciudadano lúcido y crítico, capaz de advertir aquello que está sucediendo.

Esto es fácilmente perceptible. Pareciera que todos tenemos que vendernos en un mercado que cambia constantemente, enfatizando aquellos aspectos profesionales o personales, que tienen más demanda y olvidando otros. Cada día, hombre y mujeres, nos miramos en el espejo y nos preguntamos ¿Qué tengo yo para ofrecer? Transformarse en un producto deseable y deseado parece ser el único camino a seguir. Hoy pareciera que todo es posible, siempre que haya demanda. Con lo cual los conceptos sobre el Bien y el Mal se desdibujan. Es también por eso que el derrumbe ético, en las sociedades posmodernas, de consumidores, parece imparable.

La “inmoralidad” de los mercados

En segundo lugar, hay que considerar que los mercados no son ni morales ni inmorales. Son amorales. No se rigen con otro código que no sea el de las utilidades máximas. Les alcanza con ser eficientes en la tarea de alcanzar los mejores resultados económicos. En realidad, la moral recae en cada individuo. Los sistemas no tienen por qué ser generosos. Los individuos debemos serlo. Por eso puede aprobarse la economía social de mercado porque sirve para crear riqueza, pero no puede aprobarse la sociedad de mercado. Es que, por definición, el mercado significa lo que se compra y se vende; y en una sociedad no todo está en venta.

Claro que entre la dimensión amoral de la economía de mercado y la moral optativa de los individuos, debe actuar el Estado, las instituciones, la política, la educación, el derecho, regulando la marcha de las sociedades en beneficio de las personas. Pero vale la pena recordar que el Estado no es eficiente para generar riquezas: el mercado y la libre empresa lo hacen mucho mejor.

Lo que sí debe hacer el Estado en la sociedad de consumidores, aquello que también hacía en la sociedad de productores, es defender a la sociedad de los daños y victimas colaterales del consumismo: los excluidos, los descastados, los pobres e indigentes. Una de sus funciones más importantes es preservar la solidaridad humana e impedir que desaparezcan los sentimientos de responsabilidad ética.

Una “lógica” alternativa a la lógica del mercado.

Por estas razones la lógica que sugiero que ustedes consideren como alternativa para sus propios proyectos, es la lógica pedagógica, no la lógica del fundamentalismo de mercado. Es una lógica sencilla de comprender para todo aquel que siente pasión por enseñar, para todo aquel que quiere trasmitir lo que considera valioso, a cualquiera que se ponga por delante, con el único requisito de que quiera aprender. Pasión por enseñar por cierto indispensable en un maestro del cuerpo.

Todo debe ser dicho: tal lógica pedagógica, puede sostenerse en la medida que se pueda elegir. En este caso no es que “billetera mata galán”. Pero es cierto que las circunstancias económicas que se atraviesan, puede obstaculizar seguir la lógica que uno desearía.

A los efectos de esta charla, me parece más que suficiente que cada uno reflexione sobre su realidad: También sobre los límites que pareciera que nos han impuesto y las posibilidades de transgredirlos. De manera de darse el lujo de poder decir: “Elijo no dejarme convertir en un producto. Elijo no vender ni venderme en el mercado y de acuerdo a sus reglas”.

Veamos algunas de las elecciones que tendrá que hacer aquel que pueda elegir entre la lógica del mercado o la lógica pedagógica:

  • Se puede hablar de clientes o de alumnos. Si tengo clientes busco su satisfacción. Si me ubico como maestro, aun fuera de un ámbito institucional que me erige como tal, enseño y me preocupo por que el aprendiz haga suyo el saber que se le imparte. Es que la auténtica comprensión connota una apropiación íntima de lo recibido. Desde luego que no hace falta “pedagogizar” las clases. Y hay que tener presente que para que el profesor aparezca el alumno tiene que estar presente y dispuesto a aprender. (Esto significa que, en ocasiones, en algunos ámbitos, los asistentes rechazan toda enseñanza. Se ubican claramente como usuarios).

No hay que olvidar que en muchas circunstancias de nuestras prácticas, nos movemos en el tiempo libre de las personas, del placer, de la no obligatoriedad. No hace falta abrumar con el “enseñaje” pero siempre puede mantenerse una intencionalidad dirigida a que todo practicante desarrolle el potencial corporal que desee y que sea capaz de alcanzar.

  • Tal como se señaló antes, como profesional, uno puede vender y venderse, como un producto o una mercancía. O puede rechazar tal planteo y considerar que tiene un saber para trasmitir, digno de que sea valorado y del cual puedan apropiarse la mayor cantidad de personas.
  • Es que al proponer una práctica corporal, se puede intentar que los participantes quieran, deseen, anhelen siempre productos nuevos o trasladar el valor de lo permanente. Se establece la antigüedad de la gimnasia Yoga, por ejemplo, en unos 4000 años A.C. Sin embargo, sus beneficios son hoy reconocidos no sólo por sus millones de practicantes, sino hasta por la ciencia occidental. Recordemos que “ni es bueno todo lo nuevo, ni malo todo lo viejo”.
  • No es lo mismo hacer negocios para ganar dinero, que construir una empresa. Una empresa- también una pequeña empresa como un gimnasio- tiene presente al hombre en su integridad y sabe que para no sucumbir a la lógica del mercado, es fundamental tener un sueño en común y compartir con esos hombres, que enseñan y aprenden, los valores mencionados.
  • No hay muchas alternativas: en el desempeño profesional, uno imagina un sujeto que, si tiene la disposición, puede aprender cosas importantes o imagina un consumidor. Se trata con sujetos, o con consumidores. Desde el origen de la historia, el hombre busca bienes para cubrir sus necesidades. Se transforma en un consumidor cuando aspira a objetos de más calidad y más baratos, en forma compulsiva. Y descubre que esa búsqueda arroja siempre resultados parciales. La velocidad, el exceso y el desperdicio constituyen por ello el síndrome consumista por excelencia.

Por otra parte, consumir es tratar de parecerse al que está un escalón más arriba. La esencia del consumo se basa en el deseo de hacer invisibles las clases sociales. Eso explica el éxito de La Salada, los modelos de autos que se compran, (siempre un poco por encima de las verdaderas posibilidades) o los colegios a que se envían a los hijos, (siempre más caros que el presupuesto del cual se dispone). El nuevo cógito cartesiano, muchas veces parece ser: “Consumo luego existo”.

  • O se reproducen los modelos, sentidos, representaciones y valores que caracterizan una determinada manera de entender el cuerpo, que caracteriza a la lógica del mercado, (cuerpo siempre joven, siempre bello y siempre delgado, logrado gracias a la ayuda de la tecnología o de la ciencia y con una estrategia de bricolage corporal), o se mira críticamente ese modelo y se proponen alternativas válidas y liberadoras, de las que ya hablaremos.
  • Se elige enseñar determinados saberes corporales, organizados de determinada manera, que valen en nuestra realidad o se copia lo que nos hacen desear desde Nueva Zelanda o Estados Unidos. Tal alternativa nos lleva a una pregunta:

¿De dónde provienen los saberes y sentido de esos saberes que puede elegirse enseñar?

En primer lugar de lo que circula y se produce en el mundo de la cultura, en la medida en que tal producido se incline definidamente en favor de los sujetos. (Muchas producciones culturales se vuelven claramente en contra de ellos). Y algunos de los saberes que la historia del pensamiento, de la ciencia y de la educación corporal ha ido produciendo. Si se piensa solamente desde el 1800 hacia la actualidad, la historia de la gimnasia, muestra una riquísima gama de métodos, escuelas y técnicas a disposición del que quiera enriquecer sus propuestas. El impactante éxito del método Pilates, que se inicia hace más de 80 años, sirve para fortalecer la sugerencia de abrevar creativamente en fuentes diversas. Esta selección implica, desde luego, una determinada manera de comprender el lugar que debe tener lo corporal.

La elección que se hace y la intervención intencionada sobre el cuerpo que la sucede, están destinadas a transformar el malestar en bienestar y la simulación en verdad.

El malestar se transforma en bienestar por variados mecanismos. Pero uno de ellos consiste, sin duda, en lograr revertir la evidente contradicción que existe entre dos opuestos: por un lado, el enaltecimiento que parece que se le dispensa al cuerpo en las sociedades actuales, y al destrato al que se lo somete por otro. El sedentarismo, la mala alimentación, el cigarrillo, las drogas, el alcohol, las conductas que ponen inútilmente la vida en riesgo testifican el desamor.

La simulación se convierte en verdad cuando se consigue vencer las presiones sociales que afectan lo corporal. Suelen adquirir tal dimensión, que se tiene la sensación de que algunas enfermedades, por ejemplo la bulimia, la ortorexia, la vigorexia o la anorexia, son elecciones estéticas. Lo que constituye una grave tergiversación. Otro ejemplo es la tiranía de la belleza y la juventud que afecta fundamentalmente al mundo femenino. Lo que suena contradictorio, dado que el sometimiento sexual, doméstico y religioso se bate en retirada. Vale la pena entonces preguntarse… ¿Las conminaciones a la belleza no serán una manera de volver a poner a las mujeres en vereda?

  • Se acepta con facilidad que, en tanto que maestros del cuerpo, tenemos el poder que nos da nuestro saber y deseamos enseñar. Sucede, sin embargo, que no se reconoce esa misma posibilidad en el alumno. Una evidente contradicción, dado que si del hombre se trata, su cuerpo es sujeto y no objeto de consumo. Por lo tanto, si parto de la base de que, como maestro, puedo, sé y deseo, debo reconocer en el aprendiz el mismo derecho y enseñar en consecuencia. Porque…

¿Qué sucede cuando una persona reduce su deseo a un mero tener un valor de cambio en el mercado?
¿O cuando desea, pero desea en función de las demandas sociales o del deseo de los padres, maridos, parejas o del médico que lo atiende? O sea cuando hay un otro que desea por uno.
¿O cuando está solamente informado sin comprender los sentidos de aquello que hace?
¿O cuándo no puede convertir la información en conocimientos y transferirlos a la vida?
¿O cuándo no puede relacionarlos con otros conocimientos?

Sucede que sería deseable que aparezca un maestro capaz de enseñar, precisamente, a gestionar el propio cuerpo.

  • Se puede estar preocupado por ser famoso y carismático arriba de una plataforma. O, en cambio, el maestro trata de ganarse la confianza de sus alumnos. Si lo logra, es posible que pueda gozar de un cierto prestigio profesional y personal. Y que pueda desarrollar su subjetividad de maestro. Subjetividad, aquí, debe ser entendida como esa construcción personal que le permite a uno pararse en el mundo e interpretarlo de una determinada manera.
  • Es posible hablar de relaciones con los clientes como fuente de rentabilidad básica, o preocuparme de que en los grupos se faciliten los vínculos cara a cara. Especialmente importantes en un mundo que muestra una alarmante hipertrofia de las relaciones virtuales, un aumento de la soledad y un evidente ocaso de los afectos.
  • Se puede montar un avanzado sistema de control del acceso al gimnasio, de manera de negar el paso a los que no han pagado o se intenta mantener un equilibrio tolerante que sin dejar de establecer algún límite, incluya plazos de tolerancia en los pagos e invitaciones a los que tienen que dejar de venir por razones económicas.
  • Es posible detectar las causas de deserción, preparar estadísticas que nos enseñen la cantidad de meses que se queda en el gimnasio el asistente promedio o se pueden concentrar los esfuerzos en que las clases sean tan atrapantes, pertinentes y significativas, como para que les dé placer de verdad, venir al gimnasio. En ellas, los climas grupales que se promueven son decisivos. Se puede hacer una propuesta de una práctica corporal que esté de acuerdo con las demandas sociales hasta cierto punto, o se puede ayuda a hipertrofiar un narcisismo competitivo cuyo corolario es la exclusión salvaje del otro.
  • Se puede intentar fidelizar a los clientes o se puede intervenir para que cada uno construya una personal manera corporal de andar por la vida. Un andar corporal que debería poder mantener durante toda ella, dado que “el cuerpo, si se lo cuida bien, puede durar toda la vida”.

Cierro con interrogantes que seguramente se están ustedes haciendo:

¿No es posible armonizar ambas lógicas? ¿Por qué hay que elegir entre una u otra?

En principio son lógicas contradictorias; pero es posible armonizarlas. La búsqueda de tales equilibrios está en manos de ustedes. Dependerá del talento y la creatividad que pongan en sus proyectos. Y de la certeza que tengan de que aún en las sociedades actuales, hay cosas que pueden ser modificadas.

viernes, 27 de agosto de 2010

La novia que nunca pude tener

El profesor Juan Pablo Novo, cursó conmigo el Seminario "Teoría y Práctica de la gimnasia"que corresponde a la Maestría en Educación Corporal de la Universidad de La Plata. Como trabajo práctico de ese Seminario me envió "La novia que nunca pude tener", un escrito con decidido acento autobiográfico que me gustó mucho. Con su autorización lo publico en el blog porque pienso que puede ser muy interesante para otros profesores, a quienes, como a él, no los ayudaron a descubrir el placer por la gimnasia ni a encontrarle un sentido.
Mariano Giraldes.


Para desarrollar mi particular interpretación del seminario, lo más leal posible, no puedo dejar de contar cual fue mi “historia corporal” en lo que refiere a las prácticas gimnásticas, historia que había instaurado en mí una forma de ver y sentir dichas vivencias como negativas y poco educativas para mí y para cualquier otro sujeto que las lleve a cabo.
Si me remonto a mi tránsito por la Escuela Primaria, compartida entre La Plata y Junín, las sensaciones que me invaden mientras escribo estas líneas mezclan la angustia, la frustración, el “castigo corporal”, ser el “menos apto o, peor aún, que mis condiciones genéticas de talla y envergadura me alejaban vincularmente de la gimnasia. Mis clases de Educación Física se destinaban a practicar destrezas sobre colchoneta, una catarata de roles, verticales, medialunas y hasta un inaccesible rondó formaban parte de una monótona y hostigadora práctica corporal.
Todo esto tenía un fin específico: presentar en la fiesta de fin de año escolar todo lo que habíamos desarrollado en la clase, en donde año tras año repetíamos la temática y donde la gimnasia artística desechaba cualquier otra posibilidad de acción
La pseudo dinámica de las clases para esta preparatoria se centraba en proponer hacer tal o cual habilidad gimnástica y a partir de ahí ejecutar hasta que el maestro corporal a nuestro cargo así lo desee; no puedo hablar de situaciones de enseñanza porque no se proponían arenas que propicien eso y la peor parte la llevábamos nosotros, los que NO SABÍAMOS.
Así mientras algunos compañeros míos detentaban el poder en el campo gimnástico yo me limitaba a observar las clases y a preguntarme por qué todo eso no me salía a mí; en algunos momentos recuerdos la presencia de la señorita directora, que en una especie de reto increpaba al profesor de por qué nosotros estábamos sin hacer nada.
Ahí empezamos a llevar a cabo las saludables pirámides humanas y por supuesto, mi contextura física me derivaba a las bases de las mismas, soportando con mi columna vertebral inmadura los kilos de los “gimnastas” sobre mí. Así todos participábamos de alguna forma y en esa instancia el profesor se volvía casi incuestionable dentro de la institución. Que distinta hubiese sido mi amistad con la gimnasia hoy si mi maestro me hubiese respetado como sujeto, con mi irrepetible corporeidad, intentando que pasara por mí estas gimnasias y no a descartarme porque no las ejecutaba con la sutileza que se requería; o peor aún, porque implicaba mucho trabajo el arte de enseñar a un grandote porque todo le costaba más.
El camino en la escuela secundaria me hizo olvidar un poco de los miedos y frustraciones vividas y a disfrutar un poco más de las clases; los deportes escolares eran parte constitutiva al ciento por ciento de nuestras tardes y ahí todo fue diferente. Mi pasión por el cuerpo y las prácticas vinculadas con él llevaron a despertar en mí la vocación por ser profesor de Educación Física, interés que se consolidó en los dos últimos años, previo al ingreso en el Profesorado de Educación Física.
Mi maestro nos inculcaba todo el tiempo la no necesidad de ser un juvenil especialista para poder practicar las modalidades que se nos planteaban y así todos formábamos parte (aunque a muchos la Educación Física no les interesaba, la relación con el profesor era tal que se predisponían a participar activamente de la misma).
Luego de culminar mis estudios secundarios ingreso al Profesorado de Educación Física que funciona en el I.S.F.D. y T Nº20 en la localidad de Junín, y es aquí donde empieza a tejerse uno de los puntos que más me enemistó con la gimnasia y todas sus formas posibles. Durante los tres primeros años y a modo consecutivo formé parte de las cátedras Gimnasia I, Gimnasia II y Gimnasia III enfrentándome día a día con cuestiones corporales que iban en contra de mi interés ( esto es claro por los párrafos que anteriormente se presentaron).
La planificación de la asignatura implicaba dos horas semanales durante todo el año y se organizaba en base a la ejecución de destrezas (de los simple a lo complejo, de lo fácil a lo difícil) y el análisis biomecánico de las mismas, con el anexo de diversas metodologías para cumplimentar con el aprendizaje de las mismas. Hasta este punto podríamos decir que la transmisión y construcción de saberes referidos a la gimnasia seguía un camino lógico de futuros profesores. La peor parte de la torta se lo llevaba el momento evaluativo y la relación establecida entre alumno-docente por sus destrezas gimnásticas casi exclusivamente.
Mi experiencia personal y la de muchos colegas fue internarnos, como si formáramos parte de un colegio pupilo, por horas en el gimnasio en el cual practicábamos ejercicios tras ejercicio hasta alcanzar las posturas corporales y posiciones espaciales mostradas por las alumnas o alumnos que en un su historia deportiva contaban con saberes gimnásticos, constituyéndose esto en una utopía para nosotros.
Ahí me encontraba yo y varias “bolsas de cemento” (como nos apodábamos) practicando puentes para hacer el flic fla, rolidos hacia atrás para introducirnos en el yusted y miles de ejercicios más que nos hacían compañeros inseparables de los diclofenac e ibuprofeno debido a los dolores en la columna vertebral que nos acompañaban todo el tiempo.
¿Por qué hacíamos todo esto si más que una práctica placentera era un hostigamiento? Porque lamentablemente éramos muy jóvenes y no teníamos capacidad de gestionar políticas para atentar contra esto y porque sabíamos que nuestra acreditación académica estaba directamente relacionada con una ejecución corporal que se acercara a la perfección.
¿Qué saberes pude utilizar en mi vida o como docente a estas prácticas corporales llamadas gimnasia? Con desazón y nostalgia tengo que expresar que ninguna funcionalidad tuvieron esos saberes y, por el contrario, me alejaron hasta el día de hoy de hasta ese entonces mi enemiga “LA GIMNASIA”. Varias mesas de café por medio fueron testigos de mi posicionamiento con respecto al tema y demasiadas las peleas con mis amigos “los gimnastas” en contra del planteo de dicha cátedra. EL argumento con lo cual defendían este modo de enseñar, basado en la reproducción de aprendizajes cuasi deportivos, era que el esfuerzo realizado en ese entonces iba a poder aplicarlo en algún momento de mi vida. Esta teoría tenía poros en todos lados y se olvidaba de un aspecto central en el espectro de los aprendizajes: mi interés como alumno de construir mis aprendizajes de ese modo era inexistente y no creía en el hostigamiento de mi cuerpo para entender el esfuerzo y el trabajo; sostengo que todas esas acciones pueden aprenderse en un marco que no esté cargado de tanta violencia simbólica y cultural, y que podemos ser buenos profesores sin tener que pensar en formar parte de este tipo de propuestas.
Hecha toda esta introducción, y a modo de biografía corporal, me remitiré en las siguientes líneas a desarrollar como impactó el seminario en mí y la estrechada de manos que me di con la gimnasia.
Llegué a tomar el seminario con pocas expectativas y con una finalidad no muy definida, inmerso en un marco de absolutas femineidades y sospechando que la aeróbica masiva y coreográfica se constituiría en moneda corriente de nuestros encuentros (tenía que ser sincero con usted profesor).
Por suerte estaba sumamente equivocado y la propuesta resultó sumamente significativa para mí, informándome sobre los diferentes métodos que oficiaron de hegemónicos durante diferentes momentos históricos, pasando diferentes modelos de clases de gimnasia por mi cuerpo y redescubriendo un interés hasta hoy oculto por la gimnasia, que dista de manera abrumadora sobre la gimnasia que en mi formación me mostraron y las que corporicé en diferentes gimnasios a los que asistí.
En mi formación tuve un especial deseo de construir saberes relacionados con la gimnasia correctiva y la ergonomía por todas las patologías e inconvenientes posturales que traía el desconocimiento en éstas áreas, llevando en mi trabajo cotidiano a cumplir con evaluaciones posturales reiteradas y a contribuir con las personas y su relación con el propio cuerpo. A partir de los encuentros en el seminario pude repensar nuevamente estos espacios de conocimientos e interiorizarme con las tendencias actuales.
El objetivo personal de tomar parte de la formación de posgrado se centra específicamente en mejorar mi manera de pensar las prácticas corporales en mis clases de educación física y revertir paulatinamente nuestra imagen social hegemónica; por otro lado, mi pensamiento idealista de que la Educación Física es la disciplina que más saberes produce con respecto a las otras, en todos los sujetos que forman parte de ella, también me motivó a iniciarme en este camino.
Todas las actividades planteadas en el seminario pueden extrapolarse y tomar forma propia en cualquier otro espacio en la que se proponga, por eso no puedo hablar de cómo voy a aplicarlo porque me llevaría una extensión de hojas que escapan al objeto de este escrito. Lo que si puedo manifestar es que, por lo pronto, muchas de las configuraciones de movimientos planteadas serán propiciadas por mí en mis clases de Educación Física de 1 y 2do año de la ESB y en la Colonia de Vacaciones del Club Los Miuras (espacios en los cuales trabajo), accediendo a las modificaciones y reestructuraciones que las mismas ameriten.
Lo que sí estoy pensando es en la posibilidad de proponer clases de gimnasia para varones y mujeres adultos que participen de las actividades de verano del club, y esto fue una movilización provocada por nuestros encuentros, por entender y recibir el mensaje de que no tenemos que ser bailarines ni vestirnos para una cultura mass- mediática para llevar a cabo una clase de gimnasia aeróbica.
Por eso quiero contarles que hoy pude reconciliarme con la gimnasia y con todas sus formas de movimiento, aunque guardo un cierto rencor con la rama artística, y creo que en un futuro no muy lejano llegaremos a ser grandes amigos.
Mucho tuvieron que ver en esto mis compañeros de seminario, sus consejos, sus opiniones, sus saberes, sus corporeidades; también al maestro que nos entregó su saber incondicionalmente sin ocultar absolutamente nada y haciéndonos formar parte de sus ideas en una absoluta democracia corporal.
¡¡A todos ellos mis más profundos agradecimientos!!

viernes, 23 de julio de 2010

NO HAY GIMNASIA: Hay gimnasias, en plural.

Han existido muchas maneras de encarar esa práctica que llamamos gimnasia.
Su historia, que la tiene, ha registrado una inmensa cantidad de métodos y maestros sobresalientes que inclusive le han puesto su nombre a tales métodos. Son bien conocidas diferentes escuelas, con gran variedad de técnicas y argumentos para justificar su existencia, argumentos que provenían- y provienen- del arte, de la ciencia, de la filosofía y de la política.
Dado que tales propuestas se originaron en contextos culturales e históricos también cambiantes, se justifica que hablemos en plural sobre ellas.
Y también que digamos que la gimnasia, como otras prácticas sociales, profundamente influenciadas por los mencionados contextos, no es, sino que está siendo. Está en evolución y cambio permanente.
Muchos aceptarían, como aproximación a una definición, decir que gimnasia es una serie de técnicas destinadas a mejorar el cuerpo. No está mal. Pero es claramente insuficiente. Sucede que ella, tal como otros objetos, ha sido especialmente reacia a dejarse definir.
La cosa cambia si decimos que es una práctica sistemática e intencionada de construcción y mejoramiento de una manera corporal de andar por la vida. Siendo, en consecuencia, constitutiva de lo que podríamos llamar el sí mismo.
Concepto, éste último, poco familiar al que nos iremos aproximando, dado que ese es, precisamente, el aspecto sobre el cual me interesa reflexionar.

La gimnasia como disciplinamiento a través del cuerpo.
Ha sido a través de los escritos de Foucault que en nuestro campo comenzamos a repensar algunas prácticas corporales, fuertemente prescriptivas como la gimnasia, como una técnica de disciplinamiento social, que colabora o puede colaborar, en la construcción de cuerpos dóciles.
Como puede sonar duro esto de cuerpos dóciles, menciono como argumento algunas características que la gimnasia ha tenido y que siguen siendo de general aceptación:
· Se procura un gesto eficaz.
· Ese gesto eficaz está prescripto de acuerdo a un modelo técnico preestablecido que ignora las posibilidades y biografías corporales de los sujetos. Y es anterior, en su concepción, a ellos mismos.
· Se basa en aspectos biomecánicos. Sobrevuela al planteo, lo que se considera normal y lo que no lo es.
· Todos los practicantes se deben mover uniformemente y al mismo ritmo. (Hubo épocas que tal uniformidad se intentó cambiar, pero volvieron a la carga en casi todas las propuestas actuales, que siguen la lógica del mercado).
· El ejercicio debe ser progresivo y cada vez más intenso.
· Los exámenes completan la función de corroborar si lo entregado se corresponde con lo alcanzado por los alumnos. Las pruebas de aptitud física tomadas al principio y al final del año, se prestan a la perfección a tal objetivo y son muy usadas para “poner una nota”.
Estas características mencionadas alcanzan para entender la pregunta que se hacía Foucault… Si no es por disciplinamiento ¿Por qué el ejercicio forma parte de la oferta que hace el sistema carcelario?
La pregunta que sugiero que pensemos nosotros es:

Punto clave: ¿pueden pensarse propuestas que incluyan criterios técnicos resignificados (como creo que deben serlo), que ayuden en esa construcción del sí mismo y que no tengan como objetivo el disciplinamiento y el control?

Dicho de otra manera, deberíamos pensar si nuestras estrategias didácticas, cuando enseñamos gimnasia, colaboran a emancipar corporalmente o no. Si ayudan a desarrollar la capacidad de ocuparse de uno mismo y de los demás o no. Se dirime si podemos afirmar que colaboramos con nuestros alumnos- en cualquier ámbito de intervención- en la construcción de un proyecto auto gestor, con marcada intención de mejorar la calidad de vida. O no.
Este ocuparse de uno mismo supone un nivel básico y uno avanzado de conocimiento personal. Que aumenta cuando, de una vez por todas, uno se decide a relacionarse inteligentemente con ese cuerpo muchas veces ignorado, tatuado por los medios, condenado a la inmovilidad y a la falta de contactos personales reales y no virtuales.
En el marco de una sociedad esclavista y con un ethos guerrero, totalmente diferente de la nuestra, los mismo griegos manejaban búsquedas parecidas a las que estoy sugiriendo, era para ellos indispensable “estar preparados” para afrontar los acontecimientos de una vida, marcada por esa realidad que les tocaba vivir.
Ese “equipamiento” para la vida, ese aprender a cuidarse y ejercitarse, ese proyecto de aprendizaje que implica autonomía, alteridad, auto conocimiento y auto control, es constitutivo del sí mismo. Implica una resistencia del yo ante las influencias disgregantes de la realidad social y cultural, que se presenta como potencialmente capaz de disgregar ese yo.
Como maestros del cuerpo es posible que no poseamos la capacidad para alterar ciertos acontecimientos propios de las sociedades líquidas, caracterizadas por un consumismo que se convierte en la búsqueda social más destacada. Pero aun en épocas y circunstancias difíciles, no deberíamos aceptar que nos derrumben la esperanza. Es mucho lo que podemos hacer; es mucho lo que podemos enseñar. Seguimos siendo libres para aceptar ciertos hechos inevitables, pero eligiendo una actitud ante algunos de ellos. La libertad también reside en esa actitud de resistencia que uno elige: es patrimonio innegociable de cada sujeto.

jueves, 15 de julio de 2010

Probablemente todos los lectores saben que los discursos presidenciales son escritos, por lo general, por especialistas en ese tema. Sin embargo, vale la pena tener en cuenta que es el presidente quien elige sus escritores y los contenidos de sus discursos. Por lo que no hay que restarle mérito a lo expresado por el Presidente Mujica.
Dijo José Mujica (Presidente de Uruguay):
Ustedes saben mejor que nadie que en el conocimiento y la cultura no sólo hay esfuerzo sino también placer.
Dicen que la gente que trota por la rambla, llega un punto en el que entra en una especie de éxtasis donde ya no existe el cansancio y sólo le queda el placer.
Creo que con el conocimiento y la cultura pasa lo mismo. Llega un punto donde estudiar, o investigar, o aprender, ya no es un esfuerzo y es puro disfrute.
¡Qué bueno sería que estos manjares estuvieran a disposición de mucha gente!
Qué bueno sería, si en la canasta de la calidad de la vida que el Uruguay puede ofrecer a su gente, hubiera una buena cantidad de consumos intelectuales.
No porque sea elegante sino porque es placentero. Porque se disfruta, con la misma intensidad con la que se puede disfrutar un plato de tallarines.
¡No hay una lista obligatoria de las cosas que nos hacen felices!
Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de shopping centers. En ese mundo la gente es feliz porque todos pueden salir llenos de bolsas de ropa nueva y de cajas de electrodomésticos.
No tengo nada contra esa visión, sólo digo que no es la única posible.
Digo que también podemos pensar en un país donde la gente elige arreglar las cosas en lugar de tirarlas, elige un auto chico en lugar de un auto grande, elige abrigarse en lugar de subir la calefacción.
Despilfarrar no es lo que hacen las sociedades más maduras.
Vayan a Holanda y vean las ciudades repletas de bicicletas. Allí se van a dar cuenta de que el consumismo no es la elección de la verdadera aristocracia de la humanidad. Es la elección de los noveleros y los frívolos. Los holandeses andan en bicicleta, las usan para ir a trabajar pero también para ir a los conciertos o a los parques. Porque han llegado a un nivel en el que su felicidad cotidiana se alimenta tanto de consumos materiales como intelectuales.
Así que amigos, vayan y contagien el placer por el conocimiento. En paralelo, mi modesta contribución va a ser tratar de que los uruguayos anden de bicicleteada en bicicleteada.
LA EDUCACION ES EL CAMINO
Y amigos, el puente entre este hoy y ese mañana que queremos tiene un nombre y se llama educación. Y mire que es un puente largo y difícil de cruzar.
Porque una cosa es la retórica de la educación y otra cosa es que nos decidamos a hacer los sacrificios que implica lanzar un gran esfuerzo educativo y sostenerlo en el tiempo.
Las inversiones en educación son de rendimiento lento, no le lucen a ningún gobierno, movilizan resistencias y obligan a postergar otras demandas.
Pero hay que hacerlo. Se lo debemos a nuestros hijos y nietos. Y hay que hacerlo ahora, cuando todavía está fresco el milagro tecnológico de Internet y se abren oportunidades nunca vistas de acceso al conocimiento.
Yo me crié con la radio, vi nacer la televisión, después la televisión en colores, después las transmisiones por satélite.
Después resultó que en mi televisor aparecían cuarenta canales, incluidos los que trasmitían en directo desde Estados Unidos, España e Italia.
Después los celulares y después la computadora, que al principio sólo servía para procesar números.
Cada una de esas veces, me quedé con la boca abierta.
Pero ahora con Internet se me agotó la capacidad de sorpresa. Me siento como aquellos humanos que vieron una rueda por primera vez. O como los que vieron el fuego por primera vez.
Uno siente que le tocó en suerte vivir un hito en la historia.
Se están abriendo las puertas de todas las bibliotecas y de todos los museos; van a estar a disposición, todas las revistas científicas y todos los libros del mundo. Y probablemente todas las películas y todas las músicas del mundo. Es abrumador.
Por eso necesitamos que todos los uruguayos y sobre todo los uruguayitos sepan nadar en ese torrente. Hay que subirse a esa corriente y navegar en ella como pez en el agua.
Lo conseguiremos si está sólida esa matriz intelectual de la que hablábamos antes. Si nuestros chiquilines saben razonar en orden y saben hacerse las preguntas que valen la pena.
Es como una carrera en dos pistas, allá arriba en el mundo el océano de información, acá abajo preparándonos para la navegación trasatlántica.
Escuelas de tiempo completo, facultades en el interior, enseñanza terciaria masificada. Y probablemente, inglés desde el preescolar en la enseñanza pública. Porque el inglés no es el idioma que hablan los yanquis, es el idioma con el que los chinos se entienden con el mundo.
No podemos estar afuera. No podemos dejar afuera a nuestros chiquilines.
Esas son las herramientas que nos habilitan a interactuar con la explosión universal del conocimiento.
Este mundo nuevo no nos simplifica la vida, nos la complica. Nos obliga a ir más lejos y más hondo en la educación. No hay tarea más grande delante de nosotros.

miércoles, 7 de julio de 2010

Superar el 4 a 0

Mario Bunge suele ser muy discutido. Su rechazo al psicoanálisis, en un país que ostenta el record per capita, en cantidad de psicoanalistas y psicólogos no lo ha ayudado mucho. Por otra parte, es un fundamentalista de la ciencia. Aquellos que privilegian otros modelos de pensamiento también suelen oponérsele. Sin embargo, vale la pena recordar que, muchas veces, los méritos intelectuales de una persona pueden medirse por las resistencias que provoca; de manera que creo que vale la pena leer su artículo publicado en La Nación, comentando la derrota en fútbol, ante Alemania. No aumentará su popularidad, pero es una mirada interesante. Sobre todo para aquellos quienes- como yo- pensamos que jugar al fútbol, más cerca de la risa, la diversión y la camaradería es maravilloso. Pero como gran espectáculo deportivo, a la manera que se desarrolla en la Argentina, no solo fortalece nuestra tendencia a manifestarnos más como "hinchas" que como "ciudadanos", sino que suele hacernos creer que el fútbol nos da, cuando en nuestra realidad, en verdad nos quita más de lo que nos otorga. Mariano Giraldes

MONTREAL.
- ¿Escuchaste la mala noticia?
-¿Cuál de ellas?
-Que Alemania nos ganó 4 a 0 en el campeonato mundial.
-¿Campeonato de qué?
-De fútbol. ¿De qué otra cosa iba a ser? ¿De matemática? ¿De benevolencia?
-¿Cómo? ¿No éramos los mejores? ¿Qué pasó?
-Que lo pusieron a Maradona de entrenador.
-Pero ¿acaso Maradona no fue el mejor jugador de la historia?
-¿Quién dijo?
-Un experto: Fidel Castro.
-¿Qué sabe Fidel de fútbol? Los cubanos se destacan en béisbol, no en fútbol. Por algo Cuba fue semicolonia gringa durante medio siglo.
-No te vayas por las ramas. Explicame por qué culpás a Maradona del desastre.
-Te repito: él tendría que haber entrenado mejor a nuestro equipo.
-Pero ¿y si no sabía hacerlo? ¿Y si el culpable no fue Maradona sino el que lo nombró entrenador? ¿Desde cuándo el mejor entrenador es el mejor jugador?
-Me parece evidente.
-Evidente pero falso. Son dos oficios diferentes. El jugador patea, mientras que el entrenador enseña a patear, atajar, gambetear y pasar. Y enseña a hacerlo con elegancia y honestidad.
-Pero para poder hacerlo tiene que saber meter goles.
-Sí, pero eso no basta. Un equipo de fútbol es como una orquesta. En una orquesta, como en un equipo de fútbol, cada miembro tiene su especialidad, pero alguien tiene que coordinar las tareas individuales para que no resulte una cacofonía.
-Y la coordinación ¿no puede ser espontánea, como dicen los neoliberales del mercado?
-¡Qué va! ¿Todavía no aprendiste la lección de la crisis económica actual?
-¿Qué lección?
-Que toda organización necesita reglas y un organizador que las haga cumplir. Imaginate una familia sin patrona, un negocio sin gerente, una escuela sin director, un partido político sin dirigentes o un pueblo sin Estado.
-Y ¿por qué no está facultado Maradona para dirigir un equipo de fútbol?
-Porque Maradona nunca tuvo reputación de disciplinado ni tiene experiencia como organizador. Es una prima donna. ¿Te imaginás a la eximia pianista Martha Argerich dirigiendo una orquesta?
-¿Por qué no?
-Porque, como toda gran música, es individualista. Además, es muy temperamental. Al tocar se conmueve y conmueve a quienes la escuchan.
-Entonces no puede ser disciplinada.
-Tal vez no sea obediente, pero es muy disciplinada. Cuando la orquesta calla, Argerich suele apartarse un poco de la partitura. Pero lo hace con maestría incomparable y sin violar la reglas.
-O sea, en esos momentos se juega sola, igual que Pelé y Maradona.
-Si fuera obediente no sería tan grande.
-Pero es disciplinada e inspira disciplina. Espera que sus compañeros la sigan, cosa que hacen con todo gusto porque saben que ella sabe lo que hace. La admiran.
-Volvamos al director de equipo. No me negarás que el director de orquesta tiene que saber tocar al menos un instrumento.
-Sin duda. Pero no es un ejecutante y menos aún una prima donna caprichosa. Es alguien que se esfuerza por que triunfe la orquesta como un todo.
-O sea, según vos, Martha Argerich no podría dirigir una orquesta.
-No he dicho eso, pero lo que a ella le gusta y hace maravillosamente bien es interpretar las partituras que ama.
-La gran Martha sería algo así como la Maradona de la música. La mujer conmoción, como Maradona fue el hombre gol. Y ¿quién es su entrenador?
-Cualquier músico que sepa coordinar una orquesta sinfónica y que la comprenda y respete.
-¿Qué sabe un buen batuta que no sepa un buen pianista, violinista o flautista?
-El director tiene que conocer a fondo la partitura íntegra, no sólo las partes que deben ejecutar los distintos especialistas. Es un generalista, lo mismo que un buen dirigente de gran empresa o un buen primer mandatario de una gran nación. Tiene que decidir cuándo empieza y cuándo termina un instrumento. Además, tiene que detectar cuándo un músico toca una nota falsa y sentir cuándo la orquesta no suena como un todo, en cuyo caso ordena parar, corregir y recomenzar.
-Pero tu analogía entre el equipo de fútbol y la orquesta sinfónica es imperfecta, porque el entrenador no dirige el partido.
-Tenés razón. El jugador de fútbol tiene mucha más autonomía que el miembro de una orquesta. Pero por esto mismo tiene que ser tanto o más disciplinado.
-Bueno, bueno, pero volvamos al 4 a 0, que me tiene insomne. ¿Qué tenían los alemanes y les faltó a los nuestros?
-No puedo saberlo, porque no soy experto ni miré el partido, ni siquiera soy hincha. Pero, como cualquiera, tengo mi conjetura. Sospecho que los alemanes eran mucho más disciplinados que los nuestros. El equipo alemán debe haber actuado como una falange romana, o como una división Panzer.
-O sea, los jugadores alemanes actuaron como soldados.
-En efecto, ellos no toleran lo que a nosotros más nos gusta, que es el virtuosismo del gran artista de la pelota. Se proponen ganar, no maravillar. Son metegoles, no acróbatas. Para eso les pagan.
-Pero eso no es deporte.
-No. Pero tampoco es deporte lo que se hace en las canchas de River o de Boca.
-¡Estás loco! ¿Qué es eso según vos?
-Eso es espectáculo para divertir a la gilada y distraerla de los problemas importantes. Igual que los juegos de los gladiadores romanos, sólo que incruentos. Ya sabés la receta romana para mantener contentos a los pobres: pan y circo.
-Pero nosotros somos más piolas que los romanos, porque los jugadores y entrenadores ganan millonadas.
-En efecto, hoy el fútbol es un gran negocio además de una herramienta de control social.
-¡Andá! No me digas que cuando eras pibe jugabas por guita o para evitar que tus vecinos se interesaran por la política.
-No, claro que no. Los pibes del barrio, que jugábamos en un baldío donde armábamos un arco con un par de latas, éramos deportistas auténticos. No éramos gladiadores ni mercenarios. Jugábamos por amor al gran arte futbolístico. Dicho sea de paso, yo jugaba de arquero, y practicaba con mi profesor de alemán y con mi mamá.
-¿Nunca fuiste hincha de un club?
-No. Yo llevaba un distintivo de Boca Juniors, pero nunca fui a la cancha de Boca. Había que ser hincha de algún club, como había que fumar a escondidas: porque lo hacían los demás.
-En definitiva, jugabas a la pelota pero no le rendías culto.
-Ni yo ni mis amigos. Nuestro fútbol era puro y de primera mano.
-¿Tampoco escuchaban los partidos por radio ni leían las páginas deportivas de los diarios?
-Tampoco. Nos parecía tonto mirar jugar a otros cuando podíamos jugar nosotros. Tanto como ir a ver cómo comen otros cuando hay qué comer en casa.
-Comprendo, aunque no comparto tu idea acerca de la hinchada. Dejémonos de filosofías y vayamos al grano. ¿Qué hay que hacer, según vos, para levantar la humillación del 4 a 0?
-Lo primero es entender que no es una humillación nacional, sino una pérdida que sufrió la industria nacional del deporte profesional por ofrecer un artículo defectuoso.
¿Algo más?
Sí. También hay que entender que ser hincha de fútbol no es un oficio calificado, tal como el de tornero o maestro. Hay que convencerse de que es un entretenimiento trivial e improductivo, que roba tiempo al trabajo, a la familia y al entrenamiento del cerebro.
-Esto no lo vas a cambiar con sermones, porque analizar un partido es más fácil y placentero que analizar un contrato o un informe de empresa. El problema que enfrentamos hoy los argentinos es el que te dije antes: ¿cómo lavar el honor mancillado por la derrota 4 a 0?
-Ya te contesté: no es una derrota del pueblo argentino sino de una industria nacional. Para evitar otras derrotas, lo prudente sería abandonarlo definitivamente. El fútbol profesional no es productivo ni educativo. No contribuye a formar buenos padres, trabajadores ni ciudadanos.
-¿Y qué proponés para reemplazar la pasión nacional?
-Reemplazarla por una que sea creadora, no contemplativa.
-¿Por ejemplo?
-Diseñar artefactos, escribir novelas, demostrar teoremas, enseñar a leer, organizar empresas útiles, hacer trabajos voluntarios, militar en partidos políticos honestos, plantar árboles, cultivar flores y construir canchas de deportes auténticos, o sea, no comerciales.
-Pero eso es más difícil que mirar o discutir un partido.
-Justamente. Es lo que necesita el país: elegir la puerta estrecha, no la ancha. La gloria no se alcanza pateando pelotas sino trabajando duro y bien.
-¡Gol!
Mario Bunge para La Nación.
El autor es físico y filósofo; su último libro es Filosofía política. Solidaridad, cooperación y democracia integral