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viernes, 27 de agosto de 2010

La novia que nunca pude tener

El profesor Juan Pablo Novo, cursó conmigo el Seminario "Teoría y Práctica de la gimnasia"que corresponde a la Maestría en Educación Corporal de la Universidad de La Plata. Como trabajo práctico de ese Seminario me envió "La novia que nunca pude tener", un escrito con decidido acento autobiográfico que me gustó mucho. Con su autorización lo publico en el blog porque pienso que puede ser muy interesante para otros profesores, a quienes, como a él, no los ayudaron a descubrir el placer por la gimnasia ni a encontrarle un sentido.
Mariano Giraldes.


Para desarrollar mi particular interpretación del seminario, lo más leal posible, no puedo dejar de contar cual fue mi “historia corporal” en lo que refiere a las prácticas gimnásticas, historia que había instaurado en mí una forma de ver y sentir dichas vivencias como negativas y poco educativas para mí y para cualquier otro sujeto que las lleve a cabo.
Si me remonto a mi tránsito por la Escuela Primaria, compartida entre La Plata y Junín, las sensaciones que me invaden mientras escribo estas líneas mezclan la angustia, la frustración, el “castigo corporal”, ser el “menos apto o, peor aún, que mis condiciones genéticas de talla y envergadura me alejaban vincularmente de la gimnasia. Mis clases de Educación Física se destinaban a practicar destrezas sobre colchoneta, una catarata de roles, verticales, medialunas y hasta un inaccesible rondó formaban parte de una monótona y hostigadora práctica corporal.
Todo esto tenía un fin específico: presentar en la fiesta de fin de año escolar todo lo que habíamos desarrollado en la clase, en donde año tras año repetíamos la temática y donde la gimnasia artística desechaba cualquier otra posibilidad de acción
La pseudo dinámica de las clases para esta preparatoria se centraba en proponer hacer tal o cual habilidad gimnástica y a partir de ahí ejecutar hasta que el maestro corporal a nuestro cargo así lo desee; no puedo hablar de situaciones de enseñanza porque no se proponían arenas que propicien eso y la peor parte la llevábamos nosotros, los que NO SABÍAMOS.
Así mientras algunos compañeros míos detentaban el poder en el campo gimnástico yo me limitaba a observar las clases y a preguntarme por qué todo eso no me salía a mí; en algunos momentos recuerdos la presencia de la señorita directora, que en una especie de reto increpaba al profesor de por qué nosotros estábamos sin hacer nada.
Ahí empezamos a llevar a cabo las saludables pirámides humanas y por supuesto, mi contextura física me derivaba a las bases de las mismas, soportando con mi columna vertebral inmadura los kilos de los “gimnastas” sobre mí. Así todos participábamos de alguna forma y en esa instancia el profesor se volvía casi incuestionable dentro de la institución. Que distinta hubiese sido mi amistad con la gimnasia hoy si mi maestro me hubiese respetado como sujeto, con mi irrepetible corporeidad, intentando que pasara por mí estas gimnasias y no a descartarme porque no las ejecutaba con la sutileza que se requería; o peor aún, porque implicaba mucho trabajo el arte de enseñar a un grandote porque todo le costaba más.
El camino en la escuela secundaria me hizo olvidar un poco de los miedos y frustraciones vividas y a disfrutar un poco más de las clases; los deportes escolares eran parte constitutiva al ciento por ciento de nuestras tardes y ahí todo fue diferente. Mi pasión por el cuerpo y las prácticas vinculadas con él llevaron a despertar en mí la vocación por ser profesor de Educación Física, interés que se consolidó en los dos últimos años, previo al ingreso en el Profesorado de Educación Física.
Mi maestro nos inculcaba todo el tiempo la no necesidad de ser un juvenil especialista para poder practicar las modalidades que se nos planteaban y así todos formábamos parte (aunque a muchos la Educación Física no les interesaba, la relación con el profesor era tal que se predisponían a participar activamente de la misma).
Luego de culminar mis estudios secundarios ingreso al Profesorado de Educación Física que funciona en el I.S.F.D. y T Nº20 en la localidad de Junín, y es aquí donde empieza a tejerse uno de los puntos que más me enemistó con la gimnasia y todas sus formas posibles. Durante los tres primeros años y a modo consecutivo formé parte de las cátedras Gimnasia I, Gimnasia II y Gimnasia III enfrentándome día a día con cuestiones corporales que iban en contra de mi interés ( esto es claro por los párrafos que anteriormente se presentaron).
La planificación de la asignatura implicaba dos horas semanales durante todo el año y se organizaba en base a la ejecución de destrezas (de los simple a lo complejo, de lo fácil a lo difícil) y el análisis biomecánico de las mismas, con el anexo de diversas metodologías para cumplimentar con el aprendizaje de las mismas. Hasta este punto podríamos decir que la transmisión y construcción de saberes referidos a la gimnasia seguía un camino lógico de futuros profesores. La peor parte de la torta se lo llevaba el momento evaluativo y la relación establecida entre alumno-docente por sus destrezas gimnásticas casi exclusivamente.
Mi experiencia personal y la de muchos colegas fue internarnos, como si formáramos parte de un colegio pupilo, por horas en el gimnasio en el cual practicábamos ejercicios tras ejercicio hasta alcanzar las posturas corporales y posiciones espaciales mostradas por las alumnas o alumnos que en un su historia deportiva contaban con saberes gimnásticos, constituyéndose esto en una utopía para nosotros.
Ahí me encontraba yo y varias “bolsas de cemento” (como nos apodábamos) practicando puentes para hacer el flic fla, rolidos hacia atrás para introducirnos en el yusted y miles de ejercicios más que nos hacían compañeros inseparables de los diclofenac e ibuprofeno debido a los dolores en la columna vertebral que nos acompañaban todo el tiempo.
¿Por qué hacíamos todo esto si más que una práctica placentera era un hostigamiento? Porque lamentablemente éramos muy jóvenes y no teníamos capacidad de gestionar políticas para atentar contra esto y porque sabíamos que nuestra acreditación académica estaba directamente relacionada con una ejecución corporal que se acercara a la perfección.
¿Qué saberes pude utilizar en mi vida o como docente a estas prácticas corporales llamadas gimnasia? Con desazón y nostalgia tengo que expresar que ninguna funcionalidad tuvieron esos saberes y, por el contrario, me alejaron hasta el día de hoy de hasta ese entonces mi enemiga “LA GIMNASIA”. Varias mesas de café por medio fueron testigos de mi posicionamiento con respecto al tema y demasiadas las peleas con mis amigos “los gimnastas” en contra del planteo de dicha cátedra. EL argumento con lo cual defendían este modo de enseñar, basado en la reproducción de aprendizajes cuasi deportivos, era que el esfuerzo realizado en ese entonces iba a poder aplicarlo en algún momento de mi vida. Esta teoría tenía poros en todos lados y se olvidaba de un aspecto central en el espectro de los aprendizajes: mi interés como alumno de construir mis aprendizajes de ese modo era inexistente y no creía en el hostigamiento de mi cuerpo para entender el esfuerzo y el trabajo; sostengo que todas esas acciones pueden aprenderse en un marco que no esté cargado de tanta violencia simbólica y cultural, y que podemos ser buenos profesores sin tener que pensar en formar parte de este tipo de propuestas.
Hecha toda esta introducción, y a modo de biografía corporal, me remitiré en las siguientes líneas a desarrollar como impactó el seminario en mí y la estrechada de manos que me di con la gimnasia.
Llegué a tomar el seminario con pocas expectativas y con una finalidad no muy definida, inmerso en un marco de absolutas femineidades y sospechando que la aeróbica masiva y coreográfica se constituiría en moneda corriente de nuestros encuentros (tenía que ser sincero con usted profesor).
Por suerte estaba sumamente equivocado y la propuesta resultó sumamente significativa para mí, informándome sobre los diferentes métodos que oficiaron de hegemónicos durante diferentes momentos históricos, pasando diferentes modelos de clases de gimnasia por mi cuerpo y redescubriendo un interés hasta hoy oculto por la gimnasia, que dista de manera abrumadora sobre la gimnasia que en mi formación me mostraron y las que corporicé en diferentes gimnasios a los que asistí.
En mi formación tuve un especial deseo de construir saberes relacionados con la gimnasia correctiva y la ergonomía por todas las patologías e inconvenientes posturales que traía el desconocimiento en éstas áreas, llevando en mi trabajo cotidiano a cumplir con evaluaciones posturales reiteradas y a contribuir con las personas y su relación con el propio cuerpo. A partir de los encuentros en el seminario pude repensar nuevamente estos espacios de conocimientos e interiorizarme con las tendencias actuales.
El objetivo personal de tomar parte de la formación de posgrado se centra específicamente en mejorar mi manera de pensar las prácticas corporales en mis clases de educación física y revertir paulatinamente nuestra imagen social hegemónica; por otro lado, mi pensamiento idealista de que la Educación Física es la disciplina que más saberes produce con respecto a las otras, en todos los sujetos que forman parte de ella, también me motivó a iniciarme en este camino.
Todas las actividades planteadas en el seminario pueden extrapolarse y tomar forma propia en cualquier otro espacio en la que se proponga, por eso no puedo hablar de cómo voy a aplicarlo porque me llevaría una extensión de hojas que escapan al objeto de este escrito. Lo que si puedo manifestar es que, por lo pronto, muchas de las configuraciones de movimientos planteadas serán propiciadas por mí en mis clases de Educación Física de 1 y 2do año de la ESB y en la Colonia de Vacaciones del Club Los Miuras (espacios en los cuales trabajo), accediendo a las modificaciones y reestructuraciones que las mismas ameriten.
Lo que sí estoy pensando es en la posibilidad de proponer clases de gimnasia para varones y mujeres adultos que participen de las actividades de verano del club, y esto fue una movilización provocada por nuestros encuentros, por entender y recibir el mensaje de que no tenemos que ser bailarines ni vestirnos para una cultura mass- mediática para llevar a cabo una clase de gimnasia aeróbica.
Por eso quiero contarles que hoy pude reconciliarme con la gimnasia y con todas sus formas de movimiento, aunque guardo un cierto rencor con la rama artística, y creo que en un futuro no muy lejano llegaremos a ser grandes amigos.
Mucho tuvieron que ver en esto mis compañeros de seminario, sus consejos, sus opiniones, sus saberes, sus corporeidades; también al maestro que nos entregó su saber incondicionalmente sin ocultar absolutamente nada y haciéndonos formar parte de sus ideas en una absoluta democracia corporal.
¡¡A todos ellos mis más profundos agradecimientos!!

2 comentarios:

Nahuel dijo...

Estimado profesor Mariano Giraldes: Mi nombre es Nahuel, soy estudiante del profesorado de Educación Física de la Universidad Nacional de La Matanza, y el año pasado tuvimos el honor de que usted nos diera una clase práctica de gimnasia formativa. La cual produjo en mi un cierto interés por las prácticas de la gimnasia, y por ese motivo llegué a su "blog".
Cuando leía las primeras líneas de esta historia me sentí tan identificado (junto a mis compañeros) que no pude aguantar, tomé coraje y decidí escribirle esto. Somos tantos los alumnos de los profesorados que sufrimos con una disciplina que (a mi entender) debería ser educativa, pero termina siendo cercana al adiestramiento, que la identificación fue instantánea.
Me tomo el atrevimiento de decirle que esta historia difiere en algo a la mía (y de varios compañeros/as), y es que Juan Pablo tuvo una reconciliación (por así llamarla) con la gimnasia, algo que aún no pasó con nosotros. Espero y me encantaría poder hacerlo antes de tener un título en la mano y poder de alguna vez disfrutar plenamente y aprender a enseñar gimnasia (en sus diferentes ramas).
Me despido de usted con un cordial y respetuoso saludo. Le agradezco sus notas en el blog, y no pierdo la esperanza de que alguna vez lo volvamos a tener aunque sea por unos momentos en nuestro profesorado para volver a disfrutar de la gimnasia.

Saludos.



Nahuel.

Mariano Giraldes dijo...

Nahuel: Me alegro mucho que la nota de Juan Pablo haya desencadenado esas reacciones en vos y en tus compañeros. Las tensiones que vive la Educación Física, como es lógico, también llegan a presionar los saberes de la gimnasia.
Especial atención merece el hecho de que ciertas tendencias de ella, reciban en casi todos los profesorados, atención bulímica y otras, atención anoréxica.
Las hipertrofiadas suelen ser las gimnasias deporte. Las asténicas en su tratamiento, precisamente aquellas más demandadas en los distintos circuitos en los cuales suele desempeñar su tarea un novel profesor de Educación Física.
Grave desbalance con graves consecuencias.