LA EDUCACIÓN FÍSICA COMO DISCIPLINA DE INTERVENCIÓN SOCIAL
El paradigma técnico que dominó la disciplina durante muchos años parece batirse en retirada. Al menos así parecemos entenderlo muchos de nosotros que insistimos en que la Educación Física, sin abandonar la transmisión de sus saberes corporales, más profundamente arraigados en la cultura, debería ser resignificada por sus posibilidades de intervención social.
¿Cuán es socialmente significativa una práctica social como es la nuestra?
Cuando es útil en el aquí y en el ahora de cada practicante, cualquiera que sea su lugar de ejercicio. Tanto vale que sea en la escuela, el club, el gimnasio, la parroquia o el centro comunitario.
Cuando está vinculada al avance del conocimiento científico. Por lo tanto dispuesta a destruir mitos y desenmascarar las trampas de las modas del cuerpo que atraviesan la sociedad, por ejemplo.
Es adecuada a la sociedad y la cultura en la que se inserta el sujeto.
Le sirve para pensarse a sí mismo en forma crítica y eso lo ayuda a tomar decisiones sobre su vida y su salud.
Es en el marco de esta línea argumental que presentamos en el blog temas como los trastornos alimenticios, que podrían tener destino de charlas, intervenciones breves en las mismas clases o respuesta a interrogantes de alumnos, padres u otros especialistas docentes. El conocimiento está a disposición; lo terrible parece ser que no muchos están dispuestos a utilizarlo.
TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓNANOREXIA Y BULIMIA
Los trastornos de la alimentación son desordenes marcados por conductas obsesivas frente a la comida y, por lo general, una preocupación excesiva por el peso y lo que se ingiere.
Una de las más conocidas es la anorexia, cuyo síntoma básico es la negativa a ingerir alimentos, con la consecuente pérdida de peso. Los pacientes se sienten a disgusto con su cuerpo y su peso corporal. En las mujeres, la ausencia de al menos tres períodos menstruales consecutivos puede ser el dato para diagnosticarla. Hay dos tipos de anorexia: la restrictiva (la persona no come) y la bulímica (se dan atracones seguidos de vómitos autoinducidos, o se recurre al uso de laxantes o diuréticos).
Además, existen trastornos alimentarios no específicos y personas que, esporádicamente, se dan atracones.
El gran desafío que la anorexia plantea a los profesionales de la salud está encerrado en una pregunta ¿Cómo curar a quién no quiere curarse? Muchos psicoanalistas narran que han tenido pacientes que les dicen : “No quiero tener el cuerpo que me imponen que tengan”. Lo que es impresionante porque tal concepto puede ser expresado por personas que deberían pesar 20 kilos más. La anorexia, en términos generales es un trastorno que se da en las grandes capitales, en las zonas más desarrolladas del mundo industrializado. En la Argentina, por ejemplo, hay lugares donde ni saben de qué se trata, en contraposición con lo que sucede en Buenos Aires, Córdoba o Mendoza.
Cerca del 1 % de la población mundial está afectada. Nuestro país marcha en segundo lugar -después de Japón- en la incidencia de anorexia nerviosa en su población. Una adolescente de 16 años la reflejó perfectamente con esta frase: “Soy un zoológico: tengo un chancho en la mente, una lombriz en el estómago, un león en la boca y dos elefantes en las piernas”.
Aunque en los últimos años aumentaron los casos de hombres que sufren trastornos de la alimentación, la abrumadora mayoría son mujeres. En la Argentina, un 10 % de los hombres consultan por este tema y sólo un 2 % sufre realmente de bulimia o anorexia.
En muchos casos ocurre que, ante la sensación de falta de control en sus vidas, por las condiciones que imponen las sociedades actuales, las chicas empiezan a controlar sus cuerpos. Es como si se dijeran: “No puedo controlar lo de afuera, controlo mi alimento”.
A la larga, ese esfuerzo trae complicaciones físicas: falta de minerales, amenorrea, deficiencia de la glándula tiroides, osteoporosis, baja presión, descenso excesivo de la temperatura corporal. En algunos casos, el cuerpo, para producir calor, genera un vello muy suave llamado lanugo.
Tratamientos
Las causas que confluyen para originar una anorexia, tal como hemos vislumbrado, son muchas y variadas. Por eso, el mejor tratamiento debe ser encarado por un equipo multidisciplinario integrado por psicólogos, nutricionistas, psiquiatras, especialistas en terapia familiar y médicos clínicos. El trabajo conjunto apunta a lograr un equilibrio entre normativa clínica y escucha. O sea: lo que dice la nutricionista se acata sin discutir. Y en el gabinete psicológico se habla, se protesta, se expresa todo lo que haya por decir. Es un trabajo arduo, delicado, que exige dedicación e infinita paciencia.
Las primeras fases del tratamiento se orientan a restablecer la salud física. Es que no se puede esperar que aparezcan los deseos de comer. Una gran cantidad de pacientes tienen que alimentarse para desarrollarse, dado que tienen edades que varían entre los 13 y los 17 años. Luego, con mucha serenidad y tiempo se trabaja para que aparezca el deseo de comer. Si el deterioro físico es preocupante, el equipo médico puede llegar a disponer una internación médica.
Hasta lo que aquí se conoce, el esquema terapéutico recomendado es uno en el que es tan importante indagar en la difícil zona de los conflictos vinculares como insistir en los más básicos hechos del día a día. Por ejemplo, sentarse a la mesa para comer. Y disfrutarlo.
El testimonio de una paciente
La descripción que hace una paciente de su enfermedad, que sufrió durante 10 años es aterradora: “La anorexia es un infierno en vida. Algunos dicen que es una enfermedad autoinfligida: yo digo que nadie elegiría vivir de este modo. Imaginen tener otro persona habitando su cabeza, criticándolos y calculando constantemente, sin darles jamás un respiro. Así es esto. La anorexia llena la mente, el cuerpo y el alma; no deja espacio para nada más. Cuanto más pequeño uno se hace, menos siente emocionalmente. No tiene que lidiar con la vida nunca más”.
Bibliografía: “Anorexia y bulimia: lo que hay que saber”. Autores varios (Ed. Gedisa).“ Comer todo o comer nada”, J.L. Colombo, (Ed. Lumen)