Para muchos filósofos las condiciones determinantes para la felicidad son:
1. La autonomía.
1. La autonomía.
2. La competencia personal, el saberse capaz en la esfera profesional, por ejemplo.
3. La calidad de los vínculos con otras personas, comenzando con la propia familia.
4. La auto estima, sin desbordes narcisistas.
Otros, agregan:
1. Tener metas y proyectos propios.
2. Ser físicamente atractivo. (Los que tienen discapacidades severas son menos felices).
3. Recién después ubican el dinero y la popularidad. Que el dinero puede no ser la llave de la felicidad parece quedar demostrado por el hecho de que a medida que aumentan nuestras posesiones, también se amplían nuestras aspiraciones.
Para pensar:
Supongamos que mañana nos suben el sueldo de imprevisto. Nos ponemos, claro, muy contentos. Ahora supongamos que pasado mañana nos enteramos que a todos nuestros compañeros también se lo subieron. Sólo que un poco más que a nosotros mismos. Felicidad evaporada. ¿Somos unos monstruos por sentir así? De acuerdo con los resultados de décadas de encuestas y escaneos cerebrales, esos sentimientos son totalmente habituales en los humanos. Una vez conseguido un nivel de subsistencia, lo que nos importa de verdad es si el pasto del vecino es más verde que el nuestro.
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