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jueves, 19 de julio de 2012

Justicia


De una u otra forma, la mayoría de los adultos estamos atravesados por la relación que mantenemos con la ley o la justicia. No necesitamos ser especialistas en la perspectiva jurídica para tener inscriptas en nosotros esas nociones. Tal inscripción nos  lleva a reflexionar sobre esos mojones en el camino, que nos ayudan a tomar decisiones, a los que llamamos valores.
¿Quién no siente horror, cuando no solo no se aplica la ley y la justicia no opera, sino también  cuando nuestros gobernantes y autoridades la evaden descaradamente? Incluso el odio puede llegar a filtrarse, por lamentable que sea, porque siendo sujetos éticos, habiendo renunciado a satisfacer una buena cantidad de nuestros  deseos, habiendo logrado convertirnos en seres que no atentan contra el semejante, la ley o la justicia, esperamos que se tome en cuenta esa diferencia, a la hora de premiar o castigar. En última instancia seguimos esperando que la sociedad sancione en la dirección de nuestra renuncia, para poder sostenerla.
Pareciera que, en la Argentina, la espera se torna ya insoportable. Resulta llamativo como la violencia se liga a la impunidad e impacta a todos los grupos sociales. Para los educadores, la falta de una mínima normatividad ética  en niños y adolescentes nos impacta especialmente. Sobre todo porque afecta tanto a los híper enseñados- aquellos que han disfrutado de todos los cuidados materiales de la educación, pero tienen padres ausentes- como a los híper humillados, los eternos destinados a los circuitos de la pobreza y la exclusión, cuyos padres también ausentes, lo están por otras causas..
Todos ellos, hijos huérfanos de padres vivos, claman por una ayuda que un Estado agotado casi no les proporciona. Ni tampoco las instituciones llamadas disciplinarias que aseguran el funcionamiento de ese Estado Nación, tales como la familia, la escuela, la Universidad o el ejército.
Esto de un Estado debilitado puede, en nuestros días, sonar contradictorio. No lo es. Puede coexistir un partido triunfante en elecciones democráticas, que se hace cargo del poder  y lleva adelante un gobierno fuerte. Pero en el marco de un Estado débil, cuyas instituciones, como acabamos de decir, no funcionan o funcionan mal. Tan mal como la democrática división del Poder Legislativo, Judicial y Ejecutivo.
 Con un Estado agotado que no provee de ayuda para encauzar el pensar de la sociedad, una escuela que no forma ciudadanos y una familia que no trasmite el valor de la ley y de los límites… ¿cómo se puede ser un niño o un adolescente hoy?
¿Cómo podemos nosotros, los maestros del cuerpo, enseñar el sentido de la regla al jugar, si los chicos desconocen la ley, ese verdadero pacto para funcionar? ¿Si tienen tremendas dificultades para comprender que la práctica de los juegos deportivos y los deportes, requieren respetar el principio de  que “así no se puede” pero de todas estas otras formas “sí se puede”?
¿No será que cualquiera que sean los saberes corporales que enseñemos, la técnica más importante que debe  atravesar todo lo que trasmitamos es aquella que permite incorporar al jugar el sentido de la regla y de la ley, en el marco del respeto a uno mismo y a los demás?
Por Mariano Giraldes

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