Me resultó interesante leer en diario La Nación los repudios expresados en unas cuantas “cartas de lectores” como consecuencia del artículo que presentamos a continuación. Me hicieron recordar afirmaciones de unos cuantos especialistas argentinos en Educación; entre ellos, el doctor Guillermo Jaim Etcheverry, ex rector de la UBA. Él sustenta la teoría de que en realidad, a los argentinos no nos interesa la educación.
¿Cuál es la razón de tanto enojo? ¿Cuál es la verdad sobre alguna época de la escuela argentina, retratada en el artículo de Pescetti que resulta insoportable?
Me parece que los lectores que se han sentido agraviados, no perciben la nostalgia y la ternura que expresa lo escrito por el periodista. Pero fundamentalmente no aceptan una interpretación de una realidad pretérita, diferente a la que ellos mismos sustentan. Hoy buena parte de la escuela argentina se debate entre situaciones catastróficas muy diferentes que requieren de interpretaciones que también los son: hoy las instituciones educativas han tocado fondo. ¿Les costará igualmente aceptarlo?
Mariano Giraldes
Ato solene
Antes de que nada quiero significar que es un alto honor para mí poder haber podido liegado a ser diretora de este establecimiento escolar de enseñanza, aunque más no fuera que todo se justefica en haber liegado al día de que hoy para poder recibir con mis humildes palabras que pude haliar al tan alto conjunto de personas que hoy se han acercado a nosotros a tal efecto.
Se encuentra entre nosotros, enchiéndonos de orguliecimiento, la bisnieta del fundador de nuestra escuela: la Señorita Írpides de Loza. Otro aplauso para elia también... pobre mujer.
Altísimas Autoridades, Señorita Inspetora, Señorita Secretaria, Señoras Maestras, Señoras Porteras, alúcnos, y ¿por qué no también? Señorita Vice-Directora, que también es un ser humano como todos, ¿no? Vamos a oír una canción que hice dedicada al escudo de la cooperadora y que le puso música la señorita Esther; de actividades prácticas. Oigamos el disco con atención que lo canta el profesor de gignasia.
Tras su halo de aureólico estigma,
de perfiles de fébico ardor,
impoluta, la insignia sonriente
al futuro da su corazón.
En los campos resuena la imagen
con su rostro severo de orgullo,
dando gesta a los gritos infames,
fulgurando resuelta el triunfo.
Un futuro de grandeza
nos espera a todos nosotros
¡Huyamos en su procura!
¡Huyamos pronto!
¡Qué hermosa! Bien. En todos los atos leo y hoy quisiera hacerlo con algo que escribí inspirada en los ninios:
¡Ninios! Sóis como suaves palomilias que se albergan en los prístinos pliegues de vuestros corazoncitos de algodón. La vida, con sus dones explendientes, aún no os ha golpeado con su sufrimiento de pecado y castigo mortal en el infierno terrestre. Por eso os dirijo estas breves palabras lienas de amor, para guiaros y prepararos...
¡Quinto grado! ¿¡Se quieren quedar quietos!? ¿¡Dónde está la maestra de ese grado!? Estáis en la edad más dorada y anhelada: la infancia. No cejaréis de intentar infinitos caminos dorados, porque es propio y natural de vuestra ingenua edad que tenéis el don de creer en la esperanza con su liama candorosa de esplendor. Pero cuando la vida os empiece a mostrar su verdadera cara, y el arco iris de vuestros sueños se corra dejando lugar a la lucha cruel, al dolor, al sacrificio inútil, a la culpa de no ser merecedores de más amor, no penséis ni por un milímetro que ese dolor y ese sufrimiento que os espera mañana ha sido en vano. Pensad más bien que podréis buscarnos. Liamadnos padres y madres si os lo precisáis, porque eso somos con nuestro amor... ¡Primer grado va a seguir el ato de pie hasta el final, a ver si así están contentos! ... padres y madres si os lo precisáis porque eso somos con nuestro amor: Aplausos, por favor: Muchas gracias.
Hoy nos reúne un hecho que no por menos singular es más que importante. ¡Sí! Y gracias a la invalorable alluda de las Altas Autoridades presentes y de la Cooperadora, y del escudito que está a la venta a la salida del ato de hoy, podemos decir todos, y con el mayor de los orgulios: ¡Sí! ¡El bañito del Despacho de la Cooperadora está terminado! ¡Es nuestro! ¡Lo logramos con nuestros esfuerzos y, al usarlo, también nos esforzamos... en cuidarlo! Y no importa que todavía no podamos usarlo porque, como todos saben, la Cooperadora se lo dona a la Provincia, pero la Escuela pertenece al Ministerio, entonces todavía no se puede usar porque: o bien la Provincia dona el bañito al Ministerio, o bien el Ministerio dona la Escuela al bañito... perdón, a la Provincia. ¡Pero no importa! Porque el Ministerio y la Provincia son la Patria y con estas obras la estamos haciendo crecer. Ahora la Patria tiene un pedazo más en nuestra Escuela, ¿No’cierto?
Por eso nos reunimos: porque crecer es educar y avanzar es ir hacia el futuro. Porque la grandeza la vamos a lograr entre todos y por eso hoy somos más que antes aunque mañana seamos menos que ahora y cada día nos traiga el Sol con sus ralios de oro y la Luna con sus ralios de plata y su fulgor de los astros del cielo que... ¡Fernández sacate la mano de ahí que te estoy viendo! Bueno... y ahora vamos a terminar con la participación de los chicos, que tanto esperan los papás y las maestras preparan durante meses. Va a pasar Raúl Cardales, de 4 años, de la salita azul de la señorita Bibiana... ¿Estás listo mi amor? (entra el niño, entre enojado y asustado).
Señorita Bibiana – Dale, Raulito... (silencio) ¿No te acordás lo que hiciste con la Señorita?
Raúl - ... (la mira y niega con la cabeza).
Sta B - ¿Querés que me quede acá con vos?
R - ... (niega).
Sta B – Mirá que están esos señores importantes y qué van a pensar, ¿eh?
R - ... (rompe en llanto).
(interviene la Directora) Bueno, no importa. Los chicos son así, se ponen nerviosos y se traban un poco, a él no lo hacemos pasar nunca más a un ato y listo. Ahora va a recitar una copla: Daniela Mosini, de tercero B, y la escribió ella misma, así que: calladitos todos.
Talán talán, suena la campana
en la mañana bien tempranitos...
(se queda muda, mira hacia el público y dice: “Ay, me olvidé”, se escucha el susurro de una maestra, y retoma decidida)
Talán talán, suena la campana
en la mañana bien tempranitos
y por la tarde después de la escuela
vuelvo a mi casa bien derechito.
(saluda inclinándose efusivamente y, con la cabeza, choca al micrófono que casi se cae, interviene la directora sosteniéndolo)
Muy bien! ¡Al fin una que vale la pena! Raúl, tesoro, ¿viste que ella lo dijo bien y sin hacer ningún papelón? ¿Querés probar de nuevo? (desde el fondo se oye grito) ... ¿No? Está asustado todavía. Y ahora va a pasar Fernando Lordani, de sexto, a leer algo que él mismo escribió... Miren lo que son capaces los chicos, yo lievo treintaisietes año de diretora y nunca me dejo de asombrar de que los chicos son capaces... Bien, a leer algo que él mismo escribió para el Escudo de la Cooperadora.
“¡Gloria y prez de mi corazón! En mi alma de niño refulges rutilante cual una guía sublime, una estrella majestuosa y resplandeciente que me lievará al pináculo del bronce eterno. Tú, generoso blasón, eres la joya portentosa que no cambiaría ni por el oro de mil musulmanes al que aspira mi alma de niño”.
¡Muy bien Fernandito! ¡Qué lindo eso que escribistes solo sin la ayuda de nadien! Y ahora los saludaré yo para cerrar este ato solene.
El fruro tuto... no. El froruf... ¡El fruto futuro se abre para vosotros y para vuestras lúmines promesas!
¿Edificarafarí... ¿Edicafiricara... ¿Efi...? No. ¡Segundo grado! ¿¡Se quieren quedar quietos que nos distraen a todos!? ¿Edificaríais un nínfeo altar si así os lo demandaríaismos? ¿Trajarabara... ¿Trabariájara... ¿tra... eh ¡Yo confío en que sí! ¡Estoy convencida de que sí! Y por eso mañana, al vernos, os le diréis al oído: ¡Mirádosla! Allí va la que donó su sangre y su corazón y sus años más felices en ignotas aulas para trata de hacer de mí, hijo mío, un padre o una madre de bien que te pudiera criar ¡Hijo mío! Aliá va mi segunda madre, tu quinta abuela, la hermana de la segunda madre que tú también, así como yo, tu padre, y tu madre tenemos y tú también tienes en tu escuela. Nada más, aplausos, Muchas gracias.
Por Luis Pescetti
FUENTE: La Nación
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