Otro fenómeno frecuente en las distintas generaciones consistió en la demonización de los adolescentes y los jóvenes por parte de los adultos. Existió y existe una especie de ejercicio sintomático de fiscalización que solemos ejercer: consiste en echarle la culpa a los jóvenes de todo lo malo que pasa, sin advertir que ellos viven en primera persona lo que nosotros les estamos legando.
Y lo que le estamos dejando a una gran mayoría es la exclusión. Hace 40 años, si se hubiesen manejado índices de pobreza como los actuales, de un 35%, habrían caído los gobiernos. Si pensamos que la mitad de esos pobres son indigentes, es decir que no tienen aseguradas, en las condiciones actuales de mercado, una dieta mínima, el panorama se agrava aun más.
Existe, entonces, una pobreza de insuficiencia calórica; hay otra que tiene que ver con la imposibilidad de acceso a bienes y servicios y aun otra que tiene que ver con la relación que hay entre ricos y pobres, tal como se mide en otros países. En la Argentina, por variar, en ese aspecto también somos diferentes: Hay personas que son más ricas que los ricos de los países ricos y eso, en parte, explica por qué los pobres de nuestro país, son pobres como los de países pobres, pero en un país que no es pobre como la Argentina. Lo que es inconcebible.
¿Qué sentido pueden tener las actividades físicas en este contexto? Si ayudan a resistir, a pensar, a creer, a crear, mucho. Si la manera en que se transmiten como ha sucedido a lo largo de las épocas, sirven sólo para disciplinar, controlar, "higienizar" y reproducir estructuras de sumisión y consumo, no sirven para nada.
Y a no olvidar el "pan y circo". El deporte sigue siendo usado como herramienta de poder por los políticos de turno. Hacer cultura es resistir, dice Mempo Giardinelli. Concebirnos como pensadores de la cultura, tratar de ayudar a construir una cultura de lo corporal más crítica y significativa, no solucionará todos los problemas sociales, pero bien encarada, puede formar parte de un proceso de esclarecimeinto y emancipación. Hacer cultura corporal significa romper con ciertos mitos que aseguran que el deporte, por ejemplo, facilita la inserción social, el respeto a las reglas y la salud. Significa resistirse contra la estupidización de las personas a través de sus cuerpos. Estupidización de la que tenemos muchos ejemplos. Basta con observar aquellas propuestas corporales que nacen con la lógica de la mercancía y que son clásicas de la industria del fitness. En realidad, no suelen ser otra cosa más que nuevas formas de disciplinamiento social.
Imaginemos solamente las posibilidades que ofrecería ayudar -como maestros del cuerpo- en la construcción de un proyecto personal de autogestión corporal, que nunca puede hacerse en soledad, sino en contacto y vínculos con los otros. Y con una guía inteligente que facilite esa construcción.
Finalizo diciéndoles que ante ciertos interrogantes como el que plantea el título no caben explicaciones sencillas. Ante problemas complejos hay que buscar explicaciones estructurales. Hay problemas de los niños, los adolescentes y los jóvenes, destinatarios naturales de los programas de actividades corporales. Pero hay problemas en esas mismas poblaciones. La pobreza, la exclusión y la marginalidad NO ES UN PROBLEMA DE LA NIÑEZ Y LA JUVENTUD, ES UN PROBLEMA EN LA NIÑEZ Y JUVENTUD que ellos heredan. Resolvamos de una vez los problemas en la niñez, la adolescencia y la juventud para entonces sí poder dedicarnos a los problemas de ellos. Problemas estos que tienen que ver, desde luego, con su participación en propuestas de actividades corporales, con emplear su tiempo libre productivamente o su tiempo productivo libremente, con el esparcimiento, con su propia realización, con poder concebir proyectos de vida y no de muerte, como el que significa la droga o el alcoholismo.
Mariano Giraldes
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