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miércoles, 15 de junio de 2011

Credibilidad y Confianza

Aquellos de nosotros acostumbrados a escribir nuestras prácticas, solemos referirnos a lo que nos falta, a lo que nos gustaría saber. Escribimos más producto de la carencia que del exceso. Miramos una porción de la realidad buscando explicaciones.

En este caso, me preocupaba una recurrente -y nada agradable- experiencia cotidiana: la falta de confianza y el poco crédito que otorgan algunos alumnos a sus maestros.

Pensando en el tema y sus implicancias, leí en el diario una noticia interesante. El 31 de Mayo pasado, se celebró el día del Marketing. Con ese motivo, la Asociación Argentina organizó en Buenos Aires un Congreso Internacional destinado a profundizar el conocimiento sobre sus actuales manifestaciones. Tanto desde la óptica del consumidor, como desde las estrategias, la innovación y las tendencias.

El marketing se ha convertido en una actividad que mueve una cantidad inmensa de dinero, difícil de precisar debido a sus múltiples ramificaciones. Sólo una de sus herramientas, la publicidad, origina una inversión mundial de US$ 550.000 millones. Los analistas arriesgan que la actividad madre, el marketing, llegaría a la cifra de US$ 55000 millones.

El tratamiento que hicieron los especialistas en lo referido a “Tendencias” fue sugerente:
Se escuchó decir, por ejemplo que:

“Hay un retorno a lo esencial, por sobre lo superficial. La sociedad anhela llenar con sentimientos reales, genuinos y auténticos el vacío existencial en el que siente que se vive”.

“Se debe recuperar la idea del proyecto de mediano plazo frente a la lógica del vivir aferrado al presente. Frente al desconcierto total, la gente busca anclajes de credibilidad, necesita desesperadamente encontrar a quién creerle para dejar de sentir que todo es una gran mentira. No se puede vivir sin creer. No se puede vivir sin confiar. La confianza y la credibilidad son hoy los grandes vectores de diferenciación, capaces de consolidar o destruir los vínculos entre los individuos y las marcas”.

No se puede menos que declarar bienvenida tal aporte discursivo, aunque uno siempre pueda reservarse el derecho de suponer que, en el fondo, lo que sugieren esos especialistas es solamente cambiar de estrategia, pero siempre para aumentar los deseos sin pausa y poder vender más.

No hay que olvidar que el marketing se desarrolla en el marco existencial que se conoce como sociedad de consumidores. Tal sociedad se caracteriza por transformar las relaciones humanas a imagen y semejanza de las relaciones que se establecen entre consumidores y objetos de consumo. Tamaña empresa solo se alcanza si el mercado logra colonizar ese espacio crucial en el que se anudan los lazos afectivos que unen a los seres humanos. El yo no soy yo, sin el otro, desaparece como concepto.

Tal concepto no trata del bien del otro, que es una categoría muy complicada. Se trata, más bien, de un pensamiento y una acción responsable, que el no desentenderse del otro se pone de manifiesto en el ocuparse de uno mismo, que es la única manera en que puedo ocuparme del otro. La santidad es para unos pocos elegidos.

Lo que me llamó la atención fue que, tanto en las conferencias como en las conclusiones, aparecieron esas dos palabras que mencionaba al principio: confianza y credibilidad. Por lo visto, no nos preocupan solamente a nosotros. Vale la pena preguntarnos:


¿Están unidos hoy, maestros y alumnos, por recíprocos vínculos de confianza y credibilidad?


Si tomamos en consideración el clamor que resuena entre los maestros, y refiere a las dificultades que enfrentan en sus prácticas y también aquello que expresan los alumnos en sus intervenciones y acciones, tales vínculos están muy debilitados.

No me parece descabellado considerar que niños y adolescentes nos han declarado prescindibles. Tal distanciamiento dificulta o imposibilita que podamos constituirnos como maestros. Porque para que el maestro aparezca, el alumno tiene que estar presente.


Punto clave: A los adultos, maestros o padres, nos cuesta admitir que podemos no existir significativamente para nuestros alumnos o hijos. La verdad es que, en muchos casos, se han declarado autónomos: puede decirse que son pos familia y pos escuela.


Nos enfrentamos entonces a la escena más temida por todo maestro: que nuestros alumnos no quieren aprender aquello que nosotros queremos, sabemos y podemos enseñarles.

A su vez, en el ámbito hogareño, los padres encuentran que la imprescindible transmisión se dificulta. Sencillamente porque para transmitir se requiere una autoridad aceptada. El ámbito familiar ha pasado a ser, más que otra cosa, un lugar de intercambio de opiniones.

Pueden arriesgarse unas cuantas explicaciones. Pero entre todas, a los efecto de esta nota, repetiré un concepto que me parece necesario: la hegemonía política del Estado nación está agotada. Por lo tanto la eficacia práctica de su discurso queda también alterada.

Sin Estado nación que asegure las condiciones de operatividad, la escuela en particular- y las instituciones disciplinarias en general- ven alterada su consistencia, su sentido, su campo de implicación, en definitiva su propio ser. Sin paternidad estatal ni fraternidad institucional, la desolación prospera. Y el sufrimiento en las viejas instituciones y en sus habitantes se hace sentir.

Escuelas sigue habiendo, desde luego; pero no son las mismas. No son ya instituciones disciplinarias, aparatos productores y reproductores de subjetividad ciudadana. Más bien parecen organizaciones ligadas a la prestación de un servicio. Una Empresa más en el mundo de las empresas. Dedicadas a contener socialmente a los chicos, sacarlos de la intemperie, darles de comer, impartirles una serie de normas de convivencia y de ecología de sus hábitos, que el hogar ya no proporciona. La subjetividad que resulta de estar en una escuela cuando el mercado y los medios parecen la instancia dominante de la vida social, es absolutamente otra. La enseñanza de calidad se resiente en forma inevitable.

Sin proyecto general educativo en el cual implicarse, se hace necesario pensar en nuevas funciones, tareas y sentido para las escuelas. Hoy, en ellas, las condiciones para que se produzca un encuentro en torno a un proyecto educativo, entre alumnos, maestros, padres y autoridades nos están aseguradas.

En tales contextos, los maestros debemos preguntarnos…

¿Cómo llegar a nuestros alumnos si ellos no nos otorgan una mínima credibilidad? ¿Que estrategia seguir con chicos aburridos, a menudo apáticos, desinteresados y hasta mal educados si no tienen confianza ni en la propuesta ni en su maestro?

¿Qué hacer cuando, en tanto que herederos de la subjetividad estatal, suponemos que la ley- justa o injusta- preexiste y nuestros alumnos suponen la hegemonía de sus opiniones?

Pienso que en muchas situaciones, se hace imprescindible replantearse el concepto de ley trascendente y de su reemplazo por la precariedad de las reglas compartidas, cosa que no nos resulta nada fácil. La regla no se relaciona con el bien, ni tiene que ver con la totalidad de sentido, sino que es regla de juego, tiene que permitir jugar a lo que queremos jugar. Es, sin duda, una base de acuerdo. Hay una pura necesidad de que todos declaremos que ASÍ NO SE PUEDE, PERO DE ESTA OTRA MANERA, SÍ.

Se puede transgredir la ley, como por otra parte hacen nuestros gobernantes a la vista y paciencia de todos, pero no se puede transgredir la regla porque es regla de juego y la aceptamos previamente todos. Al menos, es el comienzo de una acción consensuada y democrática.
Además de este mínimo comienzo, sugiero lo siguiente:

Primero que nada, todo maestro, cualquiera que sea su ámbito de desempeño (1), debe asumir que solo logrará constituirse como tal cuando comience a existir para sus alumnos. Para “existir” para el otro, para “servirle”, resulta clave la manera en que se entra con él en contacto con tacto. Es la manera en que comienzan a construirse los vínculos afectivos entre el maestro y los aprendices. Aquí aparece otro obstáculo. Es que una de las dificultades más graves que enfrentamos, consiste en que, por lo general, suponemos que existe un vínculo previo con nuestros alumnos.

Por tradición. ese vínculo está garantizado por la institución a la que pertenecemos o por el rol que desempeñamos en la esfera privada. Sin embargo, muy frecuentemente, en la modernidad tardía, no existe esa relación estructural que garantizaba, años atrás, que íbamos a poder enseñar. (Inclusive podíamos enseñar, aun en el marco de nada recomendables arbitrariedades pedagógicas, a las que solíamos dedicarnos con fruición).

Eso no sucede ya, en una gran cantidad de prácticas de enseñanza. De manera que no veo otra posibilidad que no sea pensar con el otro el vínculo que nos constituye, a él como sujeto y a mí como maestro. Y el vínculo se constituye al pensarlo y actuarlo.


Punto clave: Nos cuesta aceptar que nuestros alumnos, no acepten la autoridad de nuestro saber y decidan hacer cosas con su propio cuerpo o demandar otras, sin tenernos en cuenta.


Luego que se ha entrado en contacto, cuando se ha logrado construir un incipiente vínculo, debo prepararme para el arduo camino de ganarme la confianza de mis alumnos a quienes, por cierto, no les dispenso tal como estoy sugiriendo, un tratamiento convencional. Por ejemplo, evito tener una teoría previa sobre ellos, evito representármelos de una determinada manera, lo que es bastante novedoso. Puede muy bien ser que lo que surja no sea una lógica pedagógica, que la relación asimétrica entre enseñante y aprendiz que debe seguir existiendo, se teja sobre otras bases, nada tradicionales, por cierto.

Sugiero calurosamente pensar una relación maestro/alumno, basada en un régimen de confianza en vez de en uno de autoridad. La autoridad se instituye y se transfiere. De alguna forma de poder político o económico hacia el maestro. La confianza no. La autoridad estatal emanaba de la escuela y del cargo docente que se ostentaba. Mientras que la confianza se genera en el sostén que ofrecen los proyectos, en la credibilidad de las propuestas que se hagan y en la coherencia personal sin claudicaciones del maestro. La confianza es una relación “contractual” entre dos. No es instituida, puede darse y puede perderse por alguna contingencia. El problema de la autoridad no es nunca cómo instalarse; más vale la pregunta que hay que hacerse hoy es cómo no sucumbir a ella.


Punto clave: La confianza es un régimen de relaciones que, en realidad, se genera en el mercado, pero a la cual, nosotros como maestros del cuerpo, podemos ayudar a que se construya con todos nuestros alumnos. Es un modelo de dos que se hacen fiables entre sí, sin la intervención de terceros.


Eso sí: ganarse la confianza, hacer creíbles nuestras propuestas, requiere de dotes personales y de ciertas habilidades aprendidas por los maestros. Una mezcla de talento y aprendizaje es la creatividad. De manera que una predisposición a desarrollar el potencial creativo que existe en cada uno de nosotros, es imprescindible para llevar adelante el planteo estratégico que acabo de hacer. Y esa predisposición sí puede aprenderse. Y si puede aprenderse puede enseñarse.


(1). Les recuerdo que toda vez que consideramos que un saber del cuerpo, un bien de la cultura, merece transmitirse con el objetivo de que determinados sujetos se apropien del mismo, estamos enseñando. Podemos hablar, con todo derecho, de enseñante y de aprendices y que la lógica del mercado diga lo que quiera.. Aunque el ámbito no sea escolar, prefiero no hablar de clientes sino de alumnos. Con todo, aquel que elija suponer que en ciertos espacios profesionales tiene clientes, puede analizar si las estrategias que sugiero siguen o no, teniendo valor.

martes, 17 de mayo de 2011

Ginecoestética, una disciplina en auge

Crece la demanda de sus procedimientos, muchos de los cuales dan respuesta a problemas funcionales que dificultan la vida sexual.



Ni borrar las arrugas del rostro ni modelar la cintura ni deshacerse de la celulitis. Nada de eso. La última tendencia en medicina estética es el llamado rejuvenecimiento vaginal -o, en términos más abarcativos, la ginecoestética-, que busca desandar el paso de los años y de los partos en el aparato genital femenino, así como también resolver algunos problemas funcionales que puedan estar obstaculizando la vida sexual.


"Esta es una nueva tendencia que surge de la propia demanda de las pacientes, que comenzó en los Estados Unidos y en Europa, y que ahora se está desarrollando en la Argentina", dijo a La Nacion el doctor Raúl Pinto, presidente del XXI Congreso Argentino de Medicina Estética que se realiza desde el viernes y hasta hoy en la ciudad de Buenos Aires.


Pero a diferencia de las pacientes que visitan el consultorio del especialista en medicina estética, la edad de quienes recurren al rejuvenecimiento vaginal es sensiblemente menor: "Se trata de mujeres que consultan a veces a partir del primer parto, mujeres que pueden tener 25 años, aunque en la mayoría de los casos la edad oscila entre los 35 y los 45 años", agregó el doctor Pinto.


"El rejuvenecimiento vaginal propiamente dicho es una cirugía plástica que se realiza para estrechar el canal vaginal, que muchas veces se agranda con los partos. Dado que el placer durante una relación sexual se produce por el rozamiento del tercio inferior de la vagina, si el canal es más grande no se produce el rozamiento", explicó el doctor Leonardo Imbriano, ginecólogo especializado en estética, que disertó ayer en el citado congreso.


Imbriano comentó que el rejuvenecimiento vaginal es una técnica que ha ganado popularidad -"según la Academia Norteamericana de Cirugía Cosmética, las cirugías de estética genital son las que más aumentaron durante el último año"- en parte debido a la difusión de cirugías realizadas en personalidades del espectáculo. Pero la ginecostética no se agota en este procedimiento.


"Atendemos pacientes desde los 18 años, que consultan porque tienen problemas congénitos de labios menores [de la vagina] más grandes, que les molestan para andar en bicicleta, tener relaciones o usar ropa ajustada -comentó-. Pero también tenemos pacientes de hasta 65 o 70 años, que a partir de la menopausia tienen problemas de sequedad vaginal, lo que causa dolor durante las relaciones."


Algo más que rejuvenecer


La lista de procedimientos que abarca la ginecoestética es amplia, e incluye desde tratamientos mínimamente invasivos hasta cirugías como el ya mencionado rejuvenecimiento vaginal. "Los más sencillos son la infiltración con ácido hialurónico del punto G, para permitir más satisfacción durante la relación, o de los labios mayores y menores de la vagina, para devolverles la turgencia que pudo haberse perdido", señaló el doctor Pinto.


El ácido hialurónico que se emplea para "amplificar" el punto G es el mismo que se utiliza en estética facial para rellenar pómulos, y algo similar ocurre con la toxina botulínica. La ginecoestética contempla su uso para el tratamiento del vaginismo, una contracción de los músculos de la vagina que impide la penetración durante el coito; al igual que cuando se aplica para borrar las líneas de la frente, aquí la toxina permite la relajación de los músculos problemáticos.


Uno de los procedimientos más novedosos es el uso del plasma rico en plaquetas para el tratamiento de la sequedad vaginal. "Se obtiene a partir de la misma sangre de la paciente, que es filtrada para aumentar la concentración de plaquetas, que, aplicadas dentro de la mucosa vaginal, estimulan la secreción de ácido hialurónico, colágeno y elastina, lo que mejora la lubricación del canal vaginal y evita el dolor durante la relación", explicó Imbriano.


FUENTE: Diario La Nación - Sebastián A. Ríos

miércoles, 11 de mayo de 2011

Drama y Hallazgo

El jueves 5 de Mayo, en un noticioso por TV. escuché la trágica noticia de la muerte de un obrero de la construcción, como consecuencia de un derrumbe. Entrevistado por un periodista, uno de los bomberos que se había encargado del rescate del cadáver, queriendo confirmar la mala noticia dijo: “Bajo los escombros, encontramos el cuerpo que se encontraba en el hombre”.
Acostumbrado como estoy a la extraña jerga que utilizan policías y bomberos cuando informan en público, casi me río, pese al drama que había costado una vida. Hasta que me di cuenta de que esa construcción de la frase bien podría considerarse un hallazgo semántico.
Es que posibilitados como estamos de construirnos el cuerpo soñado gracias a la ayuda de la ciencia y la tecnología, parecería que podemos suplir aquello que la naturaleza, poco pródiga con algunos de nosotros, no nos otorgó. A mano tenemos un arsenal de recursos que puede convertirnos en propuestas sexuales insoslayables, capaces de cotizar alto en el mercado del deseo. Gimnasias de todo tipo, aparatos computarizados que valen más que un automóvil, bicicletas y cintas que no llevan a ningún lado pero que nos pasean por bosques y lagos, entrenadores personales, maestros del cuerpo y gurúes con métodos infalibles, cirugías estéticas y tratamientos revitalizadores destinados a anclarnos en una edad que ya no tenemos, lipo aspiraciones que sólo logran que la grasa que se quita, emigre hacia otro lado, injertos de colágeno que a veces resisten y otras explotan, vitaminas, suplementos, anabólicos que colaboran a desarrollar “gordos musculares”, candidatos al infarto y a la impotencia, dietas con efecto rebote asegurado, cremas y productos de belleza de todo tipo, están tan al alcance de la mano que inevitablemente uno se hace, al menos, dos preguntas:


¿Dónde queda el hombre genuino, escondido como puede estarlo detrás de ese cuerpo fabricado por tamaño bricolaje corporal?


¿No puede entonces resignificarse la frase del bombero?



Mariano Giraldes

jueves, 14 de abril de 2011

Periódicamente, algún acontecimiento trágico o festivo (la manera en que cantaban el himno Los Pumas en el último mundial de rugby) sacude el espectro social argentino. La actual tragedia que vive el Japón es uno de esos episodios dramáticos que ha logrado conmover a todos. Uno de los apectos más comentados es el orden y la disciplina con que el pueblo japonés responde a las circunstancias que atraviesan, seguramente porque muchos de nosotros imagina que si fuésemos sometidos a parecidos padeceres, estaríamos en vías de enfrentar una guerra civil. En ese contexto, una nota de mi hermano José Benito Giraldes en la que narra sus emociones y vivencias en el tiempo en que vivió en Japón, me parece que puede servirnos de enseñanza.

Sé que el arraigo a la propia tierra constituye la forma más genuina de identidad de una persona. Sin embargo no adhiero a orientalismos, indigenismos, tercer mundismos, ni siquiera latinoamericanismos. Me parecen interpretaciones muy teñidas de ideologías producto de que no se logra aceptar que nuestra cultura occidental, como todas las culturas, está atravesada permanentemente por crisis que no son otra cosa más que momentos de decisión. Esas decisiones, hasta que son tomadas, implican, sin duda, incertidumbre. Pero no deben llevar a la suposición de que la cultura occidental que nos acunó a todos, está en vías de extinción, junto al sujeto habitante de esta parte del mundo.

Pese a lo cual creo que es muy enriquecedor aprender de las experiencias de otras culturas que han resultado exitosas.


"Son pequeños. Duermen poco. Comen pescado crudo. Cuando entran a una casa se sacan los zapatos Tienen pasta de héroes. Trabajan como hormigas. Consumen como gorriones salvo productos electrónicos. Cuando hacen huelga, trabajan con más ahinco aún, con un "hachimaki" (cinta) blanca en la cabeza. Copian como espejos. Ríen como demonios. Manejan por la izquierda, utilizan 1800 ideogramas y tienen las mismas sílabas que nosotros. Pueblan islas que juntas "entran" en la Pcia. de Buenos Aires. Son Kawabata. Son Kurosawa. Son Mishima. Son Kondo. Son Hiramatsu. Son Tsuruoka. Son Kakazu. Son "los japoneses". Son mis amigos. Los nacidos para vivir en la geografía más invivible del planeta. País volcán. País desierto. Cero humus. Poco verde. Agua escasa. 130 millones de originarios que se acostumbraron a vivir cruzando sin pértiga arriba y red abajo el malhumor del planeta. Los únicos terrícolas en sufrir dos bombazos atómicos (1945) y sostenerse y progresar en todos los campos, pese a mini sismos cotidianos, terremoto semanal, maremoto mensual y escasez de alimentos naturales. En suma, el país más alejado de la mano de Dios. El país menos argentino del mundo. Tierra del crisantemo, de la seda, de la porcelana, de la electrónica superlativa, de la fragilidad. Y de la tragedia. La primera impresión de Japón remite a una fortaleza. Rutas, vehículos, columnas, barcos, puentes, edificios, recuerdan solidez germana, higiene escandinava, pulcritud suiza, puntualidad inglesa. Choferes corteses, policías trilingues, camareros solícitos, peatones solidarios, empleados prontos. El nipón pertenece a otra galaxia social. Para un japonés nada mejor que otro japonés. Vive y habla en plural. Casi no emplea el pronombre “yo” y su “nosotros” promueve fusiones que nuestra umbilical cultura "del Sol Poniente" desconoce. Si en reunión de tres personas dos destacan, éstas atenuarán su participación a fin de no abrumar al tercero. También evitarán la discusión inútil. Un monótono “claro, claro” o un continuo “jai, jai, jai” (si, si, si) dan la impresión de que el diálogo se estanca, pero no. Suelen acudir a lo ambiguo para dar tiempo a comprender(se) y comprender al interlocutor. No aceptan distinción absoluta entre un “Jai” (sí) y un “ie” (no). Para ellos, en cada "sí" hay un pedacito de "no" y viceversa. Por lo demás, nacen sin sentido de pecado original, viven en compañía de tantos dioses como personas, plantas y animales hay, y ejercitando una solidaridad que conmueve... Pensarán en el barbijo que evite el contagio antes que en la gripe que padecen. Suspenderán los vuelos nocturnos en el aeropuerto internacional de Narita para que el ruido no perturbe a los durmientes próximos. Acotarán autopista de 60 kilómetros con muros de cemento y goma de 7 metros de altura para que la vibración del tránsito no llegue a las villas cercanas. Educarán a los niños a servirse y portar paraguas amarillos al cruzar las avenidas, codificando así un peligro más y reduciendo esa posibilidad. Y señalarán en Braille ciertas franjas peatonales para dar a los ciegos la máxima asistencia posible.Visité Tokio, Nara, Osaka y viajé en el Shin -Kan - Sen. Quedé asombrado y aún me dura. Podría vivir en Japón más de dos meses. Si en la India uno se podría sentir como un faquir, en la Argentina un "gaucho", allí fui un extraterrestre. Me resfrié y usé barbijo por respeto. Dije “domo arigató” (muchas gracias) millones de veces y eso los alegró millones de veces. Comí pescado crudo, me hundí en sus santuarios, no conocí a ninguna geisha menor de 75 años y anduve con el corazón en la boca la vez que un temblor hizo chillar de miedo a las empleadas de una farmacia viendo caer los frascos de las estanterías. Viví "temblorcitos" en el hotel y uno algo más filoso a punto de regresar, cuando ya hecho el checking dilapidaba últimos yens en kimonos para regalo. Esta vez fueron las nínfulas del free shop las que soltaron grititos mientras el bolso con mi Nikon y mi Asahi Pentax se iba tres metros hacia el sur y mi cuerpo desgravitado patinaba hacia el norte. Si no tuve miedo fue porque en minutos más estaría volando a tierra firme y porque ellos tampoco lo tenían. Ya en el airé recordé esas esquinas de Tokio donde entre tumbas mínimas los adultos leen, en una cancha de tennis en la terraza - a 200 metros de altura - 6 personas juegan tres partidos single, en piletas al lado de la estación cientos de ellos pescan y los chicos revolotean uniendo vida y muerte en el mismo acorde. También me pregunté cómo podía ser Japón la joya del mundo y nosotros el más bruto diamante jamás tallado."

José Benito Giraldes

lunes, 28 de marzo de 2011

Los cimientos de la cultura occidental

Dios, Hombre y Mundo han sido tres cimientos sobre los cuales Occidente supo construir la experiencia política, económica, estética, moral. Ahora bien... ¿Qué hacer cuando esos tres cimientos tambalean o directamente se derrumban? ¿Cómo ubicarse ante la "muerte de Dios", entendida como la pérdida del lugar de fundamento que ocupó en el mundo? ¿En que basar la esperanza, si también se decreta la "muerte del hombre", como sujeto transparente y racional, capaz de controlar tanto su vida como el despliegue de la historia? ¿Cómo negar que el Hombre ha reducido su lugar de ciudadano lúcido y crítico al de consumidor manipulado por los medios masivos de comunicación? Queda el Mundo, así, con mayúsculas. Pero ese Mundo auto-postulado para obrar de fundamento a la experiencia humana, también está saltando en pedazos, incapacitado para dotar de sentido y valor a lo que existe, transformado sólo en una máquina de producir experiencias. Basta reflexionar sobre una evidencia: hasta los políticos y científicos más conservadores se han visto obligados a aceptar que los tremendos riesgos ecológicos que enfrentamos, se deben a la acción del hombre sobre la naturaleza. ¿Hay alguna posibilidad de revertir esta situación? La salida, tal como lo entiende S. Cabanchik en "El abandono del mundo", Grama, 2006 puede estar en retornar al Hombre, con mayúsculas, capaz de sostener ideales políticos, de recuperar su lugar de sujeto de la historia, al mismo tiempo que de asumir la necesidad de no recaer en esencialismos, manteniendo la capacidad de construcción de sentido abiertos, plurarles y múltiples.

lunes, 21 de marzo de 2011

GRUPO DE ESTUDIO: Enseñanza de la gimnasia

Invitamos a todos los interesados en la enseñanza del maravilloso mundo de la gimnasia, al nuevo grupo de estudio sobre ese tema que coordinaré a partir del lunes 11 de Abril de 2011. La información más importante es la siguiente:
  • Las reuniones del grupo se realizan una vez por semana; con una duración de dos horas, destinadas al análisis didáctico de las prácticas que se realizan en cada encuentro, a las discusiones sobre los temas teóricos leídos durante la semana y a la reflexión sobre los distintos contextos sociales, culturales y políticos en que solemos desempeñarnos como profesores o instructores.
  • Las reuniones comienzan el 11 de Abril a las 21.30 hs.
  • El lugar de encuentro es el gimnasio Olimpia, Arcos 2391, Belgrano. Pueden inscribirse por teléfono (4788-6369), personalmente o el día que se inicia el grupo.
  • La inscripción en el grupo de estudio no tiene cargo alguno, los certificados que se entregan son simbólicos y, por lo tanto, sugerimos asistir exclusivamente a los que sienten pasión por aprender.
  • Los temas que analizaremos contemplan el análisis en profundidad, desde la práctica y la teoría, de la mayoría de las escuelas y métodos de gimnasia que se han desarrollado desde aproximadamente el 1800 hasta nuestros días. Recorremos desde la gimnasia sueca a Pilates, deteniéndonos todas aquellas técnicas que más difusión han alcanzado. Desde la gimnasia yoga a la aeróbica, desde las variantes competitivas a las gimnasias alternativas.

Mariano Giraldes

jueves, 17 de marzo de 2011

Mantener la esperanza

Tal como dice Hargreaves en (2003), mantener la esperanza en las difíciles condiciones en que muchos maestros desarrollan su docencia -incluidos los maestros del cuerpo entre ellos- no significa ser políticamente complaciente.
Al escribir sobre nuestra disciplina se plantea un interrogante que encierra la misma preocupación:
¿Cómo describir y analizar los preocupantes contextos culturales, sociales y políticos, sin que el escribir sobre ellos se atente contra la pasión, la devoción y el entusiasmo por enseñar de otros colegas, muchas veces más jóvenes?
A ellos habría que recordarles que una actitud razonable podría estar representada por la siguiente recomendación: Los desafíos profesionales deberían ser encarados reflexionando y actuando como si se esperase lo mejor; pero preparados para lo problemático, lo conflictivo, lo inexplicable.
No parece realista pensar en los escenarios de la mayoría de las escuelas argentinas públicas y privadas, desde la ilusión pura, sin reconocer las historias que atraviesan a niños y jóvenes, los contextos de crisis y hasta las catastróficas situaciones sociales que atraviesan muchos de ellos.
La familia, por ejemplo, ha cambiado drásticamente su estructura. Los dos vínculos que la definían, la afiliación y la conyugalidad, eran indisociables; hoy se han fragilizado y no son más indisociables. Las experiencias empíricas son concluyentes: demuestran el aumento exponencial de los divorcios y separaciones. Además, el matrimonio civil y religioso, se hace, día a día, menos frecuente. Con lo cual el padre afectivo puede no ser el padre biológico y, refiriéndose a los hijos, es frecuente ironizar con la frase: "Los tuyos, los míos y los nuestros".
También la idea misma de la transmisión de valores, tradicionalmente a cargo de la familia, está en crisis. La familia se ha transformado mucho más en un lugar de intercambio que de transmisión. Intercambio de opiniones, de maneras de pararse en el mundo, de formas de pensar y sentir, más que de transmisión de padres a hijos. Es que para que exista la transmisión hace falta una aceptada asimetría, un saber otorgado y una autoridad reconocida a los adultos; conceptos que tambalean en muchos hogares. A veces, porque los chicos son "hijos huérfanos de padres vivos" y otras porque los padres se sienten en falta, temen ser autoritarios y no ponen límites.
La generación de chicos que están solos en sus casas, cocinan, prenden el televisor o la computadora, no es hoy patrimonio de las clases más sumergidas. La televisión, Internet y los juegos de computadora les permiten pasar las horas en que están solos; tanto a los que tienen crisis de supervivencia como a los que tienen crisis de existencia. Y esa es una realidad cotidiana en la infancia actual.
Como lo es también el cambio en el desempeño de las tareas cotidianas, tales como el preparar la comida, que antes la realizaban los adultos y hoy pueden muy bien realizarlas los chicos. Esos límites, entre unos y otros, también se desvanecen. Nos guste o no, la infancia tradicional se transforma en un tema de evocación y nostalgia.
No podía ser de otra manera. Pensemos solamente en el cambio de las realidades económicas y en la posibilidad de acceso de los niños a las tecnologías de la conexión (para no llamarlas de la comunicación, porque ella está cada vez más ausente), que alteraron espectacularmente la infancia. Son las relaciones sociales, económicas y políticas las que dan sentido al concepto de infancia; no lo que leíamos en los libros de Psicología Evolutiva.
La escuela, en esas condiciones, cambia substancialmente. Pasa a ser más un ámbito que protege y contiene, que un lugar que se dedica a transmitir conocimientos y saberes. Los maestros, confusos por tantos cambios, nos comenzamos a confundir nuestra función de enseñar con la de los asistentes sociales.
Nuestras prácticas, sólo pueden ser entendidas en estos nuevos contextos sociales y culturales, sometidos como estamos a las nuevas demandas que hacen los padres a las instituciones y a nosostros mismos. Ellos, los padres, son por lo general, muy conscientes de los derechos a educarse que tienen sus hijos, por lo tanto exigen a la escuela y al Estado roles novedosos y un compromiso que ellos mismos no parecen nada dispuestos a asumir. Un paso adelante consistiría en que comprendan que también tienen obligaciones. Por ejemplo, no sólo no asisten a las reuniones a las que son citados, sino que tampoco van a la escuela a preguntar cómo pueden colaborar ellos para que sus hijos tengan aprendizajes de mayor calidad y profundidad. En cambio, concurren para protestar si "el pasar de grado" se ve comprometido por la cantidad de días que no ha habido clases, como consecuencia de paros docentes. Es decir que lo que les preocupa es que la escuela certifique por esfuerzos no realizados. No los saberes que sus hijos no adquirieron.
Desde luego, no se puede generalizar; hay excepciones. Señalo, sin embargo, una peligrosa tendencia corroborada por muchos especialistas argentinos en el tema de la educación.
Todo maestro del cuerpo que se considere un práctico reflexivo y que no se haya curado de la enfermedad de enseñar, estará atravesado por estos contextos que no deben desmoralizarlo, tal como hemos señalado. Y no es el único desafío. Como las pruebas de Hércules, deberá superar otros obstáculos que tienen que ver con la historia de la educación corporal y las características de la formación que le otorgó el profesorado que lo echó al mundo.
Discursos tradicionales versus discursos renovadores
El discurso pedagógico contemporáneo, influido por los contextos mencionados, ha posibilitado la existencia de diversos enfoques y teorías. Que suelen darse de patadas con los planteos fundacionales basados en las tradiciones de las pedagogías corporales, que aún perdura entre los profesores de educación física, con mayor o menor fuerza.
Podemos hablar de un primer enfoque que recomienda que las experiencias de aprendizaje pongan especial énfasis en el pensamiento crítico y el compromiso social, que mira a la educación en términos de reparación y enriquecimiento cultural y sugiere, en algunos casos, estudios de menor rigor científico, para los estudiantes de los sectores económicos carenciados.
Un segundo enfoque que se opone al anterior, concibe a la escuela como una esfera pública democrática. Supone al docente como un trabajador que marcha en pos de un proyecto democrático y ético, transmitiendo una versión benigna y neutral de la realidad social y de la historia. Este enfoque considera a esas realidades un espectáculo ajeno a la enseñanza.
En nuestro campo, tal enfoque podría estar representado por aquellos profesores que conciben que con tal que los chicos estén contentos y entretenidos, practicando juegos, gimnasia y deporte, alcanza. Les alcanza con surfear en la superficie, sin advertir que la enseñanza y el aprendizaje brillan por su ausencia.
Desde luego que en estas corrientes opuestas, las vinculaciones entre la escuela, el conocimiento y el poder, pesan de manera muy diferente en el análisis político de la vida escolar.
Por último, en nuestro campo, también hay que mencionar un enfoque tradicional, igualmente inocentón, que concretan profesores bien intencionados, que pretenden enseñar. Sólo que suponen que la función prioritaria de la educación corporal consiste en transmitir habilidades motrices, previamente elegidas por los especialistas y ajenas a los sujetos/alumnos, a los que no se considera como deseantes, sapientes y con disponibilidades corporales, previas a la experiencia escolar.
A riesgo de repetirme, hay que aceptar que conservar la esperanza en el valor de la educación, en estos contextos, no es sencillo. No en vano Fernando Savater tituló a uno de sus libros, precisamente, "El valor de educar". Claro que si uno no lo tiene o piensa que da lo mismo enseñar que no enseñar, porque igual en las condiciones actuales los chicos no van a aprender nada, siempre puede probar con la ignorancia. Lo malo es que los perjudicados son sus alumnos. Sintetizo: las prácticas educativas, también las referidas a nuestro campo de la educación corporal, sólo pueden ser entendidas en estos contextos sociales y culturales.
¿Que hay que comprender?
  • Que todo intento pedagógico demanda hoy otorgarle a la infancia y la adolescencia nuevos significados.
  • Las renovadas demandas de los padres a las instituciones.
  • Los nuevos vínculos que entablan con ellas. Hasta no hace mucho, los mismos padres se hubiesen quejado de una excesiva intervención de la escuela en temas que consideraban de exclusiva pertinencia familiar.
  • Que muchas de las perspectivas actuales referidas a la enseñanza, ignoran estas circunstancias y tejen propuestas que no las consideran. Hay bastante para reflexionar y discutir sobre tales posturas.
  • Que existe un pesimismo instalado en las escuelas frente a las complejas e inequitativas realidades que les toca enfrentar. Si uno enseña en la escuela es porque lo eligió. Una vez que conoce esa realidad no se puede hacer el distraído: tienen que tratar de mejorarla.
  • Un agotamiento del Estado como Meta institución: No digo que haya desaparecido y menos que debe desaparecer. Tampoco me interesa señalar la ineficiencia y la corrupción que existen enquistadas en las estructuras estatales. Digo que el Estado está agotado. Lo que provoca el inevitable debilitamiento de otras instituciones, tales como la escuela y la familia. En muchos sentidos, parecería que hay que aprender a vivir y actuar sin Estado.

¿Cómo mantener la esperanza?

No porto recetarios, pero sugeriría:

  • Construir prácticas tal como hemos hecho siempre, enseñando a hacer gimnasia, a jugar, a jugar deportes, a que las prácticas en la Naturaleza son trascendentes, porque aquello que me rodea me constituye; pero todas ellas con nuevos sentidos identificados por los aprendices. En las que la vida cotidiana sea tema de confrontación, análisis y crítica, con el objeto de elaborar nuevas prácticas más humanas y solidarias. Estando la cultura tan aravesada como está, con informaciones y conceptos que tienen que ver con el cuerpo, la salud, el ejercicio y el deporte, muchas veces equivocados o manipulados por el mercado, tal sugerencia no sólo parece apasionante sino que también es renovadora.
  • Dedicarle más tiempo a trabajar con otros docentes. Evitando aislarnos y que nos aíslen de la vida escolar.
  • La colaboración y comunicación más estrecha que se pueda con los padres y la comunidad.
  • Relaciones externas completamente distintas a las habituales.
  • Acceso a redes de ideas y aprendizaje profesional permanente.

MG