Dr. Norberto D`Angelo
Sin duda, el placer de la buena mesa es una de las razones que hace suponer a muchas personas que la vida es digna de ser vivida. No estamos en desacuerdo, pero conocer algunas reglas sencillas acerca del Buen Comer, podría potenciar tal placer.
Ante todo, coincidimos con las experiencias que demuestran la importancia de una dieta restringida en grasas animales y balanceada en hidratos de carbono y proteínas.
Las comidas que ingerimos diariamente son nuestro patrimonio en salud, y por lo tanto como todo patrimonio, debe ser cuidado, si es que a él queremos recurrir cuando nos hace falta.
La exaltación desmesurada del paladar a través de pródigas proporciones en los agregados a la preparación de los alimentos, tal como suelen proponerlo algunos cocineros, de aparición frecuente en los programas de televisión y en la prensa escrita, no hacen más que fomentar una práctica hedonista en nuestra forma de alimentarnos.
Los placeres que si debemos darle a nuestro cuerpo son mucho más sutiles y es necesario aprender a conocerlos.
De las enfermedades se sabe hoy mucho más que antes. En especial las que deterioran la esfera neurocognitiva y que se deben, en un alto porcentaje de los casos, al imprudente descuido de ese patrimonio al que aludimos.
Es muy frecuente ver, cuando observamos comer a algunas personas, como agregan sin probar los alimentos, condimentos de todo tipo, especialmente sal. Lo que se logra con tales preparaciones es, ante todo, un real embotamiento del sentido del gusto, que no nos permite registrar las diferencias de sabores de los que está compuesta nuestra comida.
Si nos encontramos frente a la alternativa de tener que hacer una dieta específica, que atienda a resguardar nuestra salud , no se tendrán demasiadas chances de mantener tales ingredientes.
Las quejas y el desagrado por tener que cumplir con una alimentación que no encontramos “gustosa” y a la que no estamos acostumbrados, serán el principal obstáculo a superar para lograr reparar y mantener una vida de salud alimentaria.
Comer bien, no es entonces, deformar caprichosamente nuestras apetencias, sino más bien educar nuestro paladar para poder registrar el verdadero gusto de las comidas.
De allí en más, nuestro patrimonio de salud, estará a resguardo. Es el mismo resguardo necesario, por ejemplo, para preservar nuestros recursos económicos.
Bueno será en fin, tener en cuenta estos conceptos, para no representar en las estadísticas de salud, el llamado “lote testigo”.#
#fuera del protocolo de investigación.
Sin duda, el placer de la buena mesa es una de las razones que hace suponer a muchas personas que la vida es digna de ser vivida. No estamos en desacuerdo, pero conocer algunas reglas sencillas acerca del Buen Comer, podría potenciar tal placer.
Ante todo, coincidimos con las experiencias que demuestran la importancia de una dieta restringida en grasas animales y balanceada en hidratos de carbono y proteínas.
Las comidas que ingerimos diariamente son nuestro patrimonio en salud, y por lo tanto como todo patrimonio, debe ser cuidado, si es que a él queremos recurrir cuando nos hace falta.
La exaltación desmesurada del paladar a través de pródigas proporciones en los agregados a la preparación de los alimentos, tal como suelen proponerlo algunos cocineros, de aparición frecuente en los programas de televisión y en la prensa escrita, no hacen más que fomentar una práctica hedonista en nuestra forma de alimentarnos.
Los placeres que si debemos darle a nuestro cuerpo son mucho más sutiles y es necesario aprender a conocerlos.
De las enfermedades se sabe hoy mucho más que antes. En especial las que deterioran la esfera neurocognitiva y que se deben, en un alto porcentaje de los casos, al imprudente descuido de ese patrimonio al que aludimos.
Es muy frecuente ver, cuando observamos comer a algunas personas, como agregan sin probar los alimentos, condimentos de todo tipo, especialmente sal. Lo que se logra con tales preparaciones es, ante todo, un real embotamiento del sentido del gusto, que no nos permite registrar las diferencias de sabores de los que está compuesta nuestra comida.
Si nos encontramos frente a la alternativa de tener que hacer una dieta específica, que atienda a resguardar nuestra salud , no se tendrán demasiadas chances de mantener tales ingredientes.
Las quejas y el desagrado por tener que cumplir con una alimentación que no encontramos “gustosa” y a la que no estamos acostumbrados, serán el principal obstáculo a superar para lograr reparar y mantener una vida de salud alimentaria.
Comer bien, no es entonces, deformar caprichosamente nuestras apetencias, sino más bien educar nuestro paladar para poder registrar el verdadero gusto de las comidas.
De allí en más, nuestro patrimonio de salud, estará a resguardo. Es el mismo resguardo necesario, por ejemplo, para preservar nuestros recursos económicos.
Bueno será en fin, tener en cuenta estos conceptos, para no representar en las estadísticas de salud, el llamado “lote testigo”.#
#fuera del protocolo de investigación.
1 comentario:
muy interesante!!!
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