Hace tiempo que algunos amigos me recomiendan que realice mis presentaciones teóricas a través de un Power Point. Como no soy nacido virtual, hasta ahora me he resistido a seguir tal sugerencia.
La primera línea argumental para tal proceder es muy primitiva:
1. No lo hago porque he observado los rostros de a los asistentes a presentaciones en las cuales se privilegia la imagen y no la palabra, eje fundamental de nuestra vida de relación. De palabras están hechos nuestros compromisos afectivos, políticos, vitales
2. También he presenciado el desconcierto de aquellos conferencistas que han tenido la mala suerte de que les falle el equipo.
Una segunda forma de razonar me lleva a considerar una superchería aquello de llamar “medios de comunicación”, la presentación de imágenes, aun cuando estén intermediadas por las palabras: los espectadores se mantienen fascinados por los que miran y no por lo que escuchan.
Comunicar es poner algo en común con el otro. Una presentación Power Point me parece una excelente manera de “informar”, es decir de “conformar”, pero empuja a la pasividad acrítica y, en definitiva, dificulta la comunicación que posibilita la palabra.
Aturdir o maravillar a una audiencia con imágenes, por ahora, no me parece el mejor camino. Prefiero, sin duda, la palabra, el humor, la reflexión crítica, el enseñar a dudar de lo enseñado; inclusive una buena patada en el culo simbólica, que ayude a pensar.
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