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martes, 22 de diciembre de 2009

Los movimientos de la vida cotidiana

Una categoría de ejercicios imprescindibles

Desde hace muchos años insistimos en la importancia de incluir en las clases de gimnasia, el reaprendizaje y entrenamiento de los movimientos de la vida cotidiana. Son especialmente importantes en las clases grupales con adultos; pero son de gran importancia en las clases de gimnasia a cualquier edad y también en la preparación de deportistas de competencia. En este último caso, por ejemplo, las situaciones en las que desde el suelo el jugador debe pararse y entrar lo más rápidamente posible en acción, son muy numerosas.
Tales movimientos jamás son enseñados; se supone simplemente que todos han de saber caminar, sentarse, pararse, barrer, correr, saltar, rolar, hacer la cama, barrer, hachar, empujar, levantar y hacer rodar un objeto o un automóvil parado y sin batería.
Probablemente muchos supongan que, o no es necesario enseñarlos dado que no tienen una técnica precisa, o que son de imposible inclusión en una clase. ¡Malas noticias! Tienen una técnica y es fundamental enseñar esas coordinaciones. Posibilitan, inclusive, propuestas muy intensas, que ofrecen, además, una infrecuente posibilidad de ser transferidas a la vida fuera de las clases. (En este caso, cuando hablo de infrecuente posibilidad de transferir, me refiero a que por más que nos empeñemos no podremos explicar fácilmente la utilidad para una mejor calidad de vida o un mejor cuidado de uno mismo, de un balanceo de brazos y tronco o, inclusive de la parada de manos o una rueda, máxime con adultos que saben ya no están para aprender a bailar el hip hop).

Lo más importante que hay que recordar:

  • Cuando se tienen 20 años y unas rodillas intachables, pararse y sentarse resulta fácil. A medida que el cuerpo “enmohece”, hacerlo sin una precisa técnica es muy difícil. Debe ser enseñado. Al igual que otros gestos motores cotidianos.
  • Estos dos simples ejercicios -sentarse y pararse- repetidos unas cuantas veces seguidas significan un esfuerzo muscular y articular más que considerable. Que incluye aprender una coordinación nada sencilla como para que la ejecución de la acción no implique una sobrecarga articular desaconsejable. Ni hablar si proponemos sentarse, acostarse, sentarse, pararse y repetir varias veces.
  • Estas enseñanzas debería comenzar en la escuela. No es cuestión de suponer que valen sólo para los “viejos”. Conozco muchas maestras jardineras jóvenes con serias patologías en la columna, por tener que agacharse permanentemente en los bajos muebles infantiles y por tener que levantar frecuentemente a los “llorosos”, para confortarlos.
  • Los buenos hábitos en los movimientos habituales, son tan dignos de ser enseñados como aquellos otros pertenecientes a las habilidades deportivas. ¿Por qué? Porque el estar sentado es una proeza atlética y los niños y jóvenes pasan muchas horas del día en esa posición.

Estos argumentos deberían alcanzar para entrar en el tema que quiero desarrollar: La falta de buenos niveles de aptitud corporal sumados a fragilidades coordinativas en los movimientos que acabamos de analizar, facilitan las caídas y sus peligrosas consecuencias.

Las caídas y sus consecuencias:

Las caídas son tan perjudiciales para las personas de edad avanzada, y tan costosas para la sociedad que si caerse fuera una enfermedad sería considerada una epidemia.

Más de una tercera parte de las personas mayores de 65 años sufre una caída por año. Aproximadamente una de cada diez caídas produce una lesión seria, como una fractura de cadera. Más o menos el 20 % de los adultos mayores que sufren una fractura de cadera mueren menos de un año después.

No se disponen datos de la Argentina pero, las estadísticas de Estados Unidos muestran que el costo económico de las caídas varía ampliamente hasta llegar a los 75 mil millones de dólares al año, si a los gastos médicos se les suman los cuidados en el hogar relacionados con las caídas y los costos de una vida asistida.

Para una persona de edad, una caída, con frecuencia, es una consecuencia de algún otro problema de salud: fragilidad cardiovascular, cambios en los medicamentos, principio de demencia o debilidad muscular gradual, sobre todo en el tren inferior.

Para la detección temprana de riesgo se están estudiando la utilización de sensores de bajo costo, que permiten estudiar los patrones de los movimientos cotidianos y establecer quienes se encuentran en mayor peligro, por la ineficacia de sus acciones motoras diarias.

Evaluaciones detalladas de la forma de caminar, para determinar -con la ayuda de sensores o sin ellos- los grupos musculares específicos que deben ser fortalecidos pueden ser muy útiles. Pero luego vienen los programas de ejercicio, los cuales, tal como decía al principio, pueden incluirse en las clases de gimnasia.

Mantener la flexibilidad y la fuerza muscular; el equilibrio estático y dinámico y la capacidad de reaccionar ante estímulos de diversa índole, son cruciales a toda edad y nivel. Pero en la adultez mayor y en la vejez, son formas de entrenamiento decisivas dado que tienen que ver con la seguridad y la autonomía funcional. Aspectos que no deberían ser “tapados” por la búsqueda de objetivos estéticos, tanto más prescindibles a determinada edad.

Sobre todo si se considera que, por ejemplo, el Technology Research for Independent Living, grupo de investigaciones sobre las posibilidades de una vida independiente, de Irlanda, muestran como esas intervenciones “a medida”, con ayuda de la tecnología y los programas de ejercicio (que no tienen la integralidad de los modelos de clases que proponemos nosotros), permitieron disminuir las caídas un 30 %. Y se cree que debería ser posible alcanzar un 50 o un 60 % de eficacia, siempre que los programas preventivos comiencen antes que en la actualidad.

Por lo tanto, mantiene su plena vigencia la frase que tanto usamos:
¡CUIDE SU CUERPO! ¡LE PUEDE DURAR TODA LA VIDA!

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