¿Dónde encontrar la energía
para influir en una cultura
en crisis, cuando la crisis
consiste en la imposibilidad
de influir en la cultura?
Jonathan Franzen
En este espacio que compartiremos, el primer concepto que me gustaría charlar con ustedes puede sonar desconcertante:
Pensar no tranquiliza ni hace feliz:
Dado que en las sociedades actuales, el camino del pensar se ha transformado en relativamente intransitable, el no renunciar hacerlo y más en forma crítica, no se produce sin consecuencias. Por eso, es muy posible que al final de este encuentro, ustedes se vayan intranquilos y con unos cuantos interrogantes que no tenían al llegar.
El segundo concepto de este comienzo nos lleva a preguntarnos...
El segundo concepto de este comienzo nos lleva a preguntarnos...
¿Desde dónde reflexiono?
Eso es anterior a reflexionar. Nosotros reflexionamos desde la Argentina. Que no es cualquier lugar. Nuestros hechos no son los hechos inconmovibles de la historia occidental. Por eso la pasión por el fútbol que nos empuja- como dice Fernando Iglesias- “a ser más hinchas que ciudadanos”, al apego por los caudillos que no terminan de desaparecer, la devoción por los artistas y la fascinación por los ídolos, tipo Maradona.
Reflexionamos desde un país rico empobrecido. Un país tan atípico como para poder mostrar el espantoso y único privilegio de haber pasado del desarrollo al subdesarrollo, con casi el 40 % de los argentinos por debajo de la línea de la pobreza. Un país que se ha caracterizado por haber tenido:
· Lideres populistas y carismáticos que consideraron al Estado como una posesión personal.
· Instituciones débiles
· Una sociedad olvidadiza y complaciente.
· Una corrupción endémica y casi totalmente impune
Una vez ubicados en un estar en el mundo, que, básicamente, consiste en asumir dónde uno está parado, vale la pena recordar la importancia de saberse arraigado a la tierra de uno y a su comunidad; dado que esa es la forma primera de sabiduría de un pueblo. Hace mucho tiempo atrás, Belgrano, probablemente uno de nuestros próceres menos controvertido, dijo: “Muchos dirán de nosotros, los hombres de Mayo, que por mirar el cielo tropezamos con las piedras y puede ser cierto. Dos cosas, sin embargo, teníamos claras: nuestras raíces se nutren en suelo americano y no se puede construir desde las dificultades sino desde los sueños”.
Lo siguiente es preguntarse sobre el ser. Ser tiene que ver con ser alguien. Para serlo, hoy es preciso debatirse con las fuerzas del mercado y apelar a la capacidad personal para el enfrentamiento. Hace falta preguntarse...
¿ Quién soy? ¿ Qué soy?¿ Hacia adónde voy?¿ Cómo concibo mi relación con los otros?¿ De qué manera estoy dispuesto a relacionarme con ellos?
Vienen bien estas preguntas porque una de las fuentes del malestar contemporáneo se halla en que el hombre ha preferido relacionarse con sus semejantes a través de relaciones de poder y sumisión. Lo malo es que el equilibrio emocional sólo se alcanza privilegiando el reconocimiento mutuo.
Concepto clave: Vale la pena reflexionar acerca del mundo y de nuestra propia vida en un intento de que los demás y también nosotros mismos, vivamos mejor.
Un ejemplo de nuestro tenis puede ser útil para ilustrar esta idea. Acaba de salir una revista para hombres llamada “Brando”. Ella, aparte de dedicarle la portada a David Nalbandian, le hace una larga entrevista en la que el tenista declara: “Dicen que tengo mal carácter. Lo que sucede es que yo siempre hice la mía”.
Sin duda una declaración nada sorprendente. Pero habría que tener en cuenta que el hombre es solo en un aspecto lo que ha hecho. Mucho más, es lo que ha sido capaz de construir con otros, dado que es en el otro y con el otro que logra llenar de sentido sus acciones. Claro que siempre nos ha costado mucho aprender esta lección del valor del reconocimiento mutuo. Gallup acaba de publicar los resultados de una encuesta en la que preguntan a los mismos argentinos que pensamos de nosotros. ¿Las conclusiones?
· Somos individualistas
· Nos gustan las soluciones fáciles del tipo “lo atamos con alambre”.
· Vivimos cómodos en el reino de la falta de normas y el poco respeto por la palabra dada. Nos preocupa la ley que nos protege de los otros. Pero ignoramos la que protege a los otros de nosotros.
· Estamos razonablemente dotados para los proyectos serios, pero no mostramos especial dedicación a ellos, salvo en ámbitos reducidos de intelectuales, académicos y científicos que no gozan, precisamente, de reconocimiento. De manera que parece que pecamos de “talentistas”.
Es claro que si creemos en el valor social del juego, del deporte, de las actividades de aventura en la naturaleza aparece como inmensa y apasionante la tarea que tenemos por delante. ¿Qué otro campo puede ostentar los méritos de las actividades corporales como medio de cooperación, vínculo, e integración entre las personas? Definitivamente la Educación Física debería abandonar lastres de algunos de sus discursos fundacionales y asumir que la mejor técnica que puede enseñar, se basa en el aprendizaje del valor de las reglas y las normas, en el marco del respeto al otro.
Todo lo cual significa aceptar que el ser humano, ante todo, es un ser social. Y esta concepción no implica abandonar la transmisión de aquellos saberes del cuerpo, que nos ha identificado, que nos otorga singularidad. Pero que se justifican solamente en el marco de una normatividad ética. Tema sobre el que volveremos enseguida.
Por eso el valor del juego limpio, aunque parezca una enseñanza de la época de Coubertin, digna de dinosaurios y no de pragmáticos posmodernos. Por eso no hay que festejar “la mano de Dios” de Maradona y sí maravillarnos de lo que fue capaz de realizar el ciclista norteamericano Lance Armstrong hace dos años atrás, en la Vuelta de Francia: en la anteúltima etapa, su lucha con un ciclista alemán era rueda a rueda. El que ganaba esa etapa tenía grandes posibilidades de ganar la carrera. La bicicleta del alemán mordió la banquina, perdió la estabilidad y se desbarrancó por la ladera. Armstrong ni dudó: paró, se bajó de la bicicleta y corrió a ayudar a su rival. Esperó que se recuperase y solamente después reinició su marcha. Luego, ganó la etapa, la carrera y dejó una imborrable lección a todos aquellos que consideran que esos gestos no pertenecen al deporte de alta competencia.
A esta altura de la charla es probable que estén ustedes pensando dos cosas. La primera que estamos alejándonos de aquel conocimiento que puede requerir un preparador físico de tenis, para internarnos en zonas filosóficas, lo que es cierto. Lo segundo es que estas apreciaciones son dignas de idealistas ingenuos, dado que rozan la utopía. Lo que también puede ser cierto, excepto que le demos a la palabra utopía un significado diferente al habitual.
Vamos por partes:
Filosofar es preguntarse básicamente por todo. Por eso ¿qué es? se considera el interrogante inicial. Filosofar no es aburrido. Los filósofos, en cambio, a menudo lo son, de acuerdo a las opiniones que ellos mismos suelen expresar. Así lo cree, por ejemplo, Fernando Savater, un filósofo español muy conocido en la Argentina. Si uno se pregunta para qué “sirve” la filosofía, podría simplificarse la respuesta de la siguiente manera:
1. Sirve para ayudar a que uno se plantee los interrogantes esenciales, del tipo de los que hicimos al principio.
2. Para tener elementos que ayuden a comprender esa realidad fracturada y deshecha que caracteriza a las sociedades actuales.
3. Para evitar los riesgos de caer en el pensamiento fácil o, lo que es aun peor, que nos manipulen la forma de pensar. En este sentido, es útil recordar que el abandono de la especulación teórica es tan peligroso como privilegiar lo meramente técnico.
4. Para fundamentar y dar rigor a los conceptos que utilizamos. De manera de no manejarnos con el criterio de que “si mi práctica no coincide con mi teoría que se jorobe mi práctica”. Y aparece la incoherencia.
En cuanto a la utopía, comúnmente se supone que es el espacio de lo irrealizable. En cambio, habría que considerarla como aquello que todavía no se alcanzó. Criterio esperanzador imprescindible al enseñar. No puede uno dedicarse a la enseñanza creyendo fervientemente en que “todo irá peor”. Nunca hay que subestimar la fuerza de cambio que tiene un grupo humano decidido a hacer las cosas bien. Hoy resulta difícil pensar que está en nuestras manos producir modificaciones globales. El cambio, más bien aparece ligado a temas específicos. Eso puede lograrse.
A lo que hay que temerle es a aquellos convencidos de que representan el cambio, la renovación o la nueva política y seguros de que tienen la receta de “hombre nuevo”, que ellos mismos definen.
Concepto clave: Se requiere más coraje para conservar la esperanza que para hundirse en la tristeza. Existe una ética en la esperanza de padres y maestros en lograr sensibilizar para el conocimiento y la apreciación de lo bello y valioso. La contrapartida de esta aspiración es dejar de guiar a los niños y jóvenes y permitir que domine la ignorancia y el consumo desenfrenado.
¿Por qué el nombre elegido para el encuentro?
Porque el deporte está produciendo valores y mercancías propias. Y la lógica de la mercancía es la lógica de un producto que se piensa para ser consumido. Inclusive, que suele nacer obsoleto, tal como muestra la tecnología de los teléfonos celulares, por ejemplo. Cuando salen al mercado, ya son viejos.
Esta lógica del mercado, que a todo le pone precio pero a nada le otorga valor, que piensa en consumidores ávidos de novedades cuyos deseos hace falta aumentar, produce frecuentemente un proceso de aculturación que homogeiniza la sociedad hacia un modelo global y desconcierta al docente formado en otra lógica: la de la enseñanza. Tal desconcierto justifica que, en un encuentro de aprendizaje como este, nos dediquemos a interrogarnos si no ha llegado el momento de concebirnos en serio como pensadores de la cultura. Como críticos pensadores de la misma, es decir más incisivos en el análisis y con capacidad de observar la realidad con mayor sospecha.
Porque muchas veces, hasta la misma cultura, marcha en dirección contraria a la de ese verdadero intento civilizatorio que es la educación.
Concepto clave: Para muchos filósofos y pensadores, nuestra cultura está hoy dominada por una racionalidad sin razón.
¿Puede hacerse coincidir la lógica del mercado con la lógica pedagógica?
Mi impresión es que no; que no se puede. Que son lógicas contradictorias en demasiados casos. Desde luego que aquel profesional que se dedique a ofrecer un servicio, tiene que conocer las leyes del mercado. Pero debería tener en claro que la enseñanza no debería ser concebida como una estrategia que sirve para vender y vendernos.
Si nos contratan para preparar físicamente a un tenista y hacemos nuestro trabajo bien, no hay nada que decir al respecto. Sin embargo, me gustaría reflexionar sobre esa especie de plusvalor que debería agregar a su tarea todo “enseñante”, todo maestro. Ese plusvalor agregado consiste en que su producto no sólo tiene que ver con la mejoría de las capacidades condicionales y coordinativas: tiene que ver con que también traslada una concepción del mundo, del sentido, de los valores, del conocimiento, de las relaciones con los otros y consigo mismo.
Un artesano fabrica, pone un precio y vende el producto de sus manos que lleva impreso en forma indeleble su sello personal. Cuando el mercado lo tienta o lo derrota y comienza a trabajar en serie para otros, pierde su sello de distinción. Artesanía y distinción tampoco deberían perderse al enseñar. Por esto opino que son lógicas distintas. Cuando intentamos mezclarlas somos derrotados por el mercado.
¿Qué valor tiene enseñar? ¿Se justifica que nos dediquemos a ello?
La enseñanza es una praxis. La definición clásica de praxis designa una forma de vida humana dedicada a la búsqueda del bien. Tal criterio ubica a la enseñanza. Ella no es mera teoría ni sólo acción. El que enseña, lo sepa o no, demuestra una fuerte decisión personal, basada en juicios previos que ha realizado, de dedicarse a una búsqueda que considera válida: la de ayudar a alcanzar una vida plena, acorde con los potenciales de cada individuo.
Concepto clave: Si vislumbra que esa búsqueda es estéril, en principio- o por principios- debería dedicarse a otra cosa.
Cada maestro del cuerpo, cada entrenador, tiene por delante, precisamente, esa
gran tarea: facilitar razones de existencia, enseñar que pese a que muchos exhiben un excelente discurso acerca del arte de vivir, sólo viven una “vidita”.
Facilitar razones de existencia puede sonar abstracto. Por eso, digamos que significa celebrar los valores que definen lo mejor del espíritu humano: el lenguaje, la imaginación, la libertad, el afán de justicia, la búsqueda de una sociedad más justa. E insisto en que todo eso debe atravesar los espacios destinados a enseñar o entrenar en deportes. Pero hay que hacerlo al mismo tiempo que se entrena y se enseña y aprovechando los mil ejemplos que nos ofrecen las mismas prácticas.
Por eso decía antes que la enseñanza de los saberes del cuerpo, como cualquier otra forma de enseñanza, sólo se justifican en el marco de una normatividad ética. Se aleja así el fantasma de que como los alumnos/ jugadores pagan por el servicio que les ofrecemos, pueden exigir e inclusive hacer lo que se les da la gana. Actitud que conocen muy bien aquellos que se dedican a los entrenamientos personalizados. Esa normatividad ética- que obliga a ambas partes- debe consensuarse desde el comienzo mismo de la relación pedagógica. El preparador físico de tenis colabora en un aspecto del entrenamiento. Pero no debería tener dudas de que hay una enseñanza en lo que hace, dados los contenidos que trasmite. No hay enseñanza sin contenidos. Eso convierte al entrenador/ maestro en un “vehículo” del saber, en un intermediario y eso lo legitima e instituye, sencillamente porque presta su palabra al conocimiento. Por eso tiene el derecho de ser atendido y considerado por sus alumnos/jugadores.
Analizado el tema de esta forma, no se justifica suponer que un profesor de Educación Física o cualquier otro docente, que se desempeña en distintos ámbitos profesionales, debe “cambiarse la camiseta”, según trabaje en una escuela, en un club, en un centro de tenis o en un gimnasio. Ni tampoco que diferencie entre alumnos, clientes y jugadores. El ser docente es el que facilita- en cualquier lugar de desempeño- abrirse a la conciencia gozosa del saber. Al comunicar lo que sabe, pone a disposición lo que él es y al unísono se nutre de sus alumnos.
Enseñar no es la mera transferencia de conocimientos, sino crear las posibilidades para su producción o construcción. Llevada a cabo de esa manera, la libertad individual es estimulada a desplegarse, por eso el valor ético-político que contiene. Pero el límite claro de esa libertad individual es el compromiso con lo social y lo público. Educar es ayudar a encontrarse a uno mismo, en relación con los otros, en un encuentro que compromete lo racional y lo emocional de cada uno. Pero siempre dentro del bien, del derecho y de la ley.
Concepto clave: Una válida aproximación al concepto de la ética es concebirla como la práctica reflexiva de la libertad.
Sin duda que ética no es el ajuste a una pauta moral externa. Es mucho más que eso: es actuar en función de que no todo da lo mismo. Es elegir un comportamiento aun cuando parezca que hoy la ética es estética; aun cuando parezca que es preferible parecer que ser.
Profundizando aun más puede decirse que la ética, en tiempos de remontar las penas, como los actuales se define no por el dolor del yo ante el otro, sino por la hospitalidad que le damos al otro en el yo. Se requieren acciones concretas, un pie a tierra solidario que no todos lo seres humanos- ni siquiera los que trabajan de maestros- están en condiciones de brindar.
De manera que parece inevitable admitir que quien se dedique a la enseñanza requiere dosis estimables de afecto por lo humano, de amor a los hombres.
El efecto de esas diferentes lógicas sobre nosotros y nuestras prácticas
Tengo la hipótesis de que la percepción de esas diferentes lógicas aumenta la incertidumbre. No es sencillo pensar en nuevas formas de intervención, en los distintos ámbitos en que nos desempeñamos los profesores de Educación Física. No es sencillo pero es imprescindible. Sobre todo teniendo en cuenta que la lógica pedagógica parece batirse en retirada ante el triunfo de la lógica del mercado. Y que la inocencia y el entusiasmo de niños y jóvenes parecen destituidos por sus apetencias de consumo.
Al pertenecer la incertidumbre al estatuto de la realidad, debemos acostumbrarnos a vivir con ella, a habitar un mundo con pocas certezas, en el cual se hace necesario elegir permanentemente. Lo malo- o si prefieren lo apasionante e inédito- es que tal aprendizaje no es nada sencillo.
PUNTO CLAVE: La función de las actividades corporales, con el deporte entre ellas, no consiste tanto en generar individuos seguros, sino preparados para la incertidumbre de vivir eligiendo y capaces de analizar sus posibilidades y límites lo más objetivamente posible.
Todos los que nos dedicamos a la enseñanza, sobre todo en determinados ámbitos, nos enfrentamos a la incertidumbre cotidianamente. La vislumbramos, por ejemplo, en la angustiante sensación de no saber si nuestras competencias son suficientes para satisfacer las demandas sociales que cambian y aumentan permanentemente.
Para cerrar, les propongo algunos ejemplos procedentes de distintas realidades de nuestras prácticas, en las que se advierte la necesidad de ampliar y profundizar la mirada, lo imprescindible de comprender que todo aquel que se dedique a la enseñanza de algún aspecto de una cultura de lo corporal, tiene que convertirse- tal como decía antes- en un pensador de ella.
Teniendo presente que un innovador no es sólo el que percibe lo que nadie ve, sino también aquel que observa de otra manera, lo que todos tienen delante de los ojos.
1. Para aquellos que se desempeñan en una organización orientada a la satisfacción de las necesidades de los alumnos/clientes.
Todo servicio que es considerado hoy muy bueno, mañana será sólo aceptable. La demanda por más y mejores servicios es constante. Se debe comprender que:
· El mercado de las actividades físicas se ha expandido muchísimo y los consumidores pueden elegir entre múltiples posibilidades. No es nada sencillo fidelizarlos.
· Muchas personas tienen un poder adquisitivo bajo pero demandan un servicio cinco estrellas. Esto sucede porque la esencia del consumo pasa por aspirar a productos por arriba de los niveles sociales y económicos a que se pertenece. Consumir es tratar de parecerse al que está un escalón más arriba.
· Un consumidor típico quiere “divertirse hasta morir” y está abierto a cualquier novedad. El problema es que, para muchos de nosotros, la enseñanza no pasa por proponer entretenimientos para que las personas puedan soportar lo insoportable.
· Resulta fundamental hacerse las preguntas clásicas: ¿quién paga? ¿quién usa? ¿Qué usa? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuánto? ¿Cada cuánto? Preguntas éstas que no suelen pertenecer al planeta pedagógico.
2. Para aquellos que se desempeñan en clubes y gimnasios y les haya parecido exagerado esto de que hoy parezca preferible parecer que ser.
Puede ser que parezca exagerado. Pero la exageración puede ser una buena estrategia en ciertas situaciones. Ya los filósofos griegos enseñaban que cuando una convicción está muy arraigada, la única posibilidad de hacerla vacilar puede consistir en un ataque a la autoestima del que la sustenta. Es por eso que cuando me preguntan por una cirugía estética (no reparadora) de nariz, por ejemplo, suelo contestar: “Me parece bien, si ustedes quieren tomar esa decisión porque va a hacerles sentir mejor. Pero asegúrense que les hagan una nariz que respire”.
No creo que pueda negarse que hoy se realizan cirugías estéticas con la lógica de las compras en el supermercado: se recorren las góndolas y se va cargando en el changuito con unos glúteos más empinados y abundantosos, unos labios más sensuales o unos senos más voluminosos.
(En el fondo las que se hacen pechos XL o los que eligen una estética peneana idem, lo que buscan es posicionarse fuerte en el mercado del deseo, tanto como para convertirse en una oferta sexual imprescindible.)
Como se preguntaría Mafalda, el inolvidable personaje de Quino: ¿Será que la ciencia logrará inventar cirugías estéticas para el alma?
3. Para aquellos que se dedican al entrenamiento de deportistas de distinto nivel de desempeño.
El último escándalo del tenis argentino merece una buena reflexión (1). Es evidente que el deporte de alto rendimiento parece empeñado en recorrer senderos que empañan sus logros y desmerecen sus posibilidades como uno de los territorios humanos en los cuales es posible perseguir la inalcanzable perfección. Les propongo unos pocos puntos de vista que podrían servir para las discusiones y los repudios:
· El doble discurso, la hipocresía se advierte claramente también en el deporte.
¿Cómo puede entenderse que un deportista pueda jugar habiendo tomado
alternativamente hasta 250 productos, proporcionados “desde arriba”, destinados a
mejorar su perfomance, como es el caso de los futbolistas italianos y “el sistema”
lo penalice porque consume una droga de uso privado?
· Es, desde luego, lamentable que cualquier persona ponga en riesgo su salud por su adicción a la cocaína, el uso de anabolizantes o anfetaminas. Sin mencionar que significa un injustificable engaño para todos aquellos competidores que por propias convicciones no las utilizan, pero, tal como dice Carlos Montaner :
¿” A quién se le hubiese ocurrido retirarle el premio Nobel a Hemingway porque le
gustaban los mojitos y el whisky un poco más de lo debido” ?
Desde luego que son ámbitos de actuación diferentes y el escritor no engaña a sus lectores si le gusta el vino: puede escribir mejor o peor, pero, en definitiva es asunto suyo. Sin embargo, vale la pena preguntarse si las regulaciones no constituyen otra de las maneras de controlar y disciplinar los cuerpos de los sujetos que siempre han inventado los sistemas. Y que significan un atropello sobre los derechos que todo adulto debe tener sobre su corporalidad. Existen en los Estados Unidos, por ejemplo, torneos de físico culturismo para anabolizados y otros para no anabolizados. Es una manera de no entrometerse en esos derechos, aunque muchos estén en desacuerdo. Y los espectadores también saben que en una competencia pueden esperar contemplar muchos mayores niveles de desarrollo muscular (¿patológicos?) que en la otra.
Es útil recordar que penalizar la tenencia de drogas para uso personal constituye una flagrante violación al principio de reserva contemplado en el artículo 19 de la Constitución Nacional que señala: “las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan el orden y la moral públicas, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados”. Queda claro que en los casos de doping, el perjuicio a terceros es evidente. Pero no lo es en el caso de la marihuana o la cocaína.
No estoy haciendo una apología de las adicciones. Estoy profundamente en contra de todo lo que signifique un daño a la salud. Estoy diciendo que hace falta una sincera discusión. No se puede premiar con sumas importantes de dinero a una nueva marca mundial y esperar que no se especule con batirla “centímetro a centímetro”, para cobrar varias veces la suma, como se sabe hacía Bubkha, el garrochista ruso. No se puede explorar y usar todas las posibilidades que ofrece la ciencia para mejorar el rendimiento, endiosar a los campeones que llenan estadios y, al mismo tiempo, suponer que los atletas van a rechazar toda droga prohibida por el sistema, para obedecer un discurso contradictorio que proviene del mismo sistema y que, sin duda, significa otro de los tantos intentos de control de los cuerpos que se han sucedido a lo largo de la historia.
Habría que preguntarse permanentemente... ¿qué festejamos de un deportista exitoso? ¿Que sea un héroe del estadio y un arquetipo o que se esté destruyendo para nuestro placer? La respuesta no es tan obvia como parece. El espectador medio quiere presenciar la goleada histórica que su equipo le propina a su archirival. O el momento irrepetible en que se bate una marca mundial. Por esos momento inolvidables, por el espectáculo que se genera, el público llena los estadios. Y estadios llenos significa esponsorización y medios de comunicación asegurados. Sin embargo, este proceso implica también presión y exigencias del sistema sobre atletas y jugadores. Es hipócrita rasgarse las vestiduras cuando uno de ellos transgrede. El mismo sistema del deporte moderno lo “empuja” a ello. Las soluciones no pasan por penalizar al eslabón más débil de la cadena, sino en desenmascarar los vericuetos de un sistema que se está mordiendo la cola.
4. Para aquellos que trabajan en escuelas, clubes o centros de entrenamiento con alumnos pre-púberes, púberes o jóvenes.
La enseñanza con los adolescentes actuales no suele ser sencilla. Las consultas y narraciones de los docentes así lo testifican. Sin embargo, la mejor política para la juventud es la educación. Habría que tener en cuenta los siguientes aspectos:
· Nos es lo mismo “problemas con los adolescentes” que “problemas de los adolescentes”. ¿Qué es verdaderamente lo que le preocupa a un docente? ¿Que no puede “dominarlos”, que no sabe como hacer para que se interesen en algo? ¿O que no le encuentra la punta al ovillo para ayudarlos en esa verdadera encrucijada en la que se encuentran? Al contestar estos interrogantes hay que considerar que nunca hay neutralidad en la mirada que se echa sobre la realidad. La verdad es que la percepción crea la realidad y cada uno crea su percepción. Por eso, se dice que todo es una cuestión de interpretación. Por eso, al menos hay que considerar la hipótesis del “adulto centrismo” de la mirada con la cual el maestro mira a sus alumnos.
· No existe un modo único de ser joven. La homogeneidad es un mito; la adolescencia muestra múltiples rostros. En consecuencia habría que evitar las generalizaciones: no existe una única manera de ser jóvenes. Las comparaciones con los jóvenes de otras etapas de la cultura, de otras coyunturas históricas, dificultan la comprensión. Definitivamente no es válido que el maestro esté convencido de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Agotadas- solo aparentemente- las ideologías, desterradas las utopías por un relativismo desbordado, el problema que persiste es cómo reconstruir un horizonte cultural cargado de sentido para los mismos jóvenes.
· Para aquellos que tienen problemas con los adolescentes valdría la pena considerar que, probablemente, nos enfrentamos a nuestra propia adolescencia cuando actuamos con los adolescentes de hoy. Con lo cual los obligamos a que acarreen el peso de nuestro pasado. Pasado éste que no tiene nada que ver con el porvenir de ellos, que viven en el presente.
· En las instituciones deportivas se observa un fenómeno frecuente: los adolescentes suelen abandonar frecuentemente sus prácticas y entrenamientos. Las causas hay que buscarlas en:
1 Esfuerzos demasiado duros.
2 Demasiado unilaterales.
3 Buscando especializaciones prematuras.
4 Errores en la conducción.
· Dado el mundo emocional de los adolescentes es imprescindible lograr su participación en las decisiones, intermediar para alcanzar un caro objetivo: a partir del autoconocimiento, llegar a la gestión del propio cuerpo. Me parece importante no invisibilizarlos de las discusiones sobre aquellos proyectos que tengan que ver con ellos. Necesitan diferenciarse para constituir su propia identidad, pero demandan modelos flexibles que ellos mismos ayuden a construir.
· La necesidad de “poner límites” puede ser sólo otro lugar común. Cuando uno pone límites a un adolescente logra una de dos cosas: o que se someta o que se rebele. Otra cosa totalmente distinta es construir y acordar reglas con ellos, lo que habla de un proceso democrático. Que termina de redondearse cuando esas reglas se respetan.
· Enseñar no es “dar y recibir”. No es que uno entrega y el otro recibe. Eso no es otra cosa más que un ejercicio encubierto de relaciones de poder. Tal como decía Foucault, hay que recordar que el maestro posee poder psicológico, social y físico. Intermediación, esa es la clave.
· Los adolescentes deben estar en crisis, pero ella no tiene por qué ser considerada patológica.
· Los padres y profesores amigos de sus hijos y alumnos, son inaceptables. Hay cosas que los adolescentes no tienen por qué hablar ni con unos ni con otros. No hace ninguna falta. El pudor es una pequeña puerta a la libertad individual. Hay que dejar que las confidencias sucedan de acuerdo al ritmo emocional del joven.
· Los padres suelen solicitar a sus hijos cosas en las que les hubiese gustado tener éxito a ellos. Es por eso que a veces recurro a la cruel ironía de decir “No todos los chicos tienen la suerte de nacer huérfanos”. Es que muchos padres sobrecargan de una insoportable presión emocional a sus hijos. El tenis, precisamente muestra muchos ejemplos de esta circunstancia.
Como cierre me gustaría resaltar que...
El deporte, en sus concepciones clásicas, refuerza una natural tendencia de los seres humanos a competir contra el otro. Además, en la vida cotidiana y sin que seamos consciente de ello, es cada vez más frecuente el luchar para o el luchar por. No se advierte que tales actitudes son la base del sufrimiento.
Vivir con otros, entre otros, es el arte de armonizar las diferencias. Por eso todo aquel docente que conciba que enseñar también es crear un mundo nuevo, debería “usar” el deporte para generar campos de comprensión en vez de campos de lucha. Campos de juego, confraternidad y competencia con uno mismo, en los cuales el rival de valor o superior a mí, es más que nada mi compañero porque es el que me permite medir mis fuerzas y mis límites. No es el enemigo al que hay que destruir. Estos campos me parecen preferibles a otros tan desalmados y chauvinistas como los que estamos acostumbrados a contemplar sin inmutarnos.
(1). Me refiero a la suspensión de Mariano Puerta por doping.
Reflexionamos desde un país rico empobrecido. Un país tan atípico como para poder mostrar el espantoso y único privilegio de haber pasado del desarrollo al subdesarrollo, con casi el 40 % de los argentinos por debajo de la línea de la pobreza. Un país que se ha caracterizado por haber tenido:
· Lideres populistas y carismáticos que consideraron al Estado como una posesión personal.
· Instituciones débiles
· Una sociedad olvidadiza y complaciente.
· Una corrupción endémica y casi totalmente impune
Una vez ubicados en un estar en el mundo, que, básicamente, consiste en asumir dónde uno está parado, vale la pena recordar la importancia de saberse arraigado a la tierra de uno y a su comunidad; dado que esa es la forma primera de sabiduría de un pueblo. Hace mucho tiempo atrás, Belgrano, probablemente uno de nuestros próceres menos controvertido, dijo: “Muchos dirán de nosotros, los hombres de Mayo, que por mirar el cielo tropezamos con las piedras y puede ser cierto. Dos cosas, sin embargo, teníamos claras: nuestras raíces se nutren en suelo americano y no se puede construir desde las dificultades sino desde los sueños”.
Lo siguiente es preguntarse sobre el ser. Ser tiene que ver con ser alguien. Para serlo, hoy es preciso debatirse con las fuerzas del mercado y apelar a la capacidad personal para el enfrentamiento. Hace falta preguntarse...
¿ Quién soy? ¿ Qué soy?¿ Hacia adónde voy?¿ Cómo concibo mi relación con los otros?¿ De qué manera estoy dispuesto a relacionarme con ellos?
Vienen bien estas preguntas porque una de las fuentes del malestar contemporáneo se halla en que el hombre ha preferido relacionarse con sus semejantes a través de relaciones de poder y sumisión. Lo malo es que el equilibrio emocional sólo se alcanza privilegiando el reconocimiento mutuo.
Concepto clave: Vale la pena reflexionar acerca del mundo y de nuestra propia vida en un intento de que los demás y también nosotros mismos, vivamos mejor.
Un ejemplo de nuestro tenis puede ser útil para ilustrar esta idea. Acaba de salir una revista para hombres llamada “Brando”. Ella, aparte de dedicarle la portada a David Nalbandian, le hace una larga entrevista en la que el tenista declara: “Dicen que tengo mal carácter. Lo que sucede es que yo siempre hice la mía”.
Sin duda una declaración nada sorprendente. Pero habría que tener en cuenta que el hombre es solo en un aspecto lo que ha hecho. Mucho más, es lo que ha sido capaz de construir con otros, dado que es en el otro y con el otro que logra llenar de sentido sus acciones. Claro que siempre nos ha costado mucho aprender esta lección del valor del reconocimiento mutuo. Gallup acaba de publicar los resultados de una encuesta en la que preguntan a los mismos argentinos que pensamos de nosotros. ¿Las conclusiones?
· Somos individualistas
· Nos gustan las soluciones fáciles del tipo “lo atamos con alambre”.
· Vivimos cómodos en el reino de la falta de normas y el poco respeto por la palabra dada. Nos preocupa la ley que nos protege de los otros. Pero ignoramos la que protege a los otros de nosotros.
· Estamos razonablemente dotados para los proyectos serios, pero no mostramos especial dedicación a ellos, salvo en ámbitos reducidos de intelectuales, académicos y científicos que no gozan, precisamente, de reconocimiento. De manera que parece que pecamos de “talentistas”.
Es claro que si creemos en el valor social del juego, del deporte, de las actividades de aventura en la naturaleza aparece como inmensa y apasionante la tarea que tenemos por delante. ¿Qué otro campo puede ostentar los méritos de las actividades corporales como medio de cooperación, vínculo, e integración entre las personas? Definitivamente la Educación Física debería abandonar lastres de algunos de sus discursos fundacionales y asumir que la mejor técnica que puede enseñar, se basa en el aprendizaje del valor de las reglas y las normas, en el marco del respeto al otro.
Todo lo cual significa aceptar que el ser humano, ante todo, es un ser social. Y esta concepción no implica abandonar la transmisión de aquellos saberes del cuerpo, que nos ha identificado, que nos otorga singularidad. Pero que se justifican solamente en el marco de una normatividad ética. Tema sobre el que volveremos enseguida.
Por eso el valor del juego limpio, aunque parezca una enseñanza de la época de Coubertin, digna de dinosaurios y no de pragmáticos posmodernos. Por eso no hay que festejar “la mano de Dios” de Maradona y sí maravillarnos de lo que fue capaz de realizar el ciclista norteamericano Lance Armstrong hace dos años atrás, en la Vuelta de Francia: en la anteúltima etapa, su lucha con un ciclista alemán era rueda a rueda. El que ganaba esa etapa tenía grandes posibilidades de ganar la carrera. La bicicleta del alemán mordió la banquina, perdió la estabilidad y se desbarrancó por la ladera. Armstrong ni dudó: paró, se bajó de la bicicleta y corrió a ayudar a su rival. Esperó que se recuperase y solamente después reinició su marcha. Luego, ganó la etapa, la carrera y dejó una imborrable lección a todos aquellos que consideran que esos gestos no pertenecen al deporte de alta competencia.
A esta altura de la charla es probable que estén ustedes pensando dos cosas. La primera que estamos alejándonos de aquel conocimiento que puede requerir un preparador físico de tenis, para internarnos en zonas filosóficas, lo que es cierto. Lo segundo es que estas apreciaciones son dignas de idealistas ingenuos, dado que rozan la utopía. Lo que también puede ser cierto, excepto que le demos a la palabra utopía un significado diferente al habitual.
Vamos por partes:
Filosofar es preguntarse básicamente por todo. Por eso ¿qué es? se considera el interrogante inicial. Filosofar no es aburrido. Los filósofos, en cambio, a menudo lo son, de acuerdo a las opiniones que ellos mismos suelen expresar. Así lo cree, por ejemplo, Fernando Savater, un filósofo español muy conocido en la Argentina. Si uno se pregunta para qué “sirve” la filosofía, podría simplificarse la respuesta de la siguiente manera:
1. Sirve para ayudar a que uno se plantee los interrogantes esenciales, del tipo de los que hicimos al principio.
2. Para tener elementos que ayuden a comprender esa realidad fracturada y deshecha que caracteriza a las sociedades actuales.
3. Para evitar los riesgos de caer en el pensamiento fácil o, lo que es aun peor, que nos manipulen la forma de pensar. En este sentido, es útil recordar que el abandono de la especulación teórica es tan peligroso como privilegiar lo meramente técnico.
4. Para fundamentar y dar rigor a los conceptos que utilizamos. De manera de no manejarnos con el criterio de que “si mi práctica no coincide con mi teoría que se jorobe mi práctica”. Y aparece la incoherencia.
En cuanto a la utopía, comúnmente se supone que es el espacio de lo irrealizable. En cambio, habría que considerarla como aquello que todavía no se alcanzó. Criterio esperanzador imprescindible al enseñar. No puede uno dedicarse a la enseñanza creyendo fervientemente en que “todo irá peor”. Nunca hay que subestimar la fuerza de cambio que tiene un grupo humano decidido a hacer las cosas bien. Hoy resulta difícil pensar que está en nuestras manos producir modificaciones globales. El cambio, más bien aparece ligado a temas específicos. Eso puede lograrse.
A lo que hay que temerle es a aquellos convencidos de que representan el cambio, la renovación o la nueva política y seguros de que tienen la receta de “hombre nuevo”, que ellos mismos definen.
Concepto clave: Se requiere más coraje para conservar la esperanza que para hundirse en la tristeza. Existe una ética en la esperanza de padres y maestros en lograr sensibilizar para el conocimiento y la apreciación de lo bello y valioso. La contrapartida de esta aspiración es dejar de guiar a los niños y jóvenes y permitir que domine la ignorancia y el consumo desenfrenado.
¿Por qué el nombre elegido para el encuentro?
Porque el deporte está produciendo valores y mercancías propias. Y la lógica de la mercancía es la lógica de un producto que se piensa para ser consumido. Inclusive, que suele nacer obsoleto, tal como muestra la tecnología de los teléfonos celulares, por ejemplo. Cuando salen al mercado, ya son viejos.
Esta lógica del mercado, que a todo le pone precio pero a nada le otorga valor, que piensa en consumidores ávidos de novedades cuyos deseos hace falta aumentar, produce frecuentemente un proceso de aculturación que homogeiniza la sociedad hacia un modelo global y desconcierta al docente formado en otra lógica: la de la enseñanza. Tal desconcierto justifica que, en un encuentro de aprendizaje como este, nos dediquemos a interrogarnos si no ha llegado el momento de concebirnos en serio como pensadores de la cultura. Como críticos pensadores de la misma, es decir más incisivos en el análisis y con capacidad de observar la realidad con mayor sospecha.
Porque muchas veces, hasta la misma cultura, marcha en dirección contraria a la de ese verdadero intento civilizatorio que es la educación.
Concepto clave: Para muchos filósofos y pensadores, nuestra cultura está hoy dominada por una racionalidad sin razón.
¿Puede hacerse coincidir la lógica del mercado con la lógica pedagógica?
Mi impresión es que no; que no se puede. Que son lógicas contradictorias en demasiados casos. Desde luego que aquel profesional que se dedique a ofrecer un servicio, tiene que conocer las leyes del mercado. Pero debería tener en claro que la enseñanza no debería ser concebida como una estrategia que sirve para vender y vendernos.
Si nos contratan para preparar físicamente a un tenista y hacemos nuestro trabajo bien, no hay nada que decir al respecto. Sin embargo, me gustaría reflexionar sobre esa especie de plusvalor que debería agregar a su tarea todo “enseñante”, todo maestro. Ese plusvalor agregado consiste en que su producto no sólo tiene que ver con la mejoría de las capacidades condicionales y coordinativas: tiene que ver con que también traslada una concepción del mundo, del sentido, de los valores, del conocimiento, de las relaciones con los otros y consigo mismo.
Un artesano fabrica, pone un precio y vende el producto de sus manos que lleva impreso en forma indeleble su sello personal. Cuando el mercado lo tienta o lo derrota y comienza a trabajar en serie para otros, pierde su sello de distinción. Artesanía y distinción tampoco deberían perderse al enseñar. Por esto opino que son lógicas distintas. Cuando intentamos mezclarlas somos derrotados por el mercado.
¿Qué valor tiene enseñar? ¿Se justifica que nos dediquemos a ello?
La enseñanza es una praxis. La definición clásica de praxis designa una forma de vida humana dedicada a la búsqueda del bien. Tal criterio ubica a la enseñanza. Ella no es mera teoría ni sólo acción. El que enseña, lo sepa o no, demuestra una fuerte decisión personal, basada en juicios previos que ha realizado, de dedicarse a una búsqueda que considera válida: la de ayudar a alcanzar una vida plena, acorde con los potenciales de cada individuo.
Concepto clave: Si vislumbra que esa búsqueda es estéril, en principio- o por principios- debería dedicarse a otra cosa.
Cada maestro del cuerpo, cada entrenador, tiene por delante, precisamente, esa
gran tarea: facilitar razones de existencia, enseñar que pese a que muchos exhiben un excelente discurso acerca del arte de vivir, sólo viven una “vidita”.
Facilitar razones de existencia puede sonar abstracto. Por eso, digamos que significa celebrar los valores que definen lo mejor del espíritu humano: el lenguaje, la imaginación, la libertad, el afán de justicia, la búsqueda de una sociedad más justa. E insisto en que todo eso debe atravesar los espacios destinados a enseñar o entrenar en deportes. Pero hay que hacerlo al mismo tiempo que se entrena y se enseña y aprovechando los mil ejemplos que nos ofrecen las mismas prácticas.
Por eso decía antes que la enseñanza de los saberes del cuerpo, como cualquier otra forma de enseñanza, sólo se justifican en el marco de una normatividad ética. Se aleja así el fantasma de que como los alumnos/ jugadores pagan por el servicio que les ofrecemos, pueden exigir e inclusive hacer lo que se les da la gana. Actitud que conocen muy bien aquellos que se dedican a los entrenamientos personalizados. Esa normatividad ética- que obliga a ambas partes- debe consensuarse desde el comienzo mismo de la relación pedagógica. El preparador físico de tenis colabora en un aspecto del entrenamiento. Pero no debería tener dudas de que hay una enseñanza en lo que hace, dados los contenidos que trasmite. No hay enseñanza sin contenidos. Eso convierte al entrenador/ maestro en un “vehículo” del saber, en un intermediario y eso lo legitima e instituye, sencillamente porque presta su palabra al conocimiento. Por eso tiene el derecho de ser atendido y considerado por sus alumnos/jugadores.
Analizado el tema de esta forma, no se justifica suponer que un profesor de Educación Física o cualquier otro docente, que se desempeña en distintos ámbitos profesionales, debe “cambiarse la camiseta”, según trabaje en una escuela, en un club, en un centro de tenis o en un gimnasio. Ni tampoco que diferencie entre alumnos, clientes y jugadores. El ser docente es el que facilita- en cualquier lugar de desempeño- abrirse a la conciencia gozosa del saber. Al comunicar lo que sabe, pone a disposición lo que él es y al unísono se nutre de sus alumnos.
Enseñar no es la mera transferencia de conocimientos, sino crear las posibilidades para su producción o construcción. Llevada a cabo de esa manera, la libertad individual es estimulada a desplegarse, por eso el valor ético-político que contiene. Pero el límite claro de esa libertad individual es el compromiso con lo social y lo público. Educar es ayudar a encontrarse a uno mismo, en relación con los otros, en un encuentro que compromete lo racional y lo emocional de cada uno. Pero siempre dentro del bien, del derecho y de la ley.
Concepto clave: Una válida aproximación al concepto de la ética es concebirla como la práctica reflexiva de la libertad.
Sin duda que ética no es el ajuste a una pauta moral externa. Es mucho más que eso: es actuar en función de que no todo da lo mismo. Es elegir un comportamiento aun cuando parezca que hoy la ética es estética; aun cuando parezca que es preferible parecer que ser.
Profundizando aun más puede decirse que la ética, en tiempos de remontar las penas, como los actuales se define no por el dolor del yo ante el otro, sino por la hospitalidad que le damos al otro en el yo. Se requieren acciones concretas, un pie a tierra solidario que no todos lo seres humanos- ni siquiera los que trabajan de maestros- están en condiciones de brindar.
De manera que parece inevitable admitir que quien se dedique a la enseñanza requiere dosis estimables de afecto por lo humano, de amor a los hombres.
El efecto de esas diferentes lógicas sobre nosotros y nuestras prácticas
Tengo la hipótesis de que la percepción de esas diferentes lógicas aumenta la incertidumbre. No es sencillo pensar en nuevas formas de intervención, en los distintos ámbitos en que nos desempeñamos los profesores de Educación Física. No es sencillo pero es imprescindible. Sobre todo teniendo en cuenta que la lógica pedagógica parece batirse en retirada ante el triunfo de la lógica del mercado. Y que la inocencia y el entusiasmo de niños y jóvenes parecen destituidos por sus apetencias de consumo.
Al pertenecer la incertidumbre al estatuto de la realidad, debemos acostumbrarnos a vivir con ella, a habitar un mundo con pocas certezas, en el cual se hace necesario elegir permanentemente. Lo malo- o si prefieren lo apasionante e inédito- es que tal aprendizaje no es nada sencillo.
PUNTO CLAVE: La función de las actividades corporales, con el deporte entre ellas, no consiste tanto en generar individuos seguros, sino preparados para la incertidumbre de vivir eligiendo y capaces de analizar sus posibilidades y límites lo más objetivamente posible.
Todos los que nos dedicamos a la enseñanza, sobre todo en determinados ámbitos, nos enfrentamos a la incertidumbre cotidianamente. La vislumbramos, por ejemplo, en la angustiante sensación de no saber si nuestras competencias son suficientes para satisfacer las demandas sociales que cambian y aumentan permanentemente.
Para cerrar, les propongo algunos ejemplos procedentes de distintas realidades de nuestras prácticas, en las que se advierte la necesidad de ampliar y profundizar la mirada, lo imprescindible de comprender que todo aquel que se dedique a la enseñanza de algún aspecto de una cultura de lo corporal, tiene que convertirse- tal como decía antes- en un pensador de ella.
Teniendo presente que un innovador no es sólo el que percibe lo que nadie ve, sino también aquel que observa de otra manera, lo que todos tienen delante de los ojos.
1. Para aquellos que se desempeñan en una organización orientada a la satisfacción de las necesidades de los alumnos/clientes.
Todo servicio que es considerado hoy muy bueno, mañana será sólo aceptable. La demanda por más y mejores servicios es constante. Se debe comprender que:
· El mercado de las actividades físicas se ha expandido muchísimo y los consumidores pueden elegir entre múltiples posibilidades. No es nada sencillo fidelizarlos.
· Muchas personas tienen un poder adquisitivo bajo pero demandan un servicio cinco estrellas. Esto sucede porque la esencia del consumo pasa por aspirar a productos por arriba de los niveles sociales y económicos a que se pertenece. Consumir es tratar de parecerse al que está un escalón más arriba.
· Un consumidor típico quiere “divertirse hasta morir” y está abierto a cualquier novedad. El problema es que, para muchos de nosotros, la enseñanza no pasa por proponer entretenimientos para que las personas puedan soportar lo insoportable.
· Resulta fundamental hacerse las preguntas clásicas: ¿quién paga? ¿quién usa? ¿Qué usa? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuánto? ¿Cada cuánto? Preguntas éstas que no suelen pertenecer al planeta pedagógico.
2. Para aquellos que se desempeñan en clubes y gimnasios y les haya parecido exagerado esto de que hoy parezca preferible parecer que ser.
Puede ser que parezca exagerado. Pero la exageración puede ser una buena estrategia en ciertas situaciones. Ya los filósofos griegos enseñaban que cuando una convicción está muy arraigada, la única posibilidad de hacerla vacilar puede consistir en un ataque a la autoestima del que la sustenta. Es por eso que cuando me preguntan por una cirugía estética (no reparadora) de nariz, por ejemplo, suelo contestar: “Me parece bien, si ustedes quieren tomar esa decisión porque va a hacerles sentir mejor. Pero asegúrense que les hagan una nariz que respire”.
No creo que pueda negarse que hoy se realizan cirugías estéticas con la lógica de las compras en el supermercado: se recorren las góndolas y se va cargando en el changuito con unos glúteos más empinados y abundantosos, unos labios más sensuales o unos senos más voluminosos.
(En el fondo las que se hacen pechos XL o los que eligen una estética peneana idem, lo que buscan es posicionarse fuerte en el mercado del deseo, tanto como para convertirse en una oferta sexual imprescindible.)
Como se preguntaría Mafalda, el inolvidable personaje de Quino: ¿Será que la ciencia logrará inventar cirugías estéticas para el alma?
3. Para aquellos que se dedican al entrenamiento de deportistas de distinto nivel de desempeño.
El último escándalo del tenis argentino merece una buena reflexión (1). Es evidente que el deporte de alto rendimiento parece empeñado en recorrer senderos que empañan sus logros y desmerecen sus posibilidades como uno de los territorios humanos en los cuales es posible perseguir la inalcanzable perfección. Les propongo unos pocos puntos de vista que podrían servir para las discusiones y los repudios:
· El doble discurso, la hipocresía se advierte claramente también en el deporte.
¿Cómo puede entenderse que un deportista pueda jugar habiendo tomado
alternativamente hasta 250 productos, proporcionados “desde arriba”, destinados a
mejorar su perfomance, como es el caso de los futbolistas italianos y “el sistema”
lo penalice porque consume una droga de uso privado?
· Es, desde luego, lamentable que cualquier persona ponga en riesgo su salud por su adicción a la cocaína, el uso de anabolizantes o anfetaminas. Sin mencionar que significa un injustificable engaño para todos aquellos competidores que por propias convicciones no las utilizan, pero, tal como dice Carlos Montaner :
¿” A quién se le hubiese ocurrido retirarle el premio Nobel a Hemingway porque le
gustaban los mojitos y el whisky un poco más de lo debido” ?
Desde luego que son ámbitos de actuación diferentes y el escritor no engaña a sus lectores si le gusta el vino: puede escribir mejor o peor, pero, en definitiva es asunto suyo. Sin embargo, vale la pena preguntarse si las regulaciones no constituyen otra de las maneras de controlar y disciplinar los cuerpos de los sujetos que siempre han inventado los sistemas. Y que significan un atropello sobre los derechos que todo adulto debe tener sobre su corporalidad. Existen en los Estados Unidos, por ejemplo, torneos de físico culturismo para anabolizados y otros para no anabolizados. Es una manera de no entrometerse en esos derechos, aunque muchos estén en desacuerdo. Y los espectadores también saben que en una competencia pueden esperar contemplar muchos mayores niveles de desarrollo muscular (¿patológicos?) que en la otra.
Es útil recordar que penalizar la tenencia de drogas para uso personal constituye una flagrante violación al principio de reserva contemplado en el artículo 19 de la Constitución Nacional que señala: “las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan el orden y la moral públicas, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados”. Queda claro que en los casos de doping, el perjuicio a terceros es evidente. Pero no lo es en el caso de la marihuana o la cocaína.
No estoy haciendo una apología de las adicciones. Estoy profundamente en contra de todo lo que signifique un daño a la salud. Estoy diciendo que hace falta una sincera discusión. No se puede premiar con sumas importantes de dinero a una nueva marca mundial y esperar que no se especule con batirla “centímetro a centímetro”, para cobrar varias veces la suma, como se sabe hacía Bubkha, el garrochista ruso. No se puede explorar y usar todas las posibilidades que ofrece la ciencia para mejorar el rendimiento, endiosar a los campeones que llenan estadios y, al mismo tiempo, suponer que los atletas van a rechazar toda droga prohibida por el sistema, para obedecer un discurso contradictorio que proviene del mismo sistema y que, sin duda, significa otro de los tantos intentos de control de los cuerpos que se han sucedido a lo largo de la historia.
Habría que preguntarse permanentemente... ¿qué festejamos de un deportista exitoso? ¿Que sea un héroe del estadio y un arquetipo o que se esté destruyendo para nuestro placer? La respuesta no es tan obvia como parece. El espectador medio quiere presenciar la goleada histórica que su equipo le propina a su archirival. O el momento irrepetible en que se bate una marca mundial. Por esos momento inolvidables, por el espectáculo que se genera, el público llena los estadios. Y estadios llenos significa esponsorización y medios de comunicación asegurados. Sin embargo, este proceso implica también presión y exigencias del sistema sobre atletas y jugadores. Es hipócrita rasgarse las vestiduras cuando uno de ellos transgrede. El mismo sistema del deporte moderno lo “empuja” a ello. Las soluciones no pasan por penalizar al eslabón más débil de la cadena, sino en desenmascarar los vericuetos de un sistema que se está mordiendo la cola.
4. Para aquellos que trabajan en escuelas, clubes o centros de entrenamiento con alumnos pre-púberes, púberes o jóvenes.
La enseñanza con los adolescentes actuales no suele ser sencilla. Las consultas y narraciones de los docentes así lo testifican. Sin embargo, la mejor política para la juventud es la educación. Habría que tener en cuenta los siguientes aspectos:
· Nos es lo mismo “problemas con los adolescentes” que “problemas de los adolescentes”. ¿Qué es verdaderamente lo que le preocupa a un docente? ¿Que no puede “dominarlos”, que no sabe como hacer para que se interesen en algo? ¿O que no le encuentra la punta al ovillo para ayudarlos en esa verdadera encrucijada en la que se encuentran? Al contestar estos interrogantes hay que considerar que nunca hay neutralidad en la mirada que se echa sobre la realidad. La verdad es que la percepción crea la realidad y cada uno crea su percepción. Por eso, se dice que todo es una cuestión de interpretación. Por eso, al menos hay que considerar la hipótesis del “adulto centrismo” de la mirada con la cual el maestro mira a sus alumnos.
· No existe un modo único de ser joven. La homogeneidad es un mito; la adolescencia muestra múltiples rostros. En consecuencia habría que evitar las generalizaciones: no existe una única manera de ser jóvenes. Las comparaciones con los jóvenes de otras etapas de la cultura, de otras coyunturas históricas, dificultan la comprensión. Definitivamente no es válido que el maestro esté convencido de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Agotadas- solo aparentemente- las ideologías, desterradas las utopías por un relativismo desbordado, el problema que persiste es cómo reconstruir un horizonte cultural cargado de sentido para los mismos jóvenes.
· Para aquellos que tienen problemas con los adolescentes valdría la pena considerar que, probablemente, nos enfrentamos a nuestra propia adolescencia cuando actuamos con los adolescentes de hoy. Con lo cual los obligamos a que acarreen el peso de nuestro pasado. Pasado éste que no tiene nada que ver con el porvenir de ellos, que viven en el presente.
· En las instituciones deportivas se observa un fenómeno frecuente: los adolescentes suelen abandonar frecuentemente sus prácticas y entrenamientos. Las causas hay que buscarlas en:
1 Esfuerzos demasiado duros.
2 Demasiado unilaterales.
3 Buscando especializaciones prematuras.
4 Errores en la conducción.
· Dado el mundo emocional de los adolescentes es imprescindible lograr su participación en las decisiones, intermediar para alcanzar un caro objetivo: a partir del autoconocimiento, llegar a la gestión del propio cuerpo. Me parece importante no invisibilizarlos de las discusiones sobre aquellos proyectos que tengan que ver con ellos. Necesitan diferenciarse para constituir su propia identidad, pero demandan modelos flexibles que ellos mismos ayuden a construir.
· La necesidad de “poner límites” puede ser sólo otro lugar común. Cuando uno pone límites a un adolescente logra una de dos cosas: o que se someta o que se rebele. Otra cosa totalmente distinta es construir y acordar reglas con ellos, lo que habla de un proceso democrático. Que termina de redondearse cuando esas reglas se respetan.
· Enseñar no es “dar y recibir”. No es que uno entrega y el otro recibe. Eso no es otra cosa más que un ejercicio encubierto de relaciones de poder. Tal como decía Foucault, hay que recordar que el maestro posee poder psicológico, social y físico. Intermediación, esa es la clave.
· Los adolescentes deben estar en crisis, pero ella no tiene por qué ser considerada patológica.
· Los padres y profesores amigos de sus hijos y alumnos, son inaceptables. Hay cosas que los adolescentes no tienen por qué hablar ni con unos ni con otros. No hace ninguna falta. El pudor es una pequeña puerta a la libertad individual. Hay que dejar que las confidencias sucedan de acuerdo al ritmo emocional del joven.
· Los padres suelen solicitar a sus hijos cosas en las que les hubiese gustado tener éxito a ellos. Es por eso que a veces recurro a la cruel ironía de decir “No todos los chicos tienen la suerte de nacer huérfanos”. Es que muchos padres sobrecargan de una insoportable presión emocional a sus hijos. El tenis, precisamente muestra muchos ejemplos de esta circunstancia.
Como cierre me gustaría resaltar que...
El deporte, en sus concepciones clásicas, refuerza una natural tendencia de los seres humanos a competir contra el otro. Además, en la vida cotidiana y sin que seamos consciente de ello, es cada vez más frecuente el luchar para o el luchar por. No se advierte que tales actitudes son la base del sufrimiento.
Vivir con otros, entre otros, es el arte de armonizar las diferencias. Por eso todo aquel docente que conciba que enseñar también es crear un mundo nuevo, debería “usar” el deporte para generar campos de comprensión en vez de campos de lucha. Campos de juego, confraternidad y competencia con uno mismo, en los cuales el rival de valor o superior a mí, es más que nada mi compañero porque es el que me permite medir mis fuerzas y mis límites. No es el enemigo al que hay que destruir. Estos campos me parecen preferibles a otros tan desalmados y chauvinistas como los que estamos acostumbrados a contemplar sin inmutarnos.
(1). Me refiero a la suspensión de Mariano Puerta por doping.
Mariano Giraldes
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