Este texto lo colocamos en la cartelera del gimnasio para dar respuesta a aquellas situaciones en las que los alumnos manifiestan que se aburren al hacer actividad física.
¡ME ABURRO!
Nos lo dicen todos los días. Algunos de nuestros alumnos nos lo repiten siempre, tan luego les indicamos caminar en la cinta o hacer una serie de abdominales.
En la época en que solía sentirme culpógeno, me preguntaba...Y ahora...¿Cómo hago para entretenerlo?
En general, apelaba a la razón científica; con lo que conseguía dos cosas: aburrirlo con la propuesta y con la explicación.
Hoy, que ya no soy un optimista de ida sino un pesimista de vuelta, suelo contestarles: “Es lógico que te aburras; pero para la próxima vez que vengas te prometo que te traeré un pony con un monito encima; te harán pruebas mientras pedaleas y estarás de lo más divertido”.
Desde luego que la ironía y el humor pueden servir para matizar algunas situaciones. O para ayudar a pensar. Pero no sirven para todas ellas. En este caso, la clave pasa por otro lado. Pasa por ayudar a las personas a que ubiquen aquellos aspectos de su vida a los que han decidido otorgarle significado. El cuerpo puede ser uno de esos territorios.
Analicemos, en primer lugar, las razones más frecuentes que llevan a las personas a hacer actividad física:
· Porque quieren verse espléndidas físicamente, habido cuenta que en la galaxia posmoderna refulgen tres estrellas: estar siempre joven, siempre delgada y siempre bella.
· Porque las manda el médico.
· Porque las manda su pareja.
· Porque las mandan sus padres, preocupados por la postura de sus vástagos o porque se lo pasan frente a las pantallas (de la TV, el celular o la computadora)
· Porque han terminado aceptando que muchas de las dolencias corporales y psíquicas que sufren se deben al sedentarismo y a un estilo de vida tóxico que no atinan a cambiar.
· Porque han comprendido que en el envejecer hay un componente voluntario y otro, inevitable.
· Porque quieren mejorar su eficacia en un deporte.
Así, llegamos al nudo de la cuestión...¿ Quién tiene la culpa de que yo vaya al gimnasio, pague la cuota y me aburra tanto como para no ir más o ir salteado?
NADIE. No es una cuestión de culpas. No es cuestión de aburrirse o no aburrirse. Es cuestión de analizar si uno acepta que “soy porque tengo un cuerpo”. Por lo tanto, lo que decida hacer o no hacer con él, constituye un reto, un desafío. A los desafíos se los puede aceptar o rechazar. Pero a todos nos atraen. De chicos decíamos: - !Te corro hasta la esquina!. O: - !Juguemos a la rayuela!. Hoy sería: ¿Vamos a jugar con la Play?
En un mundo sin valores, muchos pueden aceptar el desafío de triunfar en la lucha contra otros. Sin embargo, no necesitamos más campos de lucha, sino de confraternidad. Esa equivocación puede llevar al sufrimiento.
El cuerpo, en cambio, no tiene ese dramatismo. Plantea el apasionante reto de conseguir aquello que uno mismo se ha propuesto. Significa descubrir lo mejor de sí, el valor de lo aun no logrado, recobrar aquello adormecido por falta de uso, demostrarnos lo que somos capaces de conseguir cuando explotamos al máximo nuestras capacidades.
Puede haber presiones sociales, pero, en definitiva, uno elige. Por eso Sartre decía: “Soy todo aquello que he logrado, con lo que los otros trataron de hacer conmigo” .
Aceptar estos desafíos no tiene porqué significar sufrimiento. Puede ser muy placentero. Puede recuperarse o sentirse por primera vez, esa suerte de placer animal que experimenta el hombre al jugar o relacionarse, de una u otra forma, con ese a veces olvidado propio cuerpo.
M.G.
Nos lo dicen todos los días. Algunos de nuestros alumnos nos lo repiten siempre, tan luego les indicamos caminar en la cinta o hacer una serie de abdominales.
En la época en que solía sentirme culpógeno, me preguntaba...Y ahora...¿Cómo hago para entretenerlo?
En general, apelaba a la razón científica; con lo que conseguía dos cosas: aburrirlo con la propuesta y con la explicación.
Hoy, que ya no soy un optimista de ida sino un pesimista de vuelta, suelo contestarles: “Es lógico que te aburras; pero para la próxima vez que vengas te prometo que te traeré un pony con un monito encima; te harán pruebas mientras pedaleas y estarás de lo más divertido”.
Desde luego que la ironía y el humor pueden servir para matizar algunas situaciones. O para ayudar a pensar. Pero no sirven para todas ellas. En este caso, la clave pasa por otro lado. Pasa por ayudar a las personas a que ubiquen aquellos aspectos de su vida a los que han decidido otorgarle significado. El cuerpo puede ser uno de esos territorios.
Analicemos, en primer lugar, las razones más frecuentes que llevan a las personas a hacer actividad física:
· Porque quieren verse espléndidas físicamente, habido cuenta que en la galaxia posmoderna refulgen tres estrellas: estar siempre joven, siempre delgada y siempre bella.
· Porque las manda el médico.
· Porque las manda su pareja.
· Porque las mandan sus padres, preocupados por la postura de sus vástagos o porque se lo pasan frente a las pantallas (de la TV, el celular o la computadora)
· Porque han terminado aceptando que muchas de las dolencias corporales y psíquicas que sufren se deben al sedentarismo y a un estilo de vida tóxico que no atinan a cambiar.
· Porque han comprendido que en el envejecer hay un componente voluntario y otro, inevitable.
· Porque quieren mejorar su eficacia en un deporte.
Así, llegamos al nudo de la cuestión...¿ Quién tiene la culpa de que yo vaya al gimnasio, pague la cuota y me aburra tanto como para no ir más o ir salteado?
NADIE. No es una cuestión de culpas. No es cuestión de aburrirse o no aburrirse. Es cuestión de analizar si uno acepta que “soy porque tengo un cuerpo”. Por lo tanto, lo que decida hacer o no hacer con él, constituye un reto, un desafío. A los desafíos se los puede aceptar o rechazar. Pero a todos nos atraen. De chicos decíamos: - !Te corro hasta la esquina!. O: - !Juguemos a la rayuela!. Hoy sería: ¿Vamos a jugar con la Play?
En un mundo sin valores, muchos pueden aceptar el desafío de triunfar en la lucha contra otros. Sin embargo, no necesitamos más campos de lucha, sino de confraternidad. Esa equivocación puede llevar al sufrimiento.
El cuerpo, en cambio, no tiene ese dramatismo. Plantea el apasionante reto de conseguir aquello que uno mismo se ha propuesto. Significa descubrir lo mejor de sí, el valor de lo aun no logrado, recobrar aquello adormecido por falta de uso, demostrarnos lo que somos capaces de conseguir cuando explotamos al máximo nuestras capacidades.
Puede haber presiones sociales, pero, en definitiva, uno elige. Por eso Sartre decía: “Soy todo aquello que he logrado, con lo que los otros trataron de hacer conmigo” .
Aceptar estos desafíos no tiene porqué significar sufrimiento. Puede ser muy placentero. Puede recuperarse o sentirse por primera vez, esa suerte de placer animal que experimenta el hombre al jugar o relacionarse, de una u otra forma, con ese a veces olvidado propio cuerpo.
M.G.
2 comentarios:
Estimado Profesor, la situaciòn que usted relata es tan comùn casi en la misma proporciòn en que abùlicos profesores los "ponen" a caminar en la cinta y/o andar en bicicleta garantizandole 30 minutos de tranquilidad al encargado de la sala.Tengo la suerte de estar junto al rìo Parana y veo la diferencia en la cara de los alumnos cuando esa misma caminata se realiza en contacto con la naturaleza.Un profesor brasilero habla de cierta alegria orgànica, cuando el hombre toma contacto con el medio natural.Puede ser una simplificaciòn.Tal vez tengamos que pensar en un nuevo habitat urbano,pero no podemos negar que caminar en una cinta va en contra de algo tan atàvico como el traslado por nuestros propios medios.Sartre tanbien hace referencia a que la mirada del otro nos "cosifica" y si encima nos ponen en una "cosa que se mueve"...
Gracias profesor, desde hace muchos años sus escritos me ayudan a pensar
RESPUESTA A ANÓNIMO
Me alegro que algunas cosas anteriores te hayan ayudado a pensar nuevas formas de pensar. Tu respuesta permite nuevas lecturas. Pareciera, por ejemplo, que no hay muchas dudas que caminar a orillas del Paraná tiene que ser más significativo que subirse a una cinta. También es cierto que ninguna práctica corporal va a construirse ajena a la sociedad y la cultura en que se desarrolla. Nuestra sociedad muestra una inseguridad ciudadana creciente. En las grandes ciudades, muy frecuentemente, salir a caminar o correr en parques o costaneras es una invitación al asalto. Más de noche. También por eso hay tanta demanda en gimnasios y clubes de las máquinas aeróbicas. Así lo narran los mismos practicantes.
Por otra parte, en la modernidad tardía la gente ama, consume y se desprende rapidamente de tecnología.Esas es la razón por la cual se fascinan ´con cintas de 20000 dólares que ofrecen no solo el gasto calórico sino hasta televisión por cable. ¿ Que nos queda como maestros del cuerpo? Ceder a la demanda o resistir y ayudar a generar sentidos nuevos en torno a lo corporal. Una ayuda que se convierta en una especie de contracultura.
Publicar un comentario