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martes, 9 de septiembre de 2008

UNA BUENA GIMNASIA CEREBRAL: pasar de la curiosidad al asombro.

Los hábitos son algo curioso. Los cumplimos sin pensar en ellos, con el cerebro en piloto automático, inmersos en la comodidad de la rutina. “No es la elección sino el hábito lo que gobierna al rebaño humano irreflexivo”, dijo William Woodworth, en el siglo XIX. En el cambiante siglo XXI, hasta la palabra hábito tiene connotaciones negativas.
Quienes se dedican a las neurociencias, sin embargo, descubrieron que cuando desarrollamos nuevos hábitos de manera consciente, creamos sendas sinápticas paralelas, y hasta células cerebrales nuevas, que pueden “puentear” nuestros esquemas de pensamiento y abordar caminos innovadores. Por lo tanto, cuanto mayor sea el número de cosas nuevas que probemos, cuanto más salgamos de la zona de comodidad de la rutina, más creativos podremos ser, tanto en el trabajo como en la vida personal.
No hay que tratar de eliminar los viejos hábitos: una vez que esas vías de proceder llegan al hipocampo, ahí se quedan. Los nuevos hábitos que incorporamos de manera deliberada crean sendas paralelas que pueden evitar los viejos caminos de resolver las cosas.
Lo que hace falta para la innovación es una fascinación para el asombro. Lo que no es novedoso, porque toda innovación en nuestra conducta, implica un aprendizaje y hace ya tiempo que se sabe que para aprender es necesario ser capaz de maravillarse ante la inmensidad del conocimiento.
Sin embargo, se nos enseña a decidir. Es decir a eliminar todas las posibilidades menos una. Pensar es abordar problemas. Los abordamos de formas de las que no somos conscientes. Los investigadores descubrieron ya a fines de los sesenta, que los seres humanos nacemos con la capacidad de enfrentar los desafíos y los aprendizajes de cuatro maneras básicas:
  • La analítica
  • La práctica
  • La relacional
  • La innovadora

En la pubertad, lamentablemente, el cerebro suele mantener las dos primeras que son las que permiten resolver los problemas más comunes que aparecen en los primeros diez años de vida. La consecuencia es que en la vida adulta, los modos innovadores y relacionales de pensamiento son poco utilizados para aprender. Comprenderlo, permite crear nuestro propio mapa de desarrollo de conductas y habilidades adicionales para el futuro.

Comodidad, tensión y estrés.

Vivimos en estado de comodidad, de tensión razonable y productiva o de estrés. La comodidad es el espacio del hábito existente. El estrés se produce cuando un desafío excede tanto nuestra experiencia que resulta abrumador. Es en la zona de tensión que se ocasiona el verdadero y efectivo cambio, por ejemplo, gracias a dedicarse a actividades difíciles o poco familiares.

Estos aspectos son importantes porque, a menos que sigamos aprendiendo cosas nuevas, que es algo que le plantea al cerebro el desafío de crear caminos nuevos, éste empieza a atrofiarse, lo que puede derivar en demencia, Alzheimer y otros trastornos cerebrales.

Una prueba sencilla: traten de entrecruzar las manos de la manera en que suelen hacer los políticos o los deportistas para saludar a sus públicos, levantando los brazos a la vez. Prueben de hacerlo ahora pero con el otro pulgar arriba. Resulta difícil. Se atraviesa por un momento al que se llama confusión, que sucede cuando se fusiona lo viejo con lo nuevo. Después de la confusión, el cerebro empieza a organizar lo nuevo. Si el proceso se repite, creará nuevas conexiones sinápticas. Pero no se logra sin esfuerzo: el “gran tomador de decisiones” que es el cerebro, protesta antes de seguir el camino desconocido y uno, sin casi darse cuenta, sigue haciendo lo mismo una y otra vez. El asunto es dejar la comodidad y la rutina de lado. Para la salud cardiovascular se ha comprendido desde hace mucho, la importancia del entrenamiento aeróbico. Para la del sistema muscular, óseo y de sostén el entrenamiento muscular: ahora hace falta tomar las riendas en el asunto y hacer ejercicios para la salud del cerebro con la misma intensidad. O, lo que es mejor y propondremos más adelante, realizar un tipo de prácticas corporales tan significativas como para que se estimulen todas las funciones y sistemas al mismo tiempo.

Los cerebros deteriorados, o el daño que generan, han inspirado una mini-industria de productos para la salud cerebral, no sólo suplementos como la co-enzima Q10, el ginseng o la bacopa, sino también productos informáticos para una mayor aptitud cerebral.

Los distribuidores de estos productos están teniendo éxito en las últimas seis décadas a la hora de adivinar los deseos de la generación nacida después de la Segunda Guerra Mundial. Ahora, están ganando dinero con los miedos de esa generación. Es que esa generación tiene sobradas razones para preocuparse. Hasta el momento no existe ningún análisis de laboratorio definitivo capaz de detectar el mal de Alzheimer. Los médicos confían en síntomas para realizar el diagnóstico y la mayoría considera que para cuando aparecen los síntomas, el daño cerebral ya es extenso.

¿Que puede hacerse como “gimnasia cerebral” aparte de dejar la comodidad y la rutina de lado?

Puede intentarse:

  • Memorizar los números que dan vuelta alrededor de la vida cotidiana de cada uno: tarjetas de crédito, PIN y números de teléfono.
  • Inventar ejercicios de nemotecnia para recordar los nombres de las personas que nos rodean.
  • Memorizar sus fechas de cumpleaños.
  • Memorizar poesías o letras de canciones. Tiene la ventaja de que, al hacerlo, uno puede llevarlas consigo. Y todos queremos llevar con nosotros aquello que amamos.
  • Memorizar películas, sus actores y directores. Este suele ser uno de los temas que suelen preocupar a muchos, al no poder recordar esos nombres de actores y directores famosos, por ejemplo.

Hay que tener presente que los especialistas consideran que las personas inteligentes encuentran nuevas formas de ejercitar su cerebro, sin necesidad de comprar software ni hacer talleres caros.

M.G.

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