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jueves, 7 de febrero de 2008

La violencia y las artes marciales

Se puede vencer peleando,
se puede vencer antes de pelear,
pero lo mejor de todo es vencer sin pelear
Que la violencia ha ido ganando espacio en nuestras vidas no es algo que pueda pasar desapercibido. Existe en muchas formas.
La verbal, se advierte en la mayoría de los medios de comunicación, tanto radiales como televisivos, donde muchos locutores han perdido las normas básicas de la comunicación y parecería ser que si no insultan y agreden tanto al entrevistado como a la persona que está del otro lado del receptor, no están haciendo periodismo. Lamentablemente, en casi toda la población sin importar el nivel social, la agresión verbal es cotidiana.
Desde los centros de poder se ejerce la mentira como algo natural, e instauran la violencia en la población como parte ineludible de hacer política.

La forma más directa de violencia: la física.

Es significativo como han ido cambiando las motivaciones de las personas que se acercan a los institutos donde se enseñan artes marciales. Hasta hace algunos años, los intereses eran bastante variados, bajar de peso, hacer algo de gimnasia, pertenecer a un grupo deportivo, y fundamentalmente aprender las técnicas y filosofía del arte marcial y a defenderse. Este último punto era el más solicitado tanto por los padres de los futuros alumnos infantiles, como por los adolescentes y adultos que iban por su propio interés. Pero, siempre hay un pero que ayuda a confundir las cosas que uno tenía medianamente en claro. Hoy en día y desde hace algunos años, tanto los padres como muchos de los propios interesados cuando se acercan al gimnasio (dojan o dojo*) para averiguar sobre la práctica de un arte marcial, su mayor preocupación es saber en cuanto tiempo van a aprender a pelear y pegar. Sin lastimar...se.
Ayudadas por las malas series de T.V. y peores películas, por un lado, y por la realidad violenta que nos rodea por otro, parecería ser que los últimos argumentos son los válidos. No estarían equivocados estos códigos si no fuese que una de las mayores diferencias que tienen las artes marciales con otros deportes consiste en reales y profundos códigos morales que las sustentan. Sin importar sus diferencias de técnicas y procedencia, todas ellas hacen hincapié en ese aspecto . Casualmente, a los mismos códigos se les da importancia en los deportes donde la agresión y la violencia son parte del juego. Hasta cierto límite puede decirse que es necesaria. Tomemos como ejemplo el rugby o la lucha greco romana. Parecería ser que en las actividades donde la violencia está aceptada y controlada por las reglas del juego, sus practicantes son respetuosos de sus rivales. Si tomamos el rugby como ejemplo vemos que una vez finalizado el partido en muchas ocasiones los perdedores aplauden al equipo victorioso. Sin olvidar el famoso tercer tiempo.
En todas las artes marciales uno de sus principales enunciados es que se debe practicar el auto control. Para entrenar en el combate se debe emplear cierta cuota de violencia, ya que de lo que se trata es de aprender a combatir... para no pelearse ni dentro ni fuera del dojan.
Visto desde afuera y sin conocer de los fundamentos de un arte marcial, parecería que los practicantes se agreden sin clemencia, pero difícilmente los alumnos se lastimen, ya que al practicar el combate se requiere velocidad, precisión y, fundamentalmente, control al efectuar los ataques.
Y creo que aquí es donde reside otra importancia de la práctica de un arte marcial: lo que constantemente se practica, más que los ataques y defensas, es el autocontrol. Cuando un alumno avanzado practica con un principiante éste es cuidado por el compañero más avezado. Además de las distintas técnicas de ataques y defensas lo que el alumno novato practica al saberse cuidado, es también cuidar a su compañero, y de a poco sin que sea una práctica consciente, logramos incorporar a nuestros hábitos cotidianos el auto control. Necesario dominio que comienza a través del cuerpo y que permite no lastimar al compañero de prácticas. Cuidarlo y comprometerse con ese otro. Que no es poco.
Creo que respetando las edades de maduración motriz, las artes marciales pueden ser un elemento muy valioso en la ayuda de la formación del carácter de los niños y adolescentes, no sólo por los ya mencionados efectos sobre la violencia y la agresión o por el autocontrol que requieren. Sino que las artes marciales exaltan en sus prácticas valores tales como cortesía, integridad, perseverancia y espíritu indomable. Estos cinco puntos son las bases filosóficas del taekwon-do. En otras disciplinas los objetivos son similares.
En todas las artes marciales además, está presente el respeto al que más sabe y también al que tiene menor nivel técnico. No hay que confundir el respeto con el temor ni suponer que solamente se respeta al cinturón negro (experto). Siempre tenemos cosas que aprender y que con el tiempo, vamos a poder enseñar.
En definitiva de lo que se trata el entrenamiento de un arte marcial es de poder transferir a la vida cotidiana hábitos de la práctica, más allá de la calidad del golpe que uno haya desarrollado. Si logramos que los alumnos respeten a las otras personas por lo que son y no por lo que nos puedan llegar a hacer, creo que habremos dado un gran paso en erradicar la violencia que nos rodea.
Roberto Sánchez Cardama
7° Dan de taekwon-do

(*) Dojan o dojo es el lugar de práctica y la denominación depende del país de origen del arte marcial. La primera es de origen coreano y la segunda de origen japonés.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin embargo, la realidad demuestra que los instructores de artes marciales japonesas acosan y maltratan a sus discípulos hasta la humillación para "hacerlos más fuertes". El incidente más reciente ha salido a la luz en la prensa japonesa esta semana, viéndose oblgado a dimitir el instructor del equipo nacional japonés de judo.
En las escuelas secundarias y en universidades de este país sucede lo mismo, con consecuencias graves, como el suicidio de algunos de los estudiantes.