Para comenzar, elijo repetir un concepto suficientemente admitido: las prácticas corporales sistemáticas, bien dosificadas y ejercitadas durante toda la vida, son de indudable beneficio en la prevención y promoción de la salud.
¿Por qué, entonces, hablo de hipotético beneficio de la Educación Física?
Porque para que ella, como disciplina que se encarga del cuerpo, colabore en tal beneficio, hace falta abandonar las expresiones de buenas intenciones y analizar los contextos sociales, políticos, económicos y culturales en que se desarrollan nuestras prácticas. Y también hace falta revisar nuestros propios saberes. Dado que ellos nos facilitan o niegan la posibilidad de intervenir en situaciones en extremo desafiantes.
El desafío no consiste solamente en decir, sino en hacer; porque al hacer se instala el compromiso. Hacer es modificar. Enunciar buenas intenciones puede ser sólo retórica vacía de significados.
Para que los saberes corporales que suponemos socialmente válidos sirvan para algo, al apropiarse de ellos, cada persona debería:
· Aprender a saber sobre su propio cuerpo.
· Aprender a ser corporalmente en el mundo.
· Aprender a hacer un uso adecuado del mismo, no solo al hacer deportes y entrenar para mantener su estado de forma, sino también en todas las acciones de su vida cotidiana, recreativa y relacional.
· Aprender a estar con los demás que son los que le otorgan sentido a nuestras prácticas corporales.
Para que todos esos aprendizajes sucedan hace falta, primero que nada, que cada aprendiz tenga a bien querer apropiarse de las propuestas que recibe, dado que cada uno aprenda lo que se le da la gana. Y lo que su contexto, su historia y su experiencia le permiten.
Si eso sucede y las clases están bien planeadas, bien llevadas a la práctica y bien evaluadas, la prevención y la promoción de la salud serán la lógica consecuencia. De manera que la positiva incidencia de las prácticas corporales sobre la salud depende de las maneras en que se las concibe y se las lleva adelante. En este asunto, el pensamiento mágico no funciona.
Planteo algunos interrogantes:
¿Por qué digo que llevar a la práctica tal planteo, que parece elemental, es absolutamente desafiante?
¿Cuáles son esos saberes que disfrutarán los alumnos si tenemos el talento de interesarlos?
¿Cómo se hace para despertar el interés de los sujetos, de manera que estos den su consentimiento a la oferta educativa que quiero y puedo darles?
La respuesta sintética, es:
No teniendo representaciones previas de nuestros alumnos que suelen convertirse en planificaciones y propuestas ajenas a ellos, vivificando las prácticas y entendiendo que el currículo no es una trampa para la creatividad.
A lo largo de esta exposición, desarrollaré la argumentación un poco más. Comenzaré interpretando que significa esto de aprender a ser, a saber, a hacer y a estar con los demás.
En torno al ser: Una persona que llega a “ser” ha sido modelada por un conjunto de informaciones aportadas por su patrimonio genético y por el conjunto de reglas, comportamientos y opiniones aportadas por las personas de su entorno. Cada persona es el producto del encuentro entre mecanismos genéticos concretos y la manera en que es capaz de historiar la historia que lo historió. Este producto es de tal maravillosa complejidad que le permite a cada uno participar del proceso de su propia construcción. Lo que significa-nada más y nada menos- que cada uno puede realizar su particular contribución personal a lo que es. Y, sobre todo, a lo que llega a ser.
En este sentido es que decimos que el hombre se hace a sí mismo. Su ser no está predeterminado. Lo que llega a ser depende de sus elecciones. La libertad pertenece a la estructura misma de la conciencia. Sastre, referencia inevitable, luego de su Ser y la Nada, lo aclara perfectamente cuando dice que se está condenado a ser libre. No se puede dejar de elegir y, por lo tanto, de estar expuesto al fracaso y al ser-nada frente al mundo y ante los otros hombres. Esta libertad constitutiva se reconoce en la angustia. Es en la angustia donde el hombre comprende su ser como libertad originaria.
Desde el enfoque de la educación, Jaim Etcheverry, en La Nación del 14 de Junio de 2009, cita al poeta griego Hesíodo, siglo VIII a VII a.C., quién afirmó:
“La educación ayuda a la persona a aprender a ser lo que es capaz de ser”. Si se acepta, bien haríamos los maestros del cuerpo en concebirnos como aquellos con lo saberes necesarios como para ayudar a otros a ser capaces de ser corporalmente. A vivir eligiendo que es lo que quieren hacer con sus cuerpo; que tipo de relación quieren tejer con él. Y es también responsabilidad nuestra ofrecer alternativas para que cada uno pueda encontrar significados personales a las diferentes prácticas corporales.
Expresado de otra forma, la ayuda que proporcionamos es ayuda para desarrollar una visión personal del mundo. Mundo globalizado, atravesado por múltiples aspectos que tienen que ver con lo corporal.
Dos aspectos son fundamentales:
1. Los valores
2. Las actitudes
En cuanto a los valores habría que ayudarlos a interrogarse: ¿Qué clase de persona quiero ser? ¿Qué quiero hacer con mi cuerpo? ¿En base a que valores voy a moverme en la vida, por ejemplo cuando juego o cuando hago deportes? ¿Cuáles son los propósitos que guiarán todo mi proyecto personal?
Hay que recordar que cuando todo cambia, cambia lo que está atrás de todo. Es decir, cambian los valores. Y eso es lo que está sucediendo a nivel global: están cambiando los valores.
No es que carezcamos de ellos, muchos están intactos: la igualdad, la justicia, el valor de la vida como sagrada, la importancia trascendente del hombre, de la familia, del amor. Están todos. Ninguno ha muerto.
Solo que no están jerarquizados. Y dado que los valores son señales en el camino en las que nos apoyamos para tomar decisiones, necesitamos tal jerarquía para que nos sostenga y oriente.
Hoy parece decisivo categorizar algunos, nada convencionales pero muy necesarios, tales como la austeridad, el esfuerzo, la disciplina personal, la ética del trabajo, la moderación, la necesidad de límites, el progreso sustentable, la conciencia colectiva y el consumo racional. La libertad sigue siendo, desde luego, un valor inalterable. Pero con responsabilidad.
Ella se sustenta no solo en los derechos sino también en las obligaciones que todos tenemos como ciudadanos. No es solo un chispeante juego de estar eligiendo lo que más nos conviene. A veces, la libertad es una condena. No se elige sin sacrificar y no se puede elegir todo a la vez. Muchas veces la alternativa es: esto sí y, por lo tanto, aquello no. Se está comenzando a comprender que no puede continuar el descontrol y menos el sálvese quién pueda.
Como se ve, una vez más, parecería que hace falta una crisis, para que se retome el camino y se comprenda que la falta de una escala de valores se produce porque, agotada las creencias en la tradición, en Dios y en la razón, no existen autoridades reconocidas universalmente que enmarquen tal escala.
Dijo Nalbandian, con la seguridad que le permite su rango de ídolo: “Yo siempre hago la mía”. Y probablemente por el agotamiento que le produjo sus jornadas de reflexión en la clínica, en que se operó de la cadera, asestó: “No importa cómo se lleve el grupo. Lo que importa es ganar”. (Refiriéndose a la Copa Davis).
Quizás tales frases den apariencia de autenticidad y personalidad, pero, desde una discusión sobre valores merecen ser revisadas. No es cuestión de aceptar así como así, frases tales como: “cada uno tiene su razón, cada uno tiene su verdad, cada uno hace de su vida lo que quiere”.
“Hago lo que quiero”, dice el sujeto sujetado a su subjetividad. Aparentemente y para el, su subjetividad es el refugio de la libertad.
Si uno hace lo que quiere o lo que los otros quieren, los valores no valen porque no hay escala, porque no existe alguna razón de ser superior.
Hace ya muchos años, dijo Risieri Frondizi: “Si cada uno tiene debajo del brazo el propio metro de la valoración… ¿con qué patrón decidiremos los conflictos axiológicos”?
Me gusta o no me gusta, son formas de valorar llamémosla “de uso personal”. Aunque, eventualmente, de suma importancia para el sujeto en cuestión. Pero no sirven cuando se trata de valores superiores, los que tienen que ver con lo ético/moral, con la responsabilidad personal, con la conciencia de la presencia del otro como persona autónoma y digna de respeto. Esos valores no pueden depender del gusto de cada cual.
Decía Jaime Barylko: “Hay un margen de subjetividad pura y plena y es de vos mismo con vos mismo; no bien quieras superar esa soledad y comunicarte con otros y vivir con otros, tendrás que hacerlo en términos de la mayor objetividad posible, es decir de sometimiento a algo superior que no es yo, que no es vos, que no es él, sino que está por encima de nosotros y al mismo tiempo nos sirve de puente comunicativo”.
Valores inferiores sacrificados por la obtención de valores superiores, eso es la moral, enseñaba Marx Scheler. Y en ello consiste la sabiduría de la vida. No podemos estar juntos sino haciendo este tipo de “sacrificios”, de concesiones, de abandono de algunos gustos e inclinaciones particulares.
El sujeto actual quiere construirlo todo desde su yo inalienable. Es cierto que, en determinadas circunstancias ese yo debe ser fortalecido. También es cierto que no debería ir delante de todo, absoluto, endiosado. El extendido sentimiento de una vida sin sentido que atraviesa a muchos, se debe en buena medida, a la total prevalencia de la subjetividad.
“Sin escala de valores no hay valores y sin represión no hay producción de sentido”, dice Foucault.
En cuanto a las actitudes sin duda hay que analizar aquellas posibles de ser influenciadas por una educación corporal que muchos estamos resignificando. Por ejemplo:
1. Autoestima: Que se construye tan pronto puede uno alejarse de los mecanismos por los cuales los poderes sociales ejercen su influencia sobre el cuerpo. O sea las prácticas de dominio, control y disciplinamiento corporal como la coerción, el dominio, el castigo y las conminaciones a la búsqueda de la belleza y la eterna juventud.
2. Autocontrol: Que se manifiesta, por ejemplo, por la posibilidad de controlar las emociones que derivan del pudor, el miedo y la vergüenza. El autocontrol nos sirve también para ser los amos de nuestra propia atención. El ser humano siempre se ha visto obligado a concentrar su atención en alguna cuestión determinada. Pero ahora, ante el bombardeo de estímulos, debemos dedicar una energía cada vez mayor a decidir dónde merece la pena enfocarla. Adquirir información a toda velocidad es importante, pero no ha dejado de serlo el cultivar la reflexión, un modo de concentrar la atención esencialmente humano. Es por eso que William James, filósofo y psicólogo dijo: “Experiencia es aquello a lo que hemos decidido prestarle atención”.
3. Autonomía: De ella nace el uno mismo. Significa darse a sí mismo la ley. Puedo valerme por mí mismo. Los otros están y yo estoy y estamos juntos. Pero también podemos estar separados. Si necesito algo puedo pedir ayuda; pero muchas veces puedo hacer las cosas solo.
4. Solidaridad: Entendida como compromiso inter humano. Según Freud, el mandamiento bíblico de amor al prójimo, nunca hubiera sido necesario si, para todos, el prójimo fuera naturalmente objeto de simpatía o amor. Más bien pareciera ser que sucede lo contrario. Probablemente por eso, Sartre, en una obra de teatro, hace decir a uno de sus personajes: “el prójimo es mi infierno”. La solidaridad no es algo que vaya a surgir espontáneamente. Es algo del orden del deber. Es que hay algo superior al ser, es el deber. El ser consiste en los deberes elegidos.
5. Aquella actitud de relacionarse con el propio cuerpo a través del placer desterrando el dolor y el sufrimiento. Es cierto que, en muchas circunstancias, por ejemplo cuando se deben llevar adelante prácticas corporales por recomendación médica, el placer parece difícil de alcanzar. En esos casos, no conozco otra alternativa que ayudar a los sujetos a plantearse metas desafiantes en torno a lo que ellos mismos consideran necesario: a todos suelen estimularnos los desafíos).
6. Aquella otra actitud que posibilita hacer proyectos en común con otros, basados en la confianza y en el respeto a la palabra dada.
En torno al hacer: El primer concepto a abordar es el de aprender a hacer un uso adecuado del cuerpo. La frase que ejemplifica el criterio con el cual se orienta toda la práctica- práctica que sugerimos dice así: “El cuerpo, si se usa bien, puede durar toda la vida”.
¿Cómo se enseña a usar bien el cuerpo?
* Alcanzando una plena disponibilidad corporal, que sólo va a lograrse cuando a través de lo aprendido en la escuela- o en otros ámbitos- pueda llevarse adelante un proyecto de gestión del propio cuerpo que pueda mantenerse toda la vida. Esa autonomía (actitud que ya mencioné antes), requiere aprender a ejercitarse, a programar un plan de entrenamiento, a rechazar propuestas comerciales de poca o ninguna base científica, a elegir la más adecuada práctica, en función de la historia y los gustos personales.
* Parte de esa práctica adecuada también consiste en aprender a moverse en las acciones motrices de la vida cotidiana. Sentarse horas a estudiar o trabajar con la computadora es una proeza atlética, Hay que aprender a estar sentado de la manera más adecuada. Lo mismo sucede con las posiciones para dormir y hay que enseñar la importancia y la técnica de desperezarse. Levantar objetos pesados, tiene su técnica; lo mismo que empujar y trasladar o caminar de la manera más eficaz. Entrar y salir del auto y sentarse correctamente en el mismo no es nada fácil. Tampoco barrer, estar de pie mucho tiempo, hacer la cama o bañar al bebe. Podríamos llamar a estas preocupaciones bien concretas “escuela de la postura y preservación de la columna”. Vale la pena recordar que los dolores de columna- en alguno de sus sectores- es el dolor más frecuente después del dolor de cabeza.
* Otorgarle sentidos renovados al juego en todas sus variantes, los juegos deportivos altamente reglados y sus adaptaciones que han dado origen a los llamados New Games o deportes alternativos. Y a todas las prácticas corporales que puedan llevarse adelante en el agua o en contacto con la naturaleza. Que ejemplifican maravillosamente esto de “aprender a vivir el cuerpo con placer”. En este aspecto habría que ser capaz de enfrentar los usos dominantes del cuerpo en nuestra sociedad, rescatando otras manifestaciones de la cultura de lo corporal, llamémosle, no domesticadas. El deporte, por ejemplo, no es el gran definidor de la cultura corporal, aunque lo parezca. Se podría tratar, entonces, de otorgarle atención pedagógica a otras prácticas corporales tales como los juegos populares. A los que no hay que preservar sino conservar. Porque se preserva lo que se manda al museo. Y se conserva lo que se practica.
* Comprendiendo que cultura corporal es aquel conjunto de saberes, creencias, valores, leyes, reglas, hábitos, prácticas, usos actitudes, esquemas perceptivos y representativos, sensibilidades, utensilios, y aparatos relacionados con acciones corporales. Esta cultura, en sus manifestaciones actuales, posee ciertamente, reglas según las cuales se juega el juego y que deberían poderse examinar críticamente.
Por lo tanto entre las “cosas” que debemos enseñar a hacer y a comprender en su significado, se cuentan:
- Las técnicas y hábitos de presentación corporal como las maneras de vestirse, la higiene, las formas de la cosmética, los gestos y expresiones que rigen las normas de cortesía y convivencia.
- Las técnicas y hábitos sexuales. Así como las valoraciones del propio sexo y del contrario.
- Las prácticas recreativas, festivas y expresivas.
- La comunicación no verbal.
- Las prácticas curativas y los modos de comprender la salud y el bienestar.
- Las representaciones de la belleza y la fealdad corporal, la mesura y el descontrol, la elegancia y la vulgaridad, la pulcritud y el desaliño, la soltura y la torpeza motriz.
Todos estos ejemplos, creo, pueden servirle al lector, para reflexionar sobre aquella frase que mencionaba un poco más arriba: La cultura actual está absolutamente mediatizada por cuestiones que tienen que ver con lo corporal. Merece, por lo tanto, ser revisada críticamente. Aun cuando no sean procederes habituales de los profesores de Educación Física.
En torno al saber: No solo hay que conocer el valor del ejercicio para una vida sana. Independientemente de la clase social de la cual provengan, que condiciona fuertemente las relaciones con el propio cuerpo, todos deberían aprender el maravilloso concepto y el hábito del cuidado del sí mismo, digno de ser transmitido en las clases de Educación Física. Por ejemplo, todo lo referido al alcohol, tabaco, alimentación, sexo seguro, violencia y drogas.
Sé que no es sencillo. Inclusive puede parecer utópico. Algunos pueden argüir que “no somos asistentes sociales”. Pero mis interrogantes son elementales:
Si no somos nosotros… ¿Quienes?
Si no es ahora… ¿Cuándo?
La mejor estrategia que se me ocurre, para tratar esos temas con niños, adolescentes y jóvenes, consiste en jugar la falta. Hay que hacerles notar QUÉ les falta para interesarlos.
Lo que les falta es saber. Y esa falta de saber les puede costar la vida.
Me detengo en algunos ejemplos:
* La mitad del mundo se muere de hambre y la otra mitad se muere de exceso. Tal situación sintomatiza en los trastornos de moda, tales como la bulimia y la anorexia.
En relación a los síntomas que indican una aproximación a ellas, muchas personas suelen usar frases prototípicas. Por ejemplo: “No sé porqué engordo si no como nada”. En realidad es una nada supuesta en respuesta al exceso, que suele ser real. Cuando esa nada se transforma en hiperactiva, aparece la anorexia.
Hay distintas maneras de relacionarse con la comida, eso es cierto. Y mucho más cierto para aquellos que ni siquiera tienen un dólar diario para sobrevivir. Pero todos enfrentamos el exceso o la carencia.
Los más afectados por el sobre peso y la obesidad son los más pobres. Ellos tienen mucho menos posibilidades de comprar alimentos de calidad y viven en condiciones que no estimulan el ejercicio. Las cifras actuales de la pobreza en la Argentina, hubiesen hecho explotar a los gobiernos hace 30 o 40 años atrás. Veamos dos o tres datos: 40,9 % de los niños y adolescentes argentinos son pobres. 14,3 % son indigentes, es decir que, en las condiciones actuales no tienen asegurada una dieta mínima, 10 % de los chicos en edad escolar no van a la escuela. 19,4 % es la tasa de abandono en el polimodal.
Otra cuestión importante tiene que ver con las formas en que comían los padres y abuelos actuales, cuando eran niños. Los estilos de alimentarse eran totalmente diferentes a los de hoy. Antes, se debía comer todo lo que había en el plato. Nada se tiraba. El argumento de los niños hambrientos del mundo era tan imbatible como lo es hoy que existen 1000 millones de hambrientos. Se forzaba a comer, no importaba el tiempo que se tardase en deglutir la “pelota” de comida que se tenía en la boca.
Hoy, a los chicos que tienen la posibilidad de comer seguido, se los ve frecuentemente sentados ante platos de comida rellenos en los bordes y con un pequeño vacío en la parte central. Sería fácil hipotetizar que tienen un trastorno alimenticio. Lo que tienen es el plato lleno de una comida incomible, la del comedor escolar, por ejemplo, o porque en su casa todo sabe igual, porque se ha perdido el saber cocinar de madres y abuelas o se come “delivery”.
Esa atrofia del paladar genera dos reacciones opuestas:
1. Se revuelve la comida en el plato.
2. Se genera una ingesta indiscriminada de otros alimentos nada recomendables como frituras, comida de Mac Donald, snacks, jugos envasados, golosinas o galletitas.
* El embarazo en adolescentes es hoy uno de los principales factores que inciden en la salud y mortalidad de la madre y el niño, asegura un informe de la Organización Mundial de la Salud.
Las chicas menores de 16 años son más propensas a morir y la tasa de mortalidad del recién nacido es 50 % superior. Se estima que 16 millones de adolescentes de edades comprendidas entre los 15 y los 19 años dan a luz cada año y un 95 % de esos nacimientos ocurre en países en desarrollo. Esto significa el 11 % de todos los nacimientos en el mundo. No se disponen de estadísticas confiables sobre la cantidad de menores de 15 años que dan a luz. Pero en ellas, el riesgo aumenta proporcionalmente.
Existen importantes diferencias regionales. Mientras en China, los partos adolescentes son del dos por ciento, en América Latina y el Caribe reportan el 18 %.
Las adolescentes embarazadas requieren atención física y emocional especial durante el parto y el puerperio para preservar la propia salud y la de sus bebes. Especialmente en contextos tan complicados como los nuestros, en los cuales, las cuestiones culturales influyen profundamente en el comportamiento sexual.
* El alcohol no tiene el mismo efecto a cualquier edad. Las razones son las siguientes:
1. Hasta los 21 años no se desarrolla el sistema oxidativo que permite metabolizarlo o sea "asimilarlo" con mayor o menor propiedad.
2. Hasta esa edad el sistema neuronal no se termina de desarrollar.
3. El sistema de desintoxicación tampoco está maduro en la adolescencia, ya que necesita de la inducción de las hormonas sexuales.
Por lo tanto, hay que recordar:
Al tomar alcohol, se sepa o no, uno se "mete" adentro del cuerpo un psicofármaco que va a traerle depresión ya que no es un estimulante como se cree, más que en su primera fase.
En la segunda etapa es depresor de distintas capas de la corteza cerebral. Por eso los patéticos cuadros de chicos vomitando, tirados por el piso como consecuencia de los excesos.
El alcohol no es alimento porque no ingresa energía ni masa al organismo con su ingesta. Lo que ingresan son calorías vacías que engordan, dado que cada gramo de alcohol tiene 7,1 calo-rías.
Una sola dosis excesiva, durante el embarazo, pasa a través de la barrera hematoplacentaria y puede producir malformaciones craneofaciales en el bebé.
Ciertos rituales de moda tales como beber, varones y mujeres por separado, antes de ir a bailar, beber luego en la entrada de la disco y, por último, adentro del boliche un "mix" de bebidas, mezcladas en un único recipiente, no son pasaporte a la diversión. Más bien todo lo contrario. Combinar con bebidas energizantes y Viagra agrava los cuadros.
* En el cigarrillo encontramos un dúo mortal casi perfecto: la nicotina y el monóxido de carbono. La nicotina es una sustancia alcaloide soluble que produce adicción y la dependencia puede doblar, triplicar o cuadruplicar la cantidad de adrenalina circulante en la sangre. El monóxido de carbono afecta el transporte máximo de oxígeno realizado por la hemoglobina. En condiciones de estrés el mayor consumo y el menor transporte de oxígeno pueden traer severas perturbaciones fisiológicas. El argumento, muy corriente, que se usa a favor del tabaco consiste en señalar que el Estado percibe el 70 % de cada atado de cigarrillos que se vende y que miles de familias viven del cultivo, industrialización, transporte y comercialización del tabaco. Nada más erróneo. Si bien lo apuntado es cierto, no lo es menos que en los países desarrollados, en los cuales se han hecho serios y cuidadosos estudios, se ha determinado que el gasto por parte del Estado es de 5 dólares por cada uno que percibe de los impuestos, si se contabiliza el tremendo efecto y el costo sanitario de horas laborales perdidas y de áreas sustraídas a las siembra de alimentos, además de las bajas en vidas y el impacto que ello significa en la niñez.
Los cigarrillos vendidos en los países del llamado Tercer Mundo contienen mayor tenor de alquitrán y nicotina que aquellos vendidos en los países en desarrollo. En China e India, por ejemplo, la concentración de alquitrán es de 19 a 33 mg. Mientras que en los países industrializados es de 0,5 a 20 mg.
Cualquier tipo de tóxico lleva, insensiblemente, al acostumbramiento y a la dependencia. En el caso de la marihuana se sabe que 12 de cada 100 inhaladores emprenden el camino de las drogas más activas. Quién utiliza solo una vez la cocaína tiene 43 probabilidades sobre cien de convertirse en adicto, y mediante una inyección única de heroína, el 93 % de los inoculados mostrarán marcada inclinación a la dependencia.
Un mito muy extendido es el que supone que al hacer actividad física un fumador “limpia” sus pulmones gracias a lo cual puede seguir fumando con menos riesgo para su salud. Es falso, aunque ejerza efecto de verdad. Ningún ejercicio limpia los bronquios de lo que se ha fumado. Ni siquiera de aquello fumado un minuto antes de iniciar el ejercicio. El efecto de ese cigarrillo es peor aun que el de todos los otros, por la vasoconstricción que produce, entre otras cosas. Por ejemplo, las partículas del tabaco, debido a las elevadas temperaturas de la brasa del cigarrillo que varía entre los 600 y los 900 grados, se volatilizan en fracciones sumamente pequeñas que penetran las mucosas de las vías respiratorias muy fácil y rápidamente. El fumador que hace actividad física no solo no es protegido por esta saludable práctica sino que corre graves riesgos, al punto, de que el único ejercicio que se le puede autorizar a un fumador que consulta porque quiere adelgazar, es el de realizar largas caminatas.
El riesgo del fumador que durante la práctica exige a su corazón con reiterados esfuerzos, es el de que aparezca durante su transcurso una taquicardia desmedida o una arritmia cardiaca que provoquen una menor irrigación de sus coronarias o de sus arterias cerebrales con el consiguiente dolor anginoso coronario o pérdida de la conciencia respectivamente.
La nicotina, aun en reposo, a un alto número de fumadores les provoca taquicardia; su pulso se acelera de un normal 70 a 80 latidos por minuto a cifras de 90 a 100 por minuto. Muchas veces sin que el fumador se percate porque ya está habituado a esa crónica situación taquicárdica patológica de su corazón. La nicotina también irrita las fibras miocárdicas ocasionando arritmias cardíacas que en un corazón dañado previamente (aunque todavía el enfermo no haya presentado síntomas), puede provocar graves consecuencia. Incluyendo la muerte súbita. La taquicardia y los trastornos del ritmo cardíaco se producen más fácilmente en un fumador porque su tejido cardíaco está sufriendo, además, falta de oxígeno. El óxido de carbono que penetra con el humo se mezcla, como dijimos, con la hemoglobina de la sangre; esta unión se llama Carboxihemoglobina y se produce restando a la sangre de un pequeño pero valioso porcentaje de oxihemoglobina.
Hoy no asistimos a variaciones de grado de la violencia, ni solamente a incrementos de sus índices, sino a un cambio sustancial en la naturaleza misma de ella. Es la violencia que se produce cuando las relaciones entre el individuo y la sociedad se alteran profundamente. Vivimos- o padecemos- la imposición de otro tipo de lazo social. Que se basa en ficciones. En la ficción de que somos ciudadanos y no meros consumidores, en la ficción de que existen naciones soberanas, en la historia como dadora de la identidad social, en la representación como dispositivo de funcionamiento de la democracia y, fundamentalmente, basada en la certeza de que el progreso individual y colectivo es posible.
Lo que llamamos violencia irrumpe ahí donde queda suspendido el vínculo entre las personas y se distancia el discurso de las verdaderas prácticas que produce una comunidad. Usando una frase hecha de bastante uso habría que decir:
No es que los índices de violencia aumentan; es que violencia es lo que hay. No es un síntoma de nuestro medio; es nuestro medio.
Comprenderemos algo de la violencia cuando aceptemos que cada día una mayor parte de nuestra población va cayendo por fuera del discurso, va quedando excluida del lazo social, fuera de la realidad de la humanidad. Al menos, del concepto práctico contemporáneo de humanidad. No solo ha cambiado el estatuto de los excluidos; también ha cambiado el mecanismo de la exclusión. La exclusión de hoy es exclusión de la imagen y el consumo. Es, básicamente, pragmática porque procede sin discurso y, excluir sin discurso es eminentemente violento. Por lo tanto genera violencia.
En torno al aprender a estar con los demás: La clave es potenciar los vínculos relacionales, la confianza del uno en el otro porque es ahí donde el miedo y la desconfianza han golpeado más fuerte. La cuestión es facilitar crear proyectos comunes, rescatar el valor de la palabra, desarrollar la empatía con los demás.
Dicho de otra manera:
Existe un yo porque hay un otro y su exclusión o negación, conduce al desastre o la barbarie.
Estos conceptos suenan especialmente importantes en una etapa de la cultura, que parece caracterizarse por un aumentado interés por lo corporal. Sin embargo, se advierten comportamientos que manifiestan una creciente dificultad para relacionarse cara a cara con el otro. Veamos unos pocos ejemplos:
1. El individualismo creciente y la soledad derivada del mismo, minimizan el valor de las palabras que son las que facilitan el camino que facilitan los encuentros interpersonales. Vale recordar que el amor, cualquier forma de amor, se nutre de palabras.
2. Muchas personas parecen venir hoy con celular incorporado. Hasta hace poco el teléfono parecía ser un apéndice de muchos. Hoy parece más bien que muchos son apéndices de su teléfono celular. Lo que quiero destacar, sin embargo, no es esta dependencia de la tecnología, sino que el celular se usa cada vez menos para hablar, y cada vez más para otros usos como los mensajes de texto, que son mucho más baratos. Esos usos dificultan por esa sorprendente vía, los contactos cara a cara.
Sintetizando diría: para que la Educación Corporal, actué de verdad en la prevención y en la promoción de la salud, nuestras clases deben tener un impacto simultáneo sobre lo corporal, lo socio afectivo y lo cognitivo. Para dar clases así, no hace falta hacer nada extraordinario. Hace falta dar clases ordinarias extraordinariamente bien.
¿Por qué, entonces, hablo de hipotético beneficio de la Educación Física?
Porque para que ella, como disciplina que se encarga del cuerpo, colabore en tal beneficio, hace falta abandonar las expresiones de buenas intenciones y analizar los contextos sociales, políticos, económicos y culturales en que se desarrollan nuestras prácticas. Y también hace falta revisar nuestros propios saberes. Dado que ellos nos facilitan o niegan la posibilidad de intervenir en situaciones en extremo desafiantes.
El desafío no consiste solamente en decir, sino en hacer; porque al hacer se instala el compromiso. Hacer es modificar. Enunciar buenas intenciones puede ser sólo retórica vacía de significados.
Para que los saberes corporales que suponemos socialmente válidos sirvan para algo, al apropiarse de ellos, cada persona debería:
· Aprender a saber sobre su propio cuerpo.
· Aprender a ser corporalmente en el mundo.
· Aprender a hacer un uso adecuado del mismo, no solo al hacer deportes y entrenar para mantener su estado de forma, sino también en todas las acciones de su vida cotidiana, recreativa y relacional.
· Aprender a estar con los demás que son los que le otorgan sentido a nuestras prácticas corporales.
Para que todos esos aprendizajes sucedan hace falta, primero que nada, que cada aprendiz tenga a bien querer apropiarse de las propuestas que recibe, dado que cada uno aprenda lo que se le da la gana. Y lo que su contexto, su historia y su experiencia le permiten.
Si eso sucede y las clases están bien planeadas, bien llevadas a la práctica y bien evaluadas, la prevención y la promoción de la salud serán la lógica consecuencia. De manera que la positiva incidencia de las prácticas corporales sobre la salud depende de las maneras en que se las concibe y se las lleva adelante. En este asunto, el pensamiento mágico no funciona.
Planteo algunos interrogantes:
¿Por qué digo que llevar a la práctica tal planteo, que parece elemental, es absolutamente desafiante?
¿Cuáles son esos saberes que disfrutarán los alumnos si tenemos el talento de interesarlos?
¿Cómo se hace para despertar el interés de los sujetos, de manera que estos den su consentimiento a la oferta educativa que quiero y puedo darles?
La respuesta sintética, es:
No teniendo representaciones previas de nuestros alumnos que suelen convertirse en planificaciones y propuestas ajenas a ellos, vivificando las prácticas y entendiendo que el currículo no es una trampa para la creatividad.
A lo largo de esta exposición, desarrollaré la argumentación un poco más. Comenzaré interpretando que significa esto de aprender a ser, a saber, a hacer y a estar con los demás.
En torno al ser: Una persona que llega a “ser” ha sido modelada por un conjunto de informaciones aportadas por su patrimonio genético y por el conjunto de reglas, comportamientos y opiniones aportadas por las personas de su entorno. Cada persona es el producto del encuentro entre mecanismos genéticos concretos y la manera en que es capaz de historiar la historia que lo historió. Este producto es de tal maravillosa complejidad que le permite a cada uno participar del proceso de su propia construcción. Lo que significa-nada más y nada menos- que cada uno puede realizar su particular contribución personal a lo que es. Y, sobre todo, a lo que llega a ser.
En este sentido es que decimos que el hombre se hace a sí mismo. Su ser no está predeterminado. Lo que llega a ser depende de sus elecciones. La libertad pertenece a la estructura misma de la conciencia. Sastre, referencia inevitable, luego de su Ser y la Nada, lo aclara perfectamente cuando dice que se está condenado a ser libre. No se puede dejar de elegir y, por lo tanto, de estar expuesto al fracaso y al ser-nada frente al mundo y ante los otros hombres. Esta libertad constitutiva se reconoce en la angustia. Es en la angustia donde el hombre comprende su ser como libertad originaria.
Desde el enfoque de la educación, Jaim Etcheverry, en La Nación del 14 de Junio de 2009, cita al poeta griego Hesíodo, siglo VIII a VII a.C., quién afirmó:
“La educación ayuda a la persona a aprender a ser lo que es capaz de ser”. Si se acepta, bien haríamos los maestros del cuerpo en concebirnos como aquellos con lo saberes necesarios como para ayudar a otros a ser capaces de ser corporalmente. A vivir eligiendo que es lo que quieren hacer con sus cuerpo; que tipo de relación quieren tejer con él. Y es también responsabilidad nuestra ofrecer alternativas para que cada uno pueda encontrar significados personales a las diferentes prácticas corporales.
Expresado de otra forma, la ayuda que proporcionamos es ayuda para desarrollar una visión personal del mundo. Mundo globalizado, atravesado por múltiples aspectos que tienen que ver con lo corporal.
Dos aspectos son fundamentales:
1. Los valores
2. Las actitudes
En cuanto a los valores habría que ayudarlos a interrogarse: ¿Qué clase de persona quiero ser? ¿Qué quiero hacer con mi cuerpo? ¿En base a que valores voy a moverme en la vida, por ejemplo cuando juego o cuando hago deportes? ¿Cuáles son los propósitos que guiarán todo mi proyecto personal?
Hay que recordar que cuando todo cambia, cambia lo que está atrás de todo. Es decir, cambian los valores. Y eso es lo que está sucediendo a nivel global: están cambiando los valores.
No es que carezcamos de ellos, muchos están intactos: la igualdad, la justicia, el valor de la vida como sagrada, la importancia trascendente del hombre, de la familia, del amor. Están todos. Ninguno ha muerto.
Solo que no están jerarquizados. Y dado que los valores son señales en el camino en las que nos apoyamos para tomar decisiones, necesitamos tal jerarquía para que nos sostenga y oriente.
Hoy parece decisivo categorizar algunos, nada convencionales pero muy necesarios, tales como la austeridad, el esfuerzo, la disciplina personal, la ética del trabajo, la moderación, la necesidad de límites, el progreso sustentable, la conciencia colectiva y el consumo racional. La libertad sigue siendo, desde luego, un valor inalterable. Pero con responsabilidad.
Ella se sustenta no solo en los derechos sino también en las obligaciones que todos tenemos como ciudadanos. No es solo un chispeante juego de estar eligiendo lo que más nos conviene. A veces, la libertad es una condena. No se elige sin sacrificar y no se puede elegir todo a la vez. Muchas veces la alternativa es: esto sí y, por lo tanto, aquello no. Se está comenzando a comprender que no puede continuar el descontrol y menos el sálvese quién pueda.
Como se ve, una vez más, parecería que hace falta una crisis, para que se retome el camino y se comprenda que la falta de una escala de valores se produce porque, agotada las creencias en la tradición, en Dios y en la razón, no existen autoridades reconocidas universalmente que enmarquen tal escala.
Dijo Nalbandian, con la seguridad que le permite su rango de ídolo: “Yo siempre hago la mía”. Y probablemente por el agotamiento que le produjo sus jornadas de reflexión en la clínica, en que se operó de la cadera, asestó: “No importa cómo se lleve el grupo. Lo que importa es ganar”. (Refiriéndose a la Copa Davis).
Quizás tales frases den apariencia de autenticidad y personalidad, pero, desde una discusión sobre valores merecen ser revisadas. No es cuestión de aceptar así como así, frases tales como: “cada uno tiene su razón, cada uno tiene su verdad, cada uno hace de su vida lo que quiere”.
“Hago lo que quiero”, dice el sujeto sujetado a su subjetividad. Aparentemente y para el, su subjetividad es el refugio de la libertad.
Si uno hace lo que quiere o lo que los otros quieren, los valores no valen porque no hay escala, porque no existe alguna razón de ser superior.
Hace ya muchos años, dijo Risieri Frondizi: “Si cada uno tiene debajo del brazo el propio metro de la valoración… ¿con qué patrón decidiremos los conflictos axiológicos”?
Me gusta o no me gusta, son formas de valorar llamémosla “de uso personal”. Aunque, eventualmente, de suma importancia para el sujeto en cuestión. Pero no sirven cuando se trata de valores superiores, los que tienen que ver con lo ético/moral, con la responsabilidad personal, con la conciencia de la presencia del otro como persona autónoma y digna de respeto. Esos valores no pueden depender del gusto de cada cual.
Decía Jaime Barylko: “Hay un margen de subjetividad pura y plena y es de vos mismo con vos mismo; no bien quieras superar esa soledad y comunicarte con otros y vivir con otros, tendrás que hacerlo en términos de la mayor objetividad posible, es decir de sometimiento a algo superior que no es yo, que no es vos, que no es él, sino que está por encima de nosotros y al mismo tiempo nos sirve de puente comunicativo”.
Valores inferiores sacrificados por la obtención de valores superiores, eso es la moral, enseñaba Marx Scheler. Y en ello consiste la sabiduría de la vida. No podemos estar juntos sino haciendo este tipo de “sacrificios”, de concesiones, de abandono de algunos gustos e inclinaciones particulares.
El sujeto actual quiere construirlo todo desde su yo inalienable. Es cierto que, en determinadas circunstancias ese yo debe ser fortalecido. También es cierto que no debería ir delante de todo, absoluto, endiosado. El extendido sentimiento de una vida sin sentido que atraviesa a muchos, se debe en buena medida, a la total prevalencia de la subjetividad.
“Sin escala de valores no hay valores y sin represión no hay producción de sentido”, dice Foucault.
En cuanto a las actitudes sin duda hay que analizar aquellas posibles de ser influenciadas por una educación corporal que muchos estamos resignificando. Por ejemplo:
1. Autoestima: Que se construye tan pronto puede uno alejarse de los mecanismos por los cuales los poderes sociales ejercen su influencia sobre el cuerpo. O sea las prácticas de dominio, control y disciplinamiento corporal como la coerción, el dominio, el castigo y las conminaciones a la búsqueda de la belleza y la eterna juventud.
2. Autocontrol: Que se manifiesta, por ejemplo, por la posibilidad de controlar las emociones que derivan del pudor, el miedo y la vergüenza. El autocontrol nos sirve también para ser los amos de nuestra propia atención. El ser humano siempre se ha visto obligado a concentrar su atención en alguna cuestión determinada. Pero ahora, ante el bombardeo de estímulos, debemos dedicar una energía cada vez mayor a decidir dónde merece la pena enfocarla. Adquirir información a toda velocidad es importante, pero no ha dejado de serlo el cultivar la reflexión, un modo de concentrar la atención esencialmente humano. Es por eso que William James, filósofo y psicólogo dijo: “Experiencia es aquello a lo que hemos decidido prestarle atención”.
3. Autonomía: De ella nace el uno mismo. Significa darse a sí mismo la ley. Puedo valerme por mí mismo. Los otros están y yo estoy y estamos juntos. Pero también podemos estar separados. Si necesito algo puedo pedir ayuda; pero muchas veces puedo hacer las cosas solo.
4. Solidaridad: Entendida como compromiso inter humano. Según Freud, el mandamiento bíblico de amor al prójimo, nunca hubiera sido necesario si, para todos, el prójimo fuera naturalmente objeto de simpatía o amor. Más bien pareciera ser que sucede lo contrario. Probablemente por eso, Sartre, en una obra de teatro, hace decir a uno de sus personajes: “el prójimo es mi infierno”. La solidaridad no es algo que vaya a surgir espontáneamente. Es algo del orden del deber. Es que hay algo superior al ser, es el deber. El ser consiste en los deberes elegidos.
5. Aquella actitud de relacionarse con el propio cuerpo a través del placer desterrando el dolor y el sufrimiento. Es cierto que, en muchas circunstancias, por ejemplo cuando se deben llevar adelante prácticas corporales por recomendación médica, el placer parece difícil de alcanzar. En esos casos, no conozco otra alternativa que ayudar a los sujetos a plantearse metas desafiantes en torno a lo que ellos mismos consideran necesario: a todos suelen estimularnos los desafíos).
6. Aquella otra actitud que posibilita hacer proyectos en común con otros, basados en la confianza y en el respeto a la palabra dada.
En torno al hacer: El primer concepto a abordar es el de aprender a hacer un uso adecuado del cuerpo. La frase que ejemplifica el criterio con el cual se orienta toda la práctica- práctica que sugerimos dice así: “El cuerpo, si se usa bien, puede durar toda la vida”.
¿Cómo se enseña a usar bien el cuerpo?
* Alcanzando una plena disponibilidad corporal, que sólo va a lograrse cuando a través de lo aprendido en la escuela- o en otros ámbitos- pueda llevarse adelante un proyecto de gestión del propio cuerpo que pueda mantenerse toda la vida. Esa autonomía (actitud que ya mencioné antes), requiere aprender a ejercitarse, a programar un plan de entrenamiento, a rechazar propuestas comerciales de poca o ninguna base científica, a elegir la más adecuada práctica, en función de la historia y los gustos personales.
* Parte de esa práctica adecuada también consiste en aprender a moverse en las acciones motrices de la vida cotidiana. Sentarse horas a estudiar o trabajar con la computadora es una proeza atlética, Hay que aprender a estar sentado de la manera más adecuada. Lo mismo sucede con las posiciones para dormir y hay que enseñar la importancia y la técnica de desperezarse. Levantar objetos pesados, tiene su técnica; lo mismo que empujar y trasladar o caminar de la manera más eficaz. Entrar y salir del auto y sentarse correctamente en el mismo no es nada fácil. Tampoco barrer, estar de pie mucho tiempo, hacer la cama o bañar al bebe. Podríamos llamar a estas preocupaciones bien concretas “escuela de la postura y preservación de la columna”. Vale la pena recordar que los dolores de columna- en alguno de sus sectores- es el dolor más frecuente después del dolor de cabeza.
* Otorgarle sentidos renovados al juego en todas sus variantes, los juegos deportivos altamente reglados y sus adaptaciones que han dado origen a los llamados New Games o deportes alternativos. Y a todas las prácticas corporales que puedan llevarse adelante en el agua o en contacto con la naturaleza. Que ejemplifican maravillosamente esto de “aprender a vivir el cuerpo con placer”. En este aspecto habría que ser capaz de enfrentar los usos dominantes del cuerpo en nuestra sociedad, rescatando otras manifestaciones de la cultura de lo corporal, llamémosle, no domesticadas. El deporte, por ejemplo, no es el gran definidor de la cultura corporal, aunque lo parezca. Se podría tratar, entonces, de otorgarle atención pedagógica a otras prácticas corporales tales como los juegos populares. A los que no hay que preservar sino conservar. Porque se preserva lo que se manda al museo. Y se conserva lo que se practica.
* Comprendiendo que cultura corporal es aquel conjunto de saberes, creencias, valores, leyes, reglas, hábitos, prácticas, usos actitudes, esquemas perceptivos y representativos, sensibilidades, utensilios, y aparatos relacionados con acciones corporales. Esta cultura, en sus manifestaciones actuales, posee ciertamente, reglas según las cuales se juega el juego y que deberían poderse examinar críticamente.
Por lo tanto entre las “cosas” que debemos enseñar a hacer y a comprender en su significado, se cuentan:
- Las técnicas y hábitos de presentación corporal como las maneras de vestirse, la higiene, las formas de la cosmética, los gestos y expresiones que rigen las normas de cortesía y convivencia.
- Las técnicas y hábitos sexuales. Así como las valoraciones del propio sexo y del contrario.
- Las prácticas recreativas, festivas y expresivas.
- La comunicación no verbal.
- Las prácticas curativas y los modos de comprender la salud y el bienestar.
- Las representaciones de la belleza y la fealdad corporal, la mesura y el descontrol, la elegancia y la vulgaridad, la pulcritud y el desaliño, la soltura y la torpeza motriz.
Todos estos ejemplos, creo, pueden servirle al lector, para reflexionar sobre aquella frase que mencionaba un poco más arriba: La cultura actual está absolutamente mediatizada por cuestiones que tienen que ver con lo corporal. Merece, por lo tanto, ser revisada críticamente. Aun cuando no sean procederes habituales de los profesores de Educación Física.
En torno al saber: No solo hay que conocer el valor del ejercicio para una vida sana. Independientemente de la clase social de la cual provengan, que condiciona fuertemente las relaciones con el propio cuerpo, todos deberían aprender el maravilloso concepto y el hábito del cuidado del sí mismo, digno de ser transmitido en las clases de Educación Física. Por ejemplo, todo lo referido al alcohol, tabaco, alimentación, sexo seguro, violencia y drogas.
Sé que no es sencillo. Inclusive puede parecer utópico. Algunos pueden argüir que “no somos asistentes sociales”. Pero mis interrogantes son elementales:
Si no somos nosotros… ¿Quienes?
Si no es ahora… ¿Cuándo?
La mejor estrategia que se me ocurre, para tratar esos temas con niños, adolescentes y jóvenes, consiste en jugar la falta. Hay que hacerles notar QUÉ les falta para interesarlos.
Lo que les falta es saber. Y esa falta de saber les puede costar la vida.
Me detengo en algunos ejemplos:
* La mitad del mundo se muere de hambre y la otra mitad se muere de exceso. Tal situación sintomatiza en los trastornos de moda, tales como la bulimia y la anorexia.
En relación a los síntomas que indican una aproximación a ellas, muchas personas suelen usar frases prototípicas. Por ejemplo: “No sé porqué engordo si no como nada”. En realidad es una nada supuesta en respuesta al exceso, que suele ser real. Cuando esa nada se transforma en hiperactiva, aparece la anorexia.
Hay distintas maneras de relacionarse con la comida, eso es cierto. Y mucho más cierto para aquellos que ni siquiera tienen un dólar diario para sobrevivir. Pero todos enfrentamos el exceso o la carencia.
Los más afectados por el sobre peso y la obesidad son los más pobres. Ellos tienen mucho menos posibilidades de comprar alimentos de calidad y viven en condiciones que no estimulan el ejercicio. Las cifras actuales de la pobreza en la Argentina, hubiesen hecho explotar a los gobiernos hace 30 o 40 años atrás. Veamos dos o tres datos: 40,9 % de los niños y adolescentes argentinos son pobres. 14,3 % son indigentes, es decir que, en las condiciones actuales no tienen asegurada una dieta mínima, 10 % de los chicos en edad escolar no van a la escuela. 19,4 % es la tasa de abandono en el polimodal.
Otra cuestión importante tiene que ver con las formas en que comían los padres y abuelos actuales, cuando eran niños. Los estilos de alimentarse eran totalmente diferentes a los de hoy. Antes, se debía comer todo lo que había en el plato. Nada se tiraba. El argumento de los niños hambrientos del mundo era tan imbatible como lo es hoy que existen 1000 millones de hambrientos. Se forzaba a comer, no importaba el tiempo que se tardase en deglutir la “pelota” de comida que se tenía en la boca.
Hoy, a los chicos que tienen la posibilidad de comer seguido, se los ve frecuentemente sentados ante platos de comida rellenos en los bordes y con un pequeño vacío en la parte central. Sería fácil hipotetizar que tienen un trastorno alimenticio. Lo que tienen es el plato lleno de una comida incomible, la del comedor escolar, por ejemplo, o porque en su casa todo sabe igual, porque se ha perdido el saber cocinar de madres y abuelas o se come “delivery”.
Esa atrofia del paladar genera dos reacciones opuestas:
1. Se revuelve la comida en el plato.
2. Se genera una ingesta indiscriminada de otros alimentos nada recomendables como frituras, comida de Mac Donald, snacks, jugos envasados, golosinas o galletitas.
* El embarazo en adolescentes es hoy uno de los principales factores que inciden en la salud y mortalidad de la madre y el niño, asegura un informe de la Organización Mundial de la Salud.
Las chicas menores de 16 años son más propensas a morir y la tasa de mortalidad del recién nacido es 50 % superior. Se estima que 16 millones de adolescentes de edades comprendidas entre los 15 y los 19 años dan a luz cada año y un 95 % de esos nacimientos ocurre en países en desarrollo. Esto significa el 11 % de todos los nacimientos en el mundo. No se disponen de estadísticas confiables sobre la cantidad de menores de 15 años que dan a luz. Pero en ellas, el riesgo aumenta proporcionalmente.
Existen importantes diferencias regionales. Mientras en China, los partos adolescentes son del dos por ciento, en América Latina y el Caribe reportan el 18 %.
Las adolescentes embarazadas requieren atención física y emocional especial durante el parto y el puerperio para preservar la propia salud y la de sus bebes. Especialmente en contextos tan complicados como los nuestros, en los cuales, las cuestiones culturales influyen profundamente en el comportamiento sexual.
* El alcohol no tiene el mismo efecto a cualquier edad. Las razones son las siguientes:
1. Hasta los 21 años no se desarrolla el sistema oxidativo que permite metabolizarlo o sea "asimilarlo" con mayor o menor propiedad.
2. Hasta esa edad el sistema neuronal no se termina de desarrollar.
3. El sistema de desintoxicación tampoco está maduro en la adolescencia, ya que necesita de la inducción de las hormonas sexuales.
Por lo tanto, hay que recordar:
Al tomar alcohol, se sepa o no, uno se "mete" adentro del cuerpo un psicofármaco que va a traerle depresión ya que no es un estimulante como se cree, más que en su primera fase.
En la segunda etapa es depresor de distintas capas de la corteza cerebral. Por eso los patéticos cuadros de chicos vomitando, tirados por el piso como consecuencia de los excesos.
El alcohol no es alimento porque no ingresa energía ni masa al organismo con su ingesta. Lo que ingresan son calorías vacías que engordan, dado que cada gramo de alcohol tiene 7,1 calo-rías.
Una sola dosis excesiva, durante el embarazo, pasa a través de la barrera hematoplacentaria y puede producir malformaciones craneofaciales en el bebé.
Ciertos rituales de moda tales como beber, varones y mujeres por separado, antes de ir a bailar, beber luego en la entrada de la disco y, por último, adentro del boliche un "mix" de bebidas, mezcladas en un único recipiente, no son pasaporte a la diversión. Más bien todo lo contrario. Combinar con bebidas energizantes y Viagra agrava los cuadros.
* En el cigarrillo encontramos un dúo mortal casi perfecto: la nicotina y el monóxido de carbono. La nicotina es una sustancia alcaloide soluble que produce adicción y la dependencia puede doblar, triplicar o cuadruplicar la cantidad de adrenalina circulante en la sangre. El monóxido de carbono afecta el transporte máximo de oxígeno realizado por la hemoglobina. En condiciones de estrés el mayor consumo y el menor transporte de oxígeno pueden traer severas perturbaciones fisiológicas. El argumento, muy corriente, que se usa a favor del tabaco consiste en señalar que el Estado percibe el 70 % de cada atado de cigarrillos que se vende y que miles de familias viven del cultivo, industrialización, transporte y comercialización del tabaco. Nada más erróneo. Si bien lo apuntado es cierto, no lo es menos que en los países desarrollados, en los cuales se han hecho serios y cuidadosos estudios, se ha determinado que el gasto por parte del Estado es de 5 dólares por cada uno que percibe de los impuestos, si se contabiliza el tremendo efecto y el costo sanitario de horas laborales perdidas y de áreas sustraídas a las siembra de alimentos, además de las bajas en vidas y el impacto que ello significa en la niñez.
Los cigarrillos vendidos en los países del llamado Tercer Mundo contienen mayor tenor de alquitrán y nicotina que aquellos vendidos en los países en desarrollo. En China e India, por ejemplo, la concentración de alquitrán es de 19 a 33 mg. Mientras que en los países industrializados es de 0,5 a 20 mg.
Cualquier tipo de tóxico lleva, insensiblemente, al acostumbramiento y a la dependencia. En el caso de la marihuana se sabe que 12 de cada 100 inhaladores emprenden el camino de las drogas más activas. Quién utiliza solo una vez la cocaína tiene 43 probabilidades sobre cien de convertirse en adicto, y mediante una inyección única de heroína, el 93 % de los inoculados mostrarán marcada inclinación a la dependencia.
Un mito muy extendido es el que supone que al hacer actividad física un fumador “limpia” sus pulmones gracias a lo cual puede seguir fumando con menos riesgo para su salud. Es falso, aunque ejerza efecto de verdad. Ningún ejercicio limpia los bronquios de lo que se ha fumado. Ni siquiera de aquello fumado un minuto antes de iniciar el ejercicio. El efecto de ese cigarrillo es peor aun que el de todos los otros, por la vasoconstricción que produce, entre otras cosas. Por ejemplo, las partículas del tabaco, debido a las elevadas temperaturas de la brasa del cigarrillo que varía entre los 600 y los 900 grados, se volatilizan en fracciones sumamente pequeñas que penetran las mucosas de las vías respiratorias muy fácil y rápidamente. El fumador que hace actividad física no solo no es protegido por esta saludable práctica sino que corre graves riesgos, al punto, de que el único ejercicio que se le puede autorizar a un fumador que consulta porque quiere adelgazar, es el de realizar largas caminatas.
El riesgo del fumador que durante la práctica exige a su corazón con reiterados esfuerzos, es el de que aparezca durante su transcurso una taquicardia desmedida o una arritmia cardiaca que provoquen una menor irrigación de sus coronarias o de sus arterias cerebrales con el consiguiente dolor anginoso coronario o pérdida de la conciencia respectivamente.
La nicotina, aun en reposo, a un alto número de fumadores les provoca taquicardia; su pulso se acelera de un normal 70 a 80 latidos por minuto a cifras de 90 a 100 por minuto. Muchas veces sin que el fumador se percate porque ya está habituado a esa crónica situación taquicárdica patológica de su corazón. La nicotina también irrita las fibras miocárdicas ocasionando arritmias cardíacas que en un corazón dañado previamente (aunque todavía el enfermo no haya presentado síntomas), puede provocar graves consecuencia. Incluyendo la muerte súbita. La taquicardia y los trastornos del ritmo cardíaco se producen más fácilmente en un fumador porque su tejido cardíaco está sufriendo, además, falta de oxígeno. El óxido de carbono que penetra con el humo se mezcla, como dijimos, con la hemoglobina de la sangre; esta unión se llama Carboxihemoglobina y se produce restando a la sangre de un pequeño pero valioso porcentaje de oxihemoglobina.
Hoy no asistimos a variaciones de grado de la violencia, ni solamente a incrementos de sus índices, sino a un cambio sustancial en la naturaleza misma de ella. Es la violencia que se produce cuando las relaciones entre el individuo y la sociedad se alteran profundamente. Vivimos- o padecemos- la imposición de otro tipo de lazo social. Que se basa en ficciones. En la ficción de que somos ciudadanos y no meros consumidores, en la ficción de que existen naciones soberanas, en la historia como dadora de la identidad social, en la representación como dispositivo de funcionamiento de la democracia y, fundamentalmente, basada en la certeza de que el progreso individual y colectivo es posible.
Lo que llamamos violencia irrumpe ahí donde queda suspendido el vínculo entre las personas y se distancia el discurso de las verdaderas prácticas que produce una comunidad. Usando una frase hecha de bastante uso habría que decir:
No es que los índices de violencia aumentan; es que violencia es lo que hay. No es un síntoma de nuestro medio; es nuestro medio.
Comprenderemos algo de la violencia cuando aceptemos que cada día una mayor parte de nuestra población va cayendo por fuera del discurso, va quedando excluida del lazo social, fuera de la realidad de la humanidad. Al menos, del concepto práctico contemporáneo de humanidad. No solo ha cambiado el estatuto de los excluidos; también ha cambiado el mecanismo de la exclusión. La exclusión de hoy es exclusión de la imagen y el consumo. Es, básicamente, pragmática porque procede sin discurso y, excluir sin discurso es eminentemente violento. Por lo tanto genera violencia.
En torno al aprender a estar con los demás: La clave es potenciar los vínculos relacionales, la confianza del uno en el otro porque es ahí donde el miedo y la desconfianza han golpeado más fuerte. La cuestión es facilitar crear proyectos comunes, rescatar el valor de la palabra, desarrollar la empatía con los demás.
Dicho de otra manera:
Existe un yo porque hay un otro y su exclusión o negación, conduce al desastre o la barbarie.
Estos conceptos suenan especialmente importantes en una etapa de la cultura, que parece caracterizarse por un aumentado interés por lo corporal. Sin embargo, se advierten comportamientos que manifiestan una creciente dificultad para relacionarse cara a cara con el otro. Veamos unos pocos ejemplos:
1. El individualismo creciente y la soledad derivada del mismo, minimizan el valor de las palabras que son las que facilitan el camino que facilitan los encuentros interpersonales. Vale recordar que el amor, cualquier forma de amor, se nutre de palabras.
2. Muchas personas parecen venir hoy con celular incorporado. Hasta hace poco el teléfono parecía ser un apéndice de muchos. Hoy parece más bien que muchos son apéndices de su teléfono celular. Lo que quiero destacar, sin embargo, no es esta dependencia de la tecnología, sino que el celular se usa cada vez menos para hablar, y cada vez más para otros usos como los mensajes de texto, que son mucho más baratos. Esos usos dificultan por esa sorprendente vía, los contactos cara a cara.
Sintetizando diría: para que la Educación Corporal, actué de verdad en la prevención y en la promoción de la salud, nuestras clases deben tener un impacto simultáneo sobre lo corporal, lo socio afectivo y lo cognitivo. Para dar clases así, no hace falta hacer nada extraordinario. Hace falta dar clases ordinarias extraordinariamente bien.
2 comentarios:
Estimados Mariano, hace falta algo muy simple, "dar clase " nada mas...cambiar de actitud como docentes, y no dejarnos llevar por la situacion en que trabajamos, solo son excusas, ..somos asi, somos jodidos, pero hay ..no muchos pero hay profes que laburan.Yo estoy en el COPEF de San Luis, y tenemos una lucha permanente con los colegas, en cuanto a que tenemos que cambiar nuestra actitud hacia nuestra profesion, solamente con eso cambiariamos mucho...te dejo el blog del COPEF: www.copefsanluis.blogspot.com y te dejo un blog mio de un proyecto extra curricular: www.psvoley.blogspot.com.... y si tenes ganas de seguir viendo, este esta bueno para los docentes: www.colegionacional.ecaths.com
saludos
pablo navarro
san luis
Un gran acierto el detalle sutil de "los valores están, el problema radiica en su jerarquía" Es posible que esa ausencia de discernimiento sea el valor perdido más importante. Es tan grave que, cuando coloco el valor de la Igualdad por sobre el valor de la Vida, esta última puede ser suprimida en honor a la igualdad. Además... decodificar el qué entendemos por Igualdad, tú, yo y él, el directivo, el maestro, el padre o el alumno, es lo que nos dará la ideneidad o no para generar en el acto educativo un valor en su justa escala. Sabemos que hay una gran brecha entre quién escucha el significante Igualdad y se representa el signo igual, a quién se representa Igualdad de oportunidades. Tema visceral, si los hay... Como siempre, yendo a la médula de los asuntos. Gracias, Nora
Publicar un comentario