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martes, 28 de diciembre de 2010

"Todos debemos responder ante lo que vemos en la pantalla silenciosamente", dice el autor y nos recuerda ese dicho africano que reza: "Detrás de la educación de un niño está toda la aldea".
Por más interés aparente que despierte el tema de la educación en el país, sobre todo luego de episodios como el informa PISA, poco va a conseguirse si no se comprende que es el Estado como mega institución, y todas las otras instituciones que lo caracterizan ( la familia, las empresas, la universidad, las iglesias, los sindicatos, las ONG), las que deben estar verdaderamente convencidas del valor transformador de la educación.
No olvidemos que Jaim Echeverry, en su libro "La tragedia educativa", de edición no tan reciente, aseguraba que la verdadera tragedia de la educación argentina consiste en que los argentinos.....no estamos verdaderamente convencidos del valor de la educación.
Al leer el tiempo de permanencia de los chicos argentinos ante la pantalla de TV, recordemos que, además, ellos, en un 90 %, tienen manejo de un teléfono celular. De manera que la pantalla de la televisión, no es la UNICA pantalla ante la que se reflejan permanentemente. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), están grabadas indeleblemente en el cuerpo de niños, adolescentes y jóvenes.
Mariano Giraldes

EL AMARGO TRIUNFO DE TINELLI
Es asombroso el desequilibrio. Sobre el programa de Marcelo Tinelli hay una abundancia de discursos acerca de las peleas, los personajes y las imágenes. Pero no se oye casi nada en los medios acerca de su impacto educativo. Quizá lo más aplanador de su efecto sea anular la respuesta educativa con una saturación del show como algo "natural" e "inevitable".
Esta nota busca responder a ese desequilibrio con testimonios de decenas de docentes entrevistados en una investigación que conduje recientemente en el conurbano bonaerense. Según los docentes, los efectos de la "maquinaria Tinelli" sobre el sistema educativo son devastadores. Una maestra lo resumió así: "Tinelli me venció. Tengo que decirlo, no voy a bajar los brazos, pero la pelea ya la perdí".
Los docentes señalan efectos directos e indirectos del fenómeno Tinelli: niñas de 8 años bailando sensualmente en el mástil de la bandera; una gran proporción de alumnos que se acuestan diariamente a las 12.30 para ver el show y llegan dormidos a la escuela; cambios en el lenguaje, cada vez más rudimentario y agresivo; incontables horas escolares en las que los alumnos comentan solamente las novedades de Tinelli, como si nada más existiera en sus vidas.
La lógica del programa lo dice todo. La fama como valor sin ningún esfuerzo, mérito o respeto; la arbitrariedad payasesca del jurado y las reglas cambiantes y "arreglables" del concurso; el maltrato y la agresión como forma de rating-relación; la exposición de la intimidad como método de venta. Casi podría decirse que este conjunto de valores parece un "anticurrículum", un verdadero reverso de la escuela deseada. ¿Quién querría que la escuela eduque en estas lógicas? Pero incontables padres dejan que sus hijos se adapten a estos valores diariamente.
A esto hay que sumarle el negocio. Millones de personas entregando sus escasos recursos en una competencia mediática por teléfono. Una verdadera máquina de recaudar que deja migajas en los "sueños" y frivoliza las problemáticas sociales reales que están detrás de los más necesitados.
Si Tinelli es un eje concéntrico de la TV argentina, basta ver algunas cifras para palpar sus efectos educativos. Según la última encuesta de consumos culturales del Comfer, el 95% de los niños de 6 a 13 años ve más de dos horas diarias de TV; el 36,5% ve de dos a cuatro horas diarias; el 41,2%, de cuatro a ocho, y el 17,5% ve ocho o más horas de televisión por día. Es decir que más de la mitad de los chicos pasa más horas frente a la TV que en la escuela. Una encuesta de la Fundación Telefónica indica que más del 50% de los niños lo primero que hacen al llegar a la casa es prender la TV, y que el 49% hace los deberes mirando la TV, las cifras más altas entre siete países de América latina.
Es necesario discutir este modelo cultural de sociedad. Los canales de TV tienen una responsabilidad educativa, no todo puede hacerse en nombre del negocio. Los auspiciantes son cómplices y pueden elegir el cambio. La política educativa debe seguir respondiendo con fuerza como con los canales Encuentro y Paka Paka, ejemplos de contenidos educativos, pero también debe abordarse la capacitación de los docentes para hacer lecturas críticas de los medios. Los padres también tienen un rol clave en definir las pautas culturales y las prioridades en los consumos de sus hijos.
No podemos escuchar más a un docente decir que Tinelli lo venció. Todos debemos responder ante lo que contemplamos en la pantalla silenciosamente. En ese silencio se forma la cultura dominante, nunca antes tan banal y tan cínica. En estos días de "tinellización" de la realidad, se juega buena parte del destino educativo. Esto debería asombrarnos, para despertar del letargo y responder con armas educativas y éticas, que hoy parecen "contraculturales".

Axel Rivas para LA NACIÓN. El autor es director del Programa de Educación del CIPPEC

miércoles, 22 de diciembre de 2010

S.Sinai , en "La sociedad de los hijos huéfanos" , (2008) dice que "existe un modelo social que se alimenta de manera perversa de nuestros hijos. Ellos viven la peor de las orfandades: ser hijos huérfanos de padres vivos. Y lo son por el abandono en que los hijos viven".
Si se "trabaja " de padres, hay que comprender dos cosas:
1. Los hijos vienen al mundo a desarollar su propia vida; no a transformarse en un proyecto de sus padres.
2. Cuando se es padre no puede haber deserción, ausencia ni abdicación.
Lo malo es que por injusticias sociales o por búsqueda exagerada de objetivos materiales, numerosos padres se han transformado en hologramas parentales.
No les pasa desapercibido. Muchos sienten culpa por tal abandono. Tienden entonces a olvidar el derecho de sus hijos a crecer con límites, encuadrados en valores que se transformen en virtudes, con nociones de sus responsabilidades y del principio de causa efecto que reza: ante determinadas acciones corresponden efectos que muy bien pueden convertirse en sanciones. Tanto los niños como los adolescentes,tienen que aprender a hacerse cargo de sus errores.
El artículo de Miguel Espeche trata de éste actualísimo tema.
Mariano Giraldes

El autoritarismo de los hijos
La reflexión acerca de lo que es la autoridad de los padres a la hora de criar parecería un campo minado. Su abordaje no es un ejercicio fácil, dadas las reacciones virulentas que el tema despierta y las susceptibilidades que surgen al hablarse de sus alcances.
De hecho, es habitual que al hacer alguna mención de la autoridad y sobre la necesidad de su ejercicio a la hora de criar y educar se aclare primero, antes que nada, que no se es autoritario. En esos casos se debe decir una y mil veces, por las dudas, que se está lejos de querer replicar aquellas viejas épocas en las que muchos (no todos) abusaban al ejercer su rol de conducción en el campo de la familia, la docencia o la organización política de un país. Hoy, para hablar de autoridad, convengamos, casi hay que pedir perdón.
De tanto custodiar a padres y docentes para que no ejercieran su función desde el autoritarismo, ha habido una superlativa distracción por parte de los "vigiladores" de turno, y eso ha permitido que ese autoritarismo, lejos de desaparecer, sencillamente cambiara de lugar.
Hoy, los autoritarios son los chicos, mal que les pese a ellos mismos. En las casas y en los establecimientos educativos, los hijos y los alumnos tienen pocos referentes que den matiz y cauce a sus deseos, a los que han transformado en derechos. Es decir: el autoritarismo ha cambiado de lado, pero no ha sido erradicado del paisaje, algo que saben bien los padres que sucumben a los deseos e impulsos de sus hijos sin saber cómo ejercer la conducción que les compete. Se trata de padres llenos de culpas y conceptos confusos alrededor de un estilo de crianza más preocupado en no repetir viejos errores que en generar aciertos, sean estos antiguos o novedosos.
Los docentes también saben del peculiar derrotero del autoritarismo actual, ya que ven día tras día mermada su capacidad de gestión al diluirse su rol de conductores de la experiencia educativa. Quedan, así, a merced de chicos que, sin duda, añoran, allá en su inconsciente, los tiempos en que los de su edad eran eso: chicos, y no seres que han tomado el poder (o, mejor dicho, se les ha dado ese poder, aunque no lo hayan pedido), sin saber ni remotamente qué hacer con él.
Una vez más, se ha confundido la función con su mal uso. Nadie prohibiría el abecedario porque a veces con las letras que lo integran se escriben mentiras o agravios. Nadie tampoco eliminaría las rayas de cal que delimitan una cancha de fútbol porque "reprimen" la creatividad de los jugadores. Nadie, tampoco, agrandaría el arco (o, más aún, lo suprimiría) por el hecho de que algunos chicos son pataduras y se frustrarán al no conducir la pelota, patada mediante, a la red. Muerta la autoridad de la línea de cal o de los postes; muertos el deporte y la intensidad vital que surge de los obstáculos que posibilitan el despliegue de las habilidades y la toma de conciencia acerca de la fortaleza de los propósitos.
La forma de ejercer la autoridad es materia de opinión, sin duda, y ha sido objeto de grandes transformaciones a lo largo del tiempo. Pero lo que se percibe hoy no es tanto una discusión en ese sentido, sino que se tiende a su supresión como categoría existente: es la existencia misma de la autoridad lo que está puesto en tela de juicio. Y cuando se pretende suprimir autoritariamente la noción de orden y la diferenciación de funciones para emparentarlos a conceptos negativos, lo que se produce es una gran confusión.
La autoridad permite a los hijos crecer. Esa es la primera y esencial distinción que se puede hacer respecto del autoritarismo. Mucha autoridad no se transforma en autoritarismo, ya que ambas palabras se refieren a cosas muy distintas. La autoridad es como un tutor que apuntala el crecimiento de la planta; es como un faro que ilumina y ofrece referencia en la noche a los navíos que buscan su mejor derrotero; es como una palabra que señala un camino donde antes había desierto. Las imágenes que la representan se agolpan y remiten a situaciones que hacen bien.
De hecho, y a modo de ejemplo, la autoridad inapelable de la ley de gravedad no puede ser modificada, a tal punto que sólo pueden volar aquellos que, en realidad, más que transgredirla, la han conocido cabalmente y han desentrañado sus secretos. En función de sus preceptos (y se reitera: no transgrediéndolos), el hombre ha podido fabricar aviones, que son fruto del estricto acatamiento a la autoridad de esa ley que marca nuestro estar en el planeta.
El autoritarismo, en cambio, es violencia. No porque se grite al ejercerlo o porque genere temor, sino porque en su espíritu late la intención de transformar al otro en objeto. El autoritarismo es camorrero; pretende instaurar el orden absolutista del impulso propio suprimiendo al otro. Algo muy diferente de lo que la autoridad propicia: hacer crecer, que se despliegue el potencial del hijo hacia su mejor expresión, cumpliendo con lo que se debe hacer para tal fin.
Hay un mito setentista que dice que allí donde una estructura es destruida, espontáneamente vendrá otra en su reemplazo. Se trata, justamente, de eso. Un mito que nunca fue corroborado por la realidad, pero que ejerce efectos poderosos en nuestra cultura. La idea es que, al romperse los diques "represores" que atan las fuerzas impetuosas que bullen en el interior de las personas, el mundo instintivo tomará el lugar de esos diques y logrará por sí mismo una autorregulación en todos los aspectos. En la práctica, esta idea deja en la orfandad a los hijos que, presos de ese mito, no encuentran cómo dar un mínimo cauce a esa energía maravillosa con la que cuentan, que, así las cosas, termina derramándose hacia la nada.
Ese mito ha hecho estragos. Ha influido en la deserción de muchos padres respecto de su rol; al ser la vida un deporte consistente en "romper estructuras" (nunca mejorarlas o generarlas) para lograr la felicidad, la libertad y la creatividad, la paternidad deja de tener una razón de ser. Así, nacen los "padres piolas" (y sus versiones más modernas) que, en realidad, más se parecen a los antiguos (o no tan antiguos) tíos y tías solteros que llegaban a la casa de sus sobrinos para complicar la vida de los padres, al propiciar la ruptura de las reglas con las que trabajosamente estos iban educando la conciencia de los chicos.
Cuando un chico busca límites, lo hace porque a través de ese límite encuentra al "otro" y se siente menos solo. Cuando ese "otro", al desertar de su función, se esconde, el chico eleva la apuesta para encontrar "eso" que está más allá de él, a fin de salir de esa soledad abismal que padecen muchos de los chicos llamados "caprichosos".
La autoridad de los padres se puede mejorar, pero no abolir. Tiene rostros tiernos y rostros ásperos. Tiene su versión femenina, más empática y nutricia, y su versión masculina, más legislativa y marcada. Sus dimensiones son muchas, pero todas ellas dan cuenta de la diferencia entre los adultos y los chicos, diferencia que indica que los padres saben más de la vida que sus hijos y que, en función de ese saber, marcan la cancha de los mismos "suficientemente bien" como para que el partido sea jugado en plenitud.
Se deberá señalar y hasta castigar el abuso y el desamor que, en nombre de la autoridad, se ensañan con la fragilidad de los chicos. Pero cuando se es padre o madre, es inevitable ser "el dueño de la batuta" en el hogar, para que todos los hijos puedan tocar su propio instrumento en plenitud y con vitalidad. Y, también, en comunión con los otros. Así, la sinfonía sonará de la mejor manera y para la felicidad de todos.
Miguel Espeche para La Nacion del 17 de diciembre de 2010.
El autor es psicólogo, especialista en vínculos familiares. Su último libro es Criar sin miedo

viernes, 17 de diciembre de 2010

EL CARISMA

Acabo de recibir , el CV de una profesora que no conozco. Entre sus antecedentes, ubicaba una descripción de sí misma que me parece interesante analizar:

“Me encanta lo que hago, cuido a la gente, soy carismática, tengo buena presencia, siempre estoy a la búsqueda de algo lindo de adquirir y, sobre todo, tengo buena onda.

Tal descripción invita, creo, a interpretaciones diversas. Pero voy a referirme solamente al carisma del cual se dice poseedora la profesora, dado que dicha adjudicación, en temas pedagógicos, siempre me ha parecido digna de análisis.
En el lenguaje cotidiano, carisma parecería ser una especie de magnetismo personal. El Diccionario de la Real Academia Española lo explica como: “Especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar”.
K.Mortensen, en “El poder del carisma” (2008) dice: “No es confianza, entusiasmo o personalidad, aunque estos elementos pueden ser una parte del todo. El carisma se evidencia cuando los sentimientos son trasmitidos en su forma más acabada a otra persona. El carisma no se diluye ni se disfraza. Es un sentimiento básico: es el traspaso de energía y pasión puras a otra persona”
Tales aproximaciones permiten plantear algunos interrogantes:
· ¿Deben los maestros del cuerpo poseer una especial capacidad para atraer o fascinar a sus alumnos?
· ¿Deben estar bendecidos por un magnetismo personal para enseñar?
· Al estar la mayoría de los alumnos impregnados de la lógica de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación),… ¿requiere el maestro de dosis elevadas de atracción y fascinación para tener alguna posibilidad?
· ¿Un maestro carismático es más o menos capaz de formar hacia la autonomía, la libertad corporal y lúdica y la creatividad?

El riesgo de trasladar conceptos de un campo a otro
Extrapolar conceptos de valor en un contexto a otro territorio es riesgoso. Que en la política vernácula y en el mundo empresarial, se requieren líderes carismáticos, nadie parece dudarlo. Lo malo es que, por extensión, en las instituciones dedicadas a cualquier forma de enseñanza corporal, se suponga lo mismo. Eso explica porqué la profesora hace referencia a su carisma.
Pienso que en el mundo del fitness ha dado en llamarse carisma a lo que no es otra cosa que pasión por enseñar. Confundir ambos términos puede conducir a intentar fascinar y seducir desde la plataforma, cuando lo que está haciendo una falta inmensa es maestros capaces de transmitir nuevos significados en torno a lo corporal.
En cuanto a los líderes, en ciertos ámbitos de desempeño, no solo son aceptados, sino que son fervorosamente requeridos. En cambio, en cuestiones educativas muchos defendemos el axioma que dice:
“En una sociedad democrática hay que enseñar a prescindir de los lideres”.
(Y más de los caudillos, agregaría yo).

¿Qué habilidades poseen los líderes carismáticos?
Lideres que poseen ciertas habilidades, se los considera carismáticos. D, Nadler y M. Tushman en “Liderazgo y cambios organizacionales”, (1990), consideran que esas habilidades son:
· “La de crear la visión de un futuro deseable para la empresa que genera entusiasmo y con la cual es posible identificarse y comprometerse.
· La de motivar e inspirar para la acción a los integrantes de la empresa
· La de facilitar la acción mediante su habilidad para escuchar, comprender y compartir los sentimientos de los miembros de la organización y demostrar su confianza en que éstos superarán los desafíos que enfrenten”.
Los líderes carismáticos no son unánimemente aceptados
Hay autores que insisten en que los seguidores juegan un papel fundamental en el otorgamiento de la categoría de líder carismático y que su carisma dice más acerca de aquellos que de éste. En forma más o menos velada, opinan que hay personas y grupos más influenciables, más manipulables.
Por lo tanto, el liderazgo carismático parecería, inclusive, tener su lado oscuro. Por ejemplo:
· El de exagerar la influencia que un profesional carismático pudiera tener en el desempeño de un grupo u organización, al simplificar con su intervención, los esfuerzos grupales necesarios para llegar a los resultados esperados.
· El de la búsqueda de un candidato carismático para solucionar problemas que se originan en otro lado.
· El de utilizar criterios estrechos para seleccionarlo, dejando de lado a otros candidatos también adecuados, pero carentes de un carisma que no se sabe muy bien que es. Habría que recordar que una dosis grande de histrionismo- esa capacidad de montar en la vida cotidiana escenarios permanentes de actuación- y una cierta posibilidad de fascinar con la palabra, pueden llevar a caer en manos de manipuladores, tóxicos para todo el mundo.
· El de desestabilizar las organizaciones de enseñanza o empresariales como consecuencia de las exigencias y decisiones de tales líderes.

MORTENSEN K: Carisma Power. Provo. 2008.
NADLER D, TUSHMAN M: Leadership and Organizacional changes. Californian Managment Review. 1990.

viernes, 10 de diciembre de 2010

SAPO DE OTRO POZO

Una vez más, un trabajo práctico de la Maestría en Educación Corporal de la UNLP, de la profesora Adriana Rovella, me resulta especialmente interesante. En este caso porque Adriana no es profesora de educación física y sus búsquedas en torno a lo corporal, han transitado otros caminos que aquellos que suelen ser más habituales entre nosotros. Además, "en tiempos de todos contra todos", su disposición a escuchar otras interpretaciones, aprender y disfrutar de ellas, está señalando una apertura muy significativa hacia otros códigos, otros lenguajes y otras teorías.
Es que una apertura semejante ayuda a alejarse de los fundamentalismos, amplía la mirada y evita "casarse" con una teoría para toda la vida.

Antes de empezar a cursar el seminario pensé que me iba a sentir como “sapa de otro pozo”; es que “lo corporal” es vasto, está superpoblado de propuestas, y si bien he incursionado en algunas de ellas, en las específicas de las Gimnasias, mis experiencias se remontan a los lejanos tiempos de las escuelas primaria y secundaria y algún pasaje fugaz de pocos meses seguidos, y con bastante espacio entre medio, en un gimnasio, con sus características “rutinas”, que sobrellevaba más por obligación que por gusto. Nunca me convencieron.
Mis búsquedas, mis gustos, mis experimentaciones estuvieron orientadas hacia otras maneras de hacer y decir desde, con el cuerpo: Danza Clásica, Música, distintas técnicas de Danza Contemporánea, Danza Teatro, Expresión Corporal…hasta encontrarme hace más de treinta años con la Sensopercepción, la Gimnasia Conciente, la Eutonía que convertí en mi camino de vida. En cada una fui pudiendo desplegar mis capacidades corporales, creativas, emocionales ya que trabajar con/ desde el cuerpo y bailar me produce un inmenso placer, una gran felicidad.
A medida que transcurría el seminario sentí que estaba transitándolo y que estaba siendo invitada y muy bien recibida a ese “otro pozo” que tanta curiosidad y temor me daba. Sentí que podía ser una visita oportuna, que podía integrarme, que se me facilitaba la integración y que como cada una y cada uno de los participantes, era tenida en cuenta de una manera especial. Las clases, los encuentros eran para todos y a la vez para cada uno.
Me fui enterando, y “dando cuenta” que esta modalidad tenía que ver con la propuesta. ¡La coherencia en marcha!.
“Todo suma” es un aspecto del seminario que me llevo, la habilitación para posibilitarnos desde nuestros recorridos y formaciones rescatar, seleccionar, elegir aquello que consideramos más valioso, consistente, coherente, también aquellas propuestas que han significado desafíos, que nos han planteado dificultades, interrogantes, han sido motivadoras para seguir adelante.
Del “todo suma” rescato la importancia de la experiencia vivencial, pienso que no hay teoría que de cuenta cabalmente del desarrollo de las experiencias y experimentaciones de y en las prácticas corporales, generalmente son “decires” más o menos fundamentados, que al pasarlos a la palabra y “diseccionarlos” en explicaciones a veces técnicas, a veces científicas, producen otra cosa, lo que se dice es otra dimensión de lo que se hace, aunque sea una verdad de Perogrullo; frecuentemente nos encontramos con relatos que fuerzan sus contenidos en pos de un sentido de las acciones. Quedarse con, en los discursos, en los textos que hablan de las prácticas, es encorsetarlas, encerrarlas, limitarlas, coartarles el movimiento, la expansión, la intensidad que cobra cada acto, cada ejercicio, cada gesto en cada persona, con su propia experiencia.
Valoro y rescato también esa escucha, esa mirada, esa posición atenta, analítica y práctica de las prácticas; leer a los autores, a las técnicas a la vez que verlos en movimiento, recibiéndolos a través de sus discípulos, pasando por nuestros cuerpos sus propuestas. La transmisión de esas prácticas, que alguien nos las cuente, nos las represente, nos invite a probarlas, fue generando un continuum a modo de un donar movimientos, que al recibirlos se transforman y propician nuevas posibilidades para ofrecer, recibir, recrear.
Se nos planteó, y pudimos vivenciar, del maestro del cuerpo su formación, su estado, disponibilidad, ductilidad, acorde, coherente a una ética, que en esta construcción personal-profesional pueda ir encontrando maneras de armar el propio proyecto pedagógico; atento y respetuoso de sus propias posibilidades y las de sus aprendices, considerando sus posibilidades y necesidades. Esto, entiendo y comparto, implica una formación permanente del maestro, fuera y dentro de los ámbitos de intercambio pedagógico, en una actitud activa de aprendizaje, responsable, haciendo con/desde el cuerpo, pensando, estando atento durante y a partir de ese hacer, considerando en las prácticas, también teorías, reflexiones, sentires.
Esta actitud supone un estado de máxima atención y recepción de aportes y recursos también de otras disciplinas para integrar a la propia propuesta.
Hubo una invitación que acepto a orientar las prácticas al cuidado de la salud, al bienestar.
La modalidad de llevar a cabo los ejercicios con atención y respetando las posibilidades de cada uno, si bien me resulta familiar, habitual en mi trabajo personal y ejercicio profesional me pareció novedosa en este ámbito de trabajo, -donde es frecuente escuchar que las “ejercitaciones” se ofrecen como repeticiones mecánicas buscando más ciertos logros que un hacer a conciencia, más una imitación de un modelo que un respeto de los propios procesos-, propiciando en el aprendiz la “construcción de sentido”, que puedan significar aportes para la formación de su propio “proyecto autogestor”.
Dicha modalidad, al estar en otro contexto, me significó una puesta en cuestión y un enriquecimiento, también aquí para mí estuvo presente la observación de los hábitos – ¡los míos!, la revisión, el análisis de las posibilidades de la vida cotidiana y el encuentro de nuevas formas de hacer, pensar, decir, sentir.
Durante las clases de práctica específica como aprendiz “urgente” de Gimnasia Síntesis
me encontré haciendo una variedad de “ejercicios”, movimientos en distintas posiciones del cuerpo en el espacio, teniendo en cuenta fuerza, flexibilidad, tonicidad, movilidad articular, resistencia, intensidades, ritmos, de a dos, en pequeños grupos, todos a la vez, y también cada cual en lo suyo, también encontré el permiso, la habilitación para no hacer cuando me sentí cansada o encontraba que por alguna razón alguna ejercitación me era inconveniente. Clases prácticas, por el propio hacer y por la posibilidad que se tornen prácticas para las necesidades y posibilidades de cada uno; creativas, encontrando que el maestro enriquecía su propuesta tomando de los aprendices algún movimiento, un ritmo, alguna dificultad para transformarla en una variante posible; entretenidas a modo de “cosa jugada, no juzgada”. Al encontrarnos con el esquema de clase, los distintos momentos tenidos en cuenta tenían su registro en el cuerpo, los estiramientos, los movimientos más ligeros y sostenidos, el uso de la fuerza y la resistencia, la vuelta a la calma estuvieron presentes. Las preguntas sobre las acciones, cómo hacemos lo que hacemos, desde dónde, con la posibilidad de la atención allí, incorporando a las prácticas acciones de la vida cotidiana de los aprendices, sus posibilidades y dificultades, para trabajarlas.
La planificación de las clases, con una organización dinámica, para ser experimentadas en los distintos ámbitos donde desarrollamos nuestras tareas docentes; la invitación a extraer de las distintas corrientes propuestas para armar una buena clase hoy en las escuelas, los clubes, los gimnasios, los “estudios” como nombramos algunos nuestros espacios, con distintas personas, distintos grupos, fue una invitación a interrogarnos cómo hacemos posible, coherente, honesta nuestra práctica, cómo llegamos a cada integrante de un grupo para que cada cual se lleve recursos, haciendo que la experiencia pueda ser significativa, que le permita a la persona identificar su sentido, que los contenidos sean un aporte para su formación como sujeto.
Me fui encontrando “como pez en el agua” en un espacio de enseñanza, aprendizaje, formación, con saberes circulando, desde el movimiento, desde los sentires y decires, con reflexiones, preguntas, intercambio y mucho estímulo para seguir adelante en mis propósitos.
Muchas gracias!

jueves, 2 de diciembre de 2010

LA TRIBU DE LA EDUCACIÓN FÍSICA. .

Pro y contra de los comportamientos tribales.
A muchos de nosotros, sobre todo a aquellos que nos formamos en privilegiados tiempos de estudiantes internos, la palabra tribu nos llena de recuerdos. Para el lector no familiarizado con el tema, le cuento que todos los alumnos del profesorado pertenecíamos a dos tribus distintas: los churos y los huaynas. De esos recuerdos que atesoro, algunos son para mí, excelentes; otros no tanto.
Pero no me propongo hablar de esas calidades supuestas o imaginadas. La memoria es todo aquello que uno decide recordar. Y lo que cada uno recuerda de su juventud- y lo que prefiere olvidar- admite grandes variaciones.
Voy entonces a dejar a churos, huaynas, caciques, bautismos y padrinazgos que descansen en el arcón de los recuerdos. Para analizar únicamente si nuestra herencia institucional, oficial y extra oficial, nos impulsó hacia comportamientos y simbolizaciones más tribales que de ciudadanos.

Una visión del mundo
Cuando alguna vez usé la expresión “tribu de la Educación Física”, lo hacía más como ironía. Más en tono de broma, para señalar códigos comunes, que como categoría que implica “una verdadera visión del mundo”.
Hasta que me puse a pensar, o sea a “pesar” un poco más en serio esto de las tribus y llegué a dos o tres conclusiones que quiero compartir:
· La más plena manifestación de la idea de pertenencia es la tribu. Es, además, la forma de reunión que prevaleció durante la mayor parte de la historia de la humanidad. De hecho pertenecer a la tribu, es una situación total y abarcadora. Vuelve inexistente cualquier otra alternativa en vez de combatirla o denigrarla.
Así, por ejemplo, si a la mayoría de nosotros, una persona que no nos conoce, nos pregunta:
- ¿Vos qué sos?
- ¡Soy profesor de Educación Física!, contestaríamos.
(Puede que alguno conteste que es un ser humano, pero no lo creo).
· Es que el modo de pertenencia tribal proporciona la totalidad del conocimiento acerca del mundo y de nuestro lugar en él. Se nace como miembro de la tribu y se muere como tal; en el intervalo se adoptan y se descartan una serie de identidades estrictamente definidas: uno se recibe de Licenciado en Ciencias de la Educación, en Kinesiología, Medicina, Derecho o Gestión Educativa, pero siempre se ES profesor de Educación Física.
En la vida de la tribu, las cosas pueden salir bien o mal; rara vez son ambiguas. Y no lo son por la simple razón de que la visión del mundo que compartimos, no incluye la posibilidad de una vida fuera de ella. Por lo tanto, no hay elecciones existenciales que nos compliquen el panorama. Podemos llegar a brillar o fracasar en otro campo, pero siempre vamos a suponer que casi todo lo que merecía ser aprendido, lo aprendimos con la tribu.
La modernidad augura el final de totalidades tan completas como las tribus y, por lo tanto, también esa clase de visión del mundo tan coherente de todo miembro de la tribu. Las totalidades sociales modernas- y ni hablar de aquellas de la modernidad tardía- carecen de la cohesión típica de la tribu.
También por esa desaparición inevitable, cuando nos reunimos con los “indios” de nuestra promoción, nos dedicamos prolijamente a ponernos nostálgicos. Repetimos una y mil veces las mismas historias, que siempre parecen asegurarnos que todo tiempo pasado fue mejor. Probablemente haríamos bien en suponer que todo tiempo pasado fue anterior. Pero tal acomodación no suele ser frecuente.
Por eso también, las amistades que se tejieron en el profesorado, salvo excepciones, se mantuvieron de por vida.
· La tribu solía disponer de otro privilegio, bastante expoliado a lo largo de la historia: el de ser dueña única del terreno, cosa que ni la Nación ni la República disponen. En el profesorado de Educación Física de San Fernando, en el cual estudiamos muchos de nosotros (y lo siguen haciendo centenares de otros jóvenes), el asunto del territorio era notable. Existían, claro, los espacios institucionales tales como aulas, pistas, canchas y gimnasios. Pero el territorio de las tribus, de los churos y los huaynas, comenzaba en el parque y, ya contra la vía del ferrocarril del Bajo, se transformaba en frontera en la cual terminaba la institución y las prohibiciones institucionales.
En el lago que comenzaba después de la vía y el río en el que desembocaba el lago, el espacio se convertía en el reducto tribal por excelencia. En el reinaba la regla, pero no la ley. Lo instituible pero no lo instituido. Se podía criticar a los profesores y al director, fumar, tomar vino, añorar a las novias y las familias, fantasear sobre mujeres e imaginar futuros admirables.

¿Qué nos impulsa y qué nos demora de esa mentalidad tribal?

La nostalgia, creo, es una especie de reminiscencia- o suave tristeza- por un bien perdido. Puede servir cuando impulsa a tratar de mantener lo mejor, aquello que no envejece, lo digno de no desaparecer. Pero también puede enlentecer la marcha hacia prácticas y discursos renovados.
Así por ejemplo:
· Nuestro territorio simbólico es el del cuerpo y aquellos saberes del mismo, dignos de ser transmitidos por la cultura. En el, nadie debería “pisarnos el poncho”. Sin embargo, el saber oficial sobre el cuerpo es el saber médico. Bien haríamos en revisar la ecuación y con la lógica tribal luchar por nuestro territorio, en peligro de ser invadido por teorías y prácticas provenientes de otros campos disciplinares.
· Los códigos tribales, tan firmemente establecidos, incluían solidaridad, vínculos afectivos estables, espíritu de cuerpo, respeto por las costumbres, por las leyes, por los demás y por los “ancianos de la tribu”. Todo un mundo de valores bastantes caídos en desuso.
Pero, en ocasiones, se nos vuelven en contra. Muchas veces damos clases en contra turno, fuera de las instalaciones escolares porque ellas suelen ser inadecuadas para nuestras prácticas, alejados de las miradas y la escucha de otros colegas y lejos de toda forma de supervisión. Inclusive, en los afortunados colegios en los cuales existe un Departamento de Educación Física, éste se encuentra alejado de las otras aulas, con lo que el aislamiento y la sensación de “diferentes” se acentúan. Y nos dificulta los vínculos con los otros maestros, los padres y autoridades que siguen teniendo una versión adulterada de nosotros, de la disciplina y de su importancia en todo planteo educativo.
· Por ser el único enclave de vida, con la solitaria muerte como única alternativa, la tribu podía arreglársela sin ideología, adoctrinamiento o propaganda, cosas de las cuales una Nación no puede prescindir. Las tribus no necesitan del “tribalismo”, en cambio, la Nación necesita para constituirse al menos de un acuerdo de los ciudadanos para recordar ciertas cosas y olvidar otras. La tribu era una realidad, se vivía de acuerdo a valores, pero no era un valor en sí misma. Si la noción del credo de lo nacional desea ser una realidad, debe transformarse en un valor. Requiere de esfuerzos cotidianos de los ciudadanos para que de verdad sea como sugería Ernest Renan, un plebiscito diario, un acuerdo constante. (Esfuerzo que los argentinos no parecemos nada dispuestos a realizar).
Para poder reclamar una lealtad única o suprema, que supere a todo otro compromiso, tal la de los indios con su tribu, la Nación debe atribuirse explícitamente el lugar que ocupaba ella. Lugar que no había necesidad de explicar: sencillamente porque el tema de la sangre, del suelo y de la historia compartida lo explicaban suficientemente.
Probablemente por estas diferencias entre tribu y Nación, por ubicarnos simbólicamente más como “indios” que como ciudadanos, a los maestros del cuerpo nos cuesta tanto entender la trascendencia política de nuestra tarea. No cuesta entender que si bien transmitimos los saberes corporales de siempre, aspiramos a una verdadera transformación de las relaciones que se tejen entre los seres humanos. Lo que es verdaderamente revolucionario. Palabra ésta última que puede sonar exagerada; excepto que se acepte que hoy, el concepto de revolución puede entenderse de manera muy distinta a la manera en que la entendían los revolucionarios de los 70. Ya no es cuestión de boina y metralleta. En un mundo globalizado, las revoluciones, probablemente, ni siquiera alcanzarán extendida trascendencia.
Habrá que “conformarse” con revoluciones a escala mínima, más cercanas a lo posible. Posible hoy, que la idea de progreso constante ha sido abandonada como utópica, es ayudar a construir un mundo más habitable. La educación es apenas una herramienta para cambiar la sociedad. Pero no es la única herramienta. Cambios locales, comenzándolos desde el lugar que uno habita, desde nuestras mismas prácticas como maestros, pueden ser suficientemente innovadores y podrían actuar extendiéndose, tal como el efecto de la piedra en el estanque. Inmovilizarse por la incertidumbre, la falta de certezas, el escepticismo, la irracionalidad, el consumismo desaforado y el ocaso de los afectos, todos esos síntomas que marcan un clima de época, es fracasar en la tarea de educar a través del cuerpo. No deberíamos subestimar las posibilidades de un grupo de personas decididas a hacer las cosas bien. Dispuestas a no dejarse derrotar por el poder político, el económico o de los mercados En ese intento, la cohesión y el espíritu tribal pueden significar una gran ayuda.